Reflexión sobre Juan 2:1-12
El misterio de Dios en Jesús de Nazaret se revelo inicialmente en unas bodas, de acuerdo a la tradición de Juan. Nace en el marco de una fiesta, de una celebración popular. Y sucede que esa fiesta se queda sin vino. Y la madre de Jesús se inquieta y lo busca para que intervenga. Le dice a Jesús muy preocupada: ¡no tienen vino!
Jesús duda. Le responde que su hora no ha llegado. Teme poner en peligro su misión con una demostración anticipada de su poder. Pero María no se da por vencida e insiste, lo empuja, lo presiona. Y con mucha confianza les dice a los de la fiesta: ¡hagan todo lo que él les mande, hagan su voluntad!
Había seis jarrones de piedra para los ritos de purificación de los judíos y Jesús les dice: llenen de agua esas tinajas. Y lo hacen. Y el agua se transformó en vino y continuó la fiesta. El espíritu combativo de María permitió que la fiesta continuara.
La madre de Jesús de Nazaret pudo hacerse la desentendida y ahorrarse problemas, como hacemos muchas iglesias. Pero no. María decidió involucrarse y exclamar ante su hijo: ¡no tienen vino!
Nosotros como iglesia nos enfrentamos al mismo dilema de María frente a la tormenta Stan. Pudimos quedarnos callados frente a los damnificados, hacernos los indiferentes, pero decidimos involucrarnos y exclamar junto con María: ¡no tiene comida! ¡No tienen techo! ¡No tiene trabajo! ¡Se están robando la ayuda! ¡Los albergues son cuarteles! Al final no pudimos quedarnos callados y actuamos de la misma manera que María.
Lo mismo nos sucedió en relación con la decisión de la Asamblea Legislativa de cambiar las reglas del juego electoral. Pudimos habernos quedado callados. Algunos nos aconsejaban que la iglesia no debe meterse en política partidaria. Era un tema político y de política electoral. Pero decidimos denunciar este hecho y dijimos: ¡están preparando un fraude! ¡Hay corrupción política! ¡Estan abusando del poder! ¡No tienen principios!
Jesús dudo de actuar, muchas veces las iglesias dudamos. La duda surge del miedo, del temor a las consecuencias. Hay temor de opinar, hablar, denunciar, intervenir. Y Jesús tuvo a María para evangelizarlo: ¡hagan todo lo que él les mande, hagan su voluntad!
El vino es el símbolo de alegría
El vino tiene mucho significado. Una fiesta sin vino es triste. El vino es el símbolo de la alegría, así como el pan es el símbolo de justicia. Pan y vino se refieren a la alegría de la justicia o a la justicia de la alegría. El vino es también señal de comunión y sacrificio. Es la sangre de los mártires y la sangre de nuestras vidas.
Sobre la comunión, un hermano bautista, el pastor Alex Orantes, nos explicaba recientemente el sentido profundo de la Santa Cena, de la eucaristía. Nos hablaba sobre dos significados vitales. El primero vinculado a que es un acto radical, una acción profunda contra el espíritu del capitalismo que se basa en el egoísmo, en el acumular, en el tener.
La comunión es un acto colectivo, popular, y debe ser democrática. Todavía hay rituales oligárquicos en algunas iglesias donde primero comulgan el obispo, luego los pastores y por último, la congregación. Y la iglesia se transforma en reflejo de una sociedad dividida y deja de ser el cuerpo unido de Cristo.
El otro significado, nos compartía Alex al pronunciar las palabras de la Institución, tiene que ver con la sangre de todos los mártires que han caído en la lucha por la justicia del Reino, es la sangre de todos los asesinados por el egoísmo del imperio, por la envidia, por la prepotencia de las dictaduras. Conmemoramos su muerte, hacemos memoria, recuperamos nuestra memoria histórica.
La herencia de María
La tradición combativa de María de Nazaret echó raíces en miles de mujeres y hombres. Una de nuestras fundadoras, la lider campesina Concepción Palma una vez le pregunto a un alto dirigente de izquierda: “hace veinte años Usted nos dijo en La Montañona cuando iniciaba la guerra que luchabamos por la tierra. Le pregunto: ¿Usted sigue luchando por la tierra? El dirigente bajo los ojos y trato de argumentarle sobre nuevos desafíos. Ella le dijo: yo perdí cuatro hijos en esa guerra y mire, yo sí sigo luchando por la tierra.”
Hace cincuenta años en Montgomery, Alabama una joven afroamericana, Rosa Parks se negó a cederle su asiento en el bus a un blanco y por este hecho fue bajada del bus y detenida por la policía. Pero ese acto de dignidad en buses segregados, en una ciudad segregada, en un país segregado encendió la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, miles se sumaron al boicot contra esos transportistas racistas. El pastor de su iglesia, Martin Luther King, se incorporo a esa lucha por esta mujer que le dijo como María a Jesús: ¡no tienen derechos!
Que el espíritu de María, la madre campesina de Jesús, nos acompañe siempre y nos permita alzar siempre nuestra voz de denuncia y nuestro grito de esperanza, iluminado por la alegría de la lucha por la justicia. Amén.
Rev. Roberto Pineda
San Salvador, 18 de octubre de 2005
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