Jesus y el desafio del agradecimiento
Reflexión sobre Lucas 17:11-19
Jesús de Nazaret enfrentó durante el desarrollo de su misión las realidades del mundo.Se enfrentó con la soledad, con el desprecio, con el odio, con la envidia, con la traición y con la ingratitud. Por lo general, estamos condicionados a olvidar la mano solidaria y el sistema nos empuja hacia el olvido, el desinterés y el individualismo.
La ingratitud es una actitud alimentada por la sociedad para romper la solidaridad y para agrietar la comunidad. Los mecanismos de dominación ideológica promueven la búsqueda del exito personal, el cual se alcanza por medio de la competencia y de aplastar o marginar a los más débiles. Esto explica el crecimiento de la ingratitud social como respuesta ante la crisis provocada por la globalización, como un esfuerzo por evitar o neutralizar cualquier intento de una alternativa solidaria, basada en la justicia y el agradecimiento.
En su camino a Jerusalén...
En el texto estudiado nos encontramos de nuevo a Jesús en el camino, predicando de aldea en aldea, camino a Jerusalén, entre Samaria y Galilea. Jesús siempre se mantenía en movimiento, capacitando discípulos, educando a los sectores populares que lo seguían, impulsando la lucha ideológica contra fariseos y saduceos, así como sanando personas.
En este marco, diez leprosos le salen al paso y le gritan que tenga compasión de ellos. El cuadro ha de haber sido muy triste. Un grupo de hombres aislados de la sociedad, marginados por su propia familia, condenados al desprecio, viviendo una vida miserable, sobreviviendo con lo que encontraban a su paso. Desesperados.
Jesús los vió, se conmovió y les dijo: vayan a presentarse a los sacerdotes. De acuerdo con la ley mosaica, eran los sacerdotes los únicos autorizados para dar testimonio de que ellos se habían limpiado, se habían liberado de la lepra. El mensaje de Jesús les ha de haber parecido extraño, pero su fe fue tan grande que emprendieron el camino hacia el templo.
Y mientras iban, quedaron limpios de su enfermedad...
Mientras iban caminando, sucedió lo inesperado, lo que no tenía explicación lógica sino la razón de la fe, mientras caminaban se iban limpiando. Podemos imaginarnos la sorpresa y la alegría, el significado de liberarse de la lepra. regresaban a la vida, regresaban a su familia, regresaban a su comunidad. Eran liberados de las ataduras de la lepra.
Uno de ellos, sólo uno de ellos, y de Samaria, el pueblo estigmatizado, al verse limpio, su primer pensamiento fue de agradecimiento y regresó alabando a Dios a grandes voces. No podía creer lo que le había sucedido. Su corazón saltaba de felicidad. Daba saltos de alegría. Lucas nos dice que hasta se arrodilló delante de Jesús, inclinándose hasta el suelo para darle las gracias.
Al verlo Jesús, no se alegró sino se entristeció y le dijo: ¿Acaso no eran diez los que quedaron limpios de su enfermedad? ¿Dónde estan los otros nueve? Los otros nueve regresaron a sus casas, a ver a sus familias, a recobrar sus negocios, a visitar a sus amigos, a recuperar el tiempo perdido, pero a ninguno de estos nueve se le ocurrió regresar a Jesús y agradecerle, darle las gracias.
La historia concluye con Jesús diciendole al leproso agradecido: levántate y vete, por tu fe has sido sanado. Jesús aceptó su agradecimiento y le explicó que había quedado limpio de la lepra debido a su fe. Debido a su confianza en el poder de Jesús para sanar.
Nosotros somos los nueve leprosos...
Nosotros y nosotras como sociedad salvadoreña somos los nueve leprosos. A cada momento Dios nos esta favoreciendo y nunca se lo agradecemos. A cada momento Dios nos esta bendiciendo y siempre olvidamos dar las gracias. A cada momento Dios nos esta protegiendo y respondemos con la ingratitud.
La mayoría de nosotros vivimos bajo la dictadura militar, en aquella época centenares de nuestros amigos y amigas desaparecieron, se acuerdan, los cadaveres amanecían en las aceras de las calles decapitados, el terror era parte de nuestras vidas, el temor, la sospecha de ser delatado, los escuadrones de la muerte rondando por las colonias y los caseríos.Esa era nuestra realidad.
Hoy parece ese pasado como una pesadilla histórica que hemos olvidado. Y como sociedad nunca hemos en realidad agradecido a las madres que perdieron a sus hijos y sus hijas luchando por un ideal. Nunca hemos dicho una palabra de consuelo a las madres y los padres que tuvieron hijos e hijas desaparecidos. Muy pocas veces hemos dado las gracias a los que quedaron lisiados.
Dios nos entrega la vida, una familia, una comunidad, unos amigos y amigas, una historia, y muy pocas veces se lo agradecemos. Somos como los nueve leprosos. Jesús nos convoca al agradecimiento, nos desafía a decir gracias, nos llama a la fe.
Rev. Roberto Pineda Pastor de la Iglesia Luterana salvadoreña
San Salvador, 12 de octubre de 2001
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