miércoles, 12 de marzo de 2008

Jesús y el Temor de los Capitalistas 15-octubre-03

Reflexión sobre Marcos 10: 17-22

Jesús y el Temor de los Capitalistas

Rev. Roberto Pineda *



En la sociedad en la que vivió Jesús de Nazaret existían pobres y ricos, débiles y poderosos, orgullosos y humillados, esclavos y esclavistas. Jesús y su Movimiento Popular no solamente nutrieron sus filas de estos sectores populares sino que predicaron un claro mensaje de lucha contra la opresión y las desigualdades sociales. Esta es la esencia del proyecto popular y democrático de Jesús. Por esa razón murió y resucitó Jesús.

Pero los poderosos de todas las épocas y lugares han pretendido ¾y casi siempre lo han logrado¾ presentarse como la expresión de lo bueno, lo bello y lo justo. Y han explicado las desigualdades sociales como producto de la naturaleza humana, que en su sabiduría produce a los que mandan y a los que obedecen. Esta visión esclavista fue luego reforzada con la religión que tergiversó el mensaje de Jesús y vino a justificar la opresión y la explotación.

Jesús no rechazó a los ricos como personas, existen algunos ricos simpáticos y de buen corazón, pero claramente, categóricamente denunció la riqueza como saqueo criminal, como bofetada social, como insulto colectivo, como un crimen, ya que establece dos categorías de seres humanos: los que tienen y los que no tienen. Y esto es dañino, terrible, un pecado, una violación a nuestra relación con Dios.

Este texto de Marcos es clásico. Trata sobre Jesús y los ricos, los capitalistas de aquella época. Nos encontramos con un joven rico, enriquecido con el trabajo de los demás, que pretende también asegurarse un puesto exclusivo en el cielo, en el paraíso, en la presencia de Dios. Este joven rico le pregunta a Jesús: Maestro bueno ¿qué tengo que hacer para ganar la vida eterna?

Jesús le responde con dos ideas básicas. Primeramente le dice que bueno solo es Dios, que no lo esté adulando, que no trate de congraciarse. Y luego le hace mención de lo que Moisés había establecido como Mandamientos para lograr la salvación. Esto último le da confianza al joven rico. Su dinero y su actitud le había permitido cumplir con los preceptos legales y religiosos. Se consideraba puro, misericordioso, santo, libre de todo pecado. Le responde a Jesús: Maestro, todo esto lo he practicado desde muy joven.

Pero Jesús se encarga de regresarlo a la realidad del reino de Dios, al hecho que todos los hombres y mujeres somos pecadores y pecadoras. Nos dice Marcos que Jesús lo miró, sintió cariño por él y le dijo: Sólo te falta una cosa: anda, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme.

La respuesta de Jesús lo desafió a ser diferente. Le ofreció una puerta, una ventana, una nube, un camino, una invitación hacia la salvación, hacia la vida eterna, hacia la liberación. No era el camino que él esperaba. Por lo general consideramos que lo que tenemos nos pertenece, sean estos bienes personas o cosas. La realidad es que pertenecen a Dios.

Jesús lo llamaba a regresar lo que estaba ocupando indebidamente. Y le señalaba a quien había que darlo, a los que nada tienen, pero a los ojos de Dios son nuestros hermanos y hermanas. ¿Le negaríamos a un hermano, a una hermana compartir nuestras riquezas? Es el llamado de Jesús para los que tienen.

Y Jesús habla claramente de pobres, utiliza un término sociológico que sigue teniendo mucha vigencia. Los pobres siguen creciendo mientras los ricos disminuyen. Aunque los pobres son más pobres y los ricos más ricos. Los pobres son los herederos y constructores del reino de Dios. Y son también los sepultureros del orden capitalista, de la globalización neo-liberal.

Los capitalistas prefieren los tesoros en la tierra, las ganancias que pueden ser depositadas en los bancos y ganar intereses, las grandes propiedades agrícolas, los inmensos negocios que surgen de tratados comerciales, el comercio electrónico. Los poderosos, los ricos, los capitalistas, desconfían de los sueños, se burlan de los tesoros en el cielo.

Jesús lo llama a seguirlo. Abandonarlo todo y seguirlo. Seguirlo hasta entregar la vida. Seguirlo a la lucha y a la esperanza. Seguirlo por los campos y las poblaciones predicando el Evangelio de justicia y hermandad. Seguirlo en la denuncia y la protesta. Seguirlo con el rostro sonriente y la mirada en el horizonte.

Cuando el joven rico escuchó las palabras de Jesús tuvo miedo, nunca se imaginó escuchar un llamado de este tipo. Le pareció que era una locura, él solo buscaba salvarse y le pedían que entregara la vida. Le resultó insoportable la solicitud para que se despojara de todo. Porque su corazón vivía en la comodidad, en la seguridad que proporciona la riqueza. Jesús le pedía que se lanzara al vacío.

Y se negó a hacerlo. Se sintió golpeado, porque tenía muchos bienes, y se fue muy triste. Nos podemos imaginar a este joven, que seguramente asistía al templo puntualmente los domingos, y ayunaba y se confesaba, y daba limosnas a los pordioseros. Pero no quiso comprometerse con cambiar la realidad, con transformar el sistema de injusticia existente, con darle vuelta a la tortilla, con la lucha social. Una canción muy famosa de la Guerra Civil española dice, muy evangélicamente: Que la tortilla se vuelva, que los pobres coman pan, y los ricos coman m...

Este joven rico no conocía la solidaridad, en su corazón no florecía la justicia. Muchas de nuestras iglesias se parecen a este joven rico. Le dedican horas y horas a la oración y a cantar himnos de alabanza; pero cierran sus ojos ante la realidad. Se vuelven ciegas ante las injusticias y condenan y castigan a los pobres porque estos se atreven a pensar.

Son iglesias que se vuelven defensoras del sistema, patrocinadoras de la opresión, agencias de viajes hacia el cielo que venden pasajes fraudulentos. No son seguidoras de Jesús de Cochabamba, son sepulcros blanqueados, clubes de jóvenes ricos con el corazón castigado por el egoísmo y la soberbia. Amén.

* San Salvador, 15 de octubre de 2003.

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