Reflexión sobre Mateo 25: 34-50*
Hermanos y hermanas:
Este domingo estamos concluyendo el período de Pentecostés y nos estamos preparando para Adviento, para la venida de nuestro Salvador y Liberador, para Navidad. Hace dos semanas hablábamos de las diez muchachas que salieron con sus lámparas para recibir al novio. Cinco fueron prudentes y cinco descuidadas. Y a las descuidadas se les terminó el aceite. Es un llamado a mantenerse alertas. A que nunca se nos termine el aceite de la esperanza en nuestras vidas.
Hace una semana hablábamos sobre el desafío de poner a funcionar todos nuestros talentos al servicio de la construcción del reino de Dios. Dios nos entrega talentos, habilidades, destrezas para vivir y para luchar. Nos entrega espíritu de organización, sabiduría, voluntad de resistencia. Y este domingo el texto trata sobre el juicio de Dios. Dios nos va a examinar, nos va a preguntar sobre lo que hicimos en este mundo.
Los cristianos creemos que esta vida no es la definitiva sino que existe un más allá, creemos en la vida eterna, en la salvación. Y esta fe poderosa en un Dios solidario, en el Compañero del Hombre, nos impulsa a transformar este mundo de pecado en un mundo nuevo, en el reino de Dios, en el socialismo.
La vida es breve, efímera. Y este texto sobre el juicio nos habla sobre la vida y la muerte. Al morir rendiremos cuentas de nuestros actos. Y al crearnos a cada uno de nosotros Dios nos entregó talentos y nos asignó una misión: luchar por la paz y la justicia. Y nos pedirá cuentas. Nos va a examinar. De esto trata el juicio, de nuestra participación en la lucha.
Y es muy significativo que Dios nos hable sobre aspectos muy concretos de nuestra realidad. El criterio para obtener la vida eterna, el pasaporte al cielo, el examen para la salvación esta determinado por seis aspectos cotidianos, vinculados a problemas básicos de la humanidad.
Cada pueblo construye su propio programa de lucha. Y elabora su estrategia. Y construye sus instrumentos de liberación. Pero lo esencial es el acompañamiento de Dios. Dios nos acompaña en nuestras luchas. Dios esta presente, ahora y siempre, con los débiles, con los que sufren, con los que luchan y tienen esperanza.
La lucha por el pan para todos y todas
Lo primero que Dios nos dice es tuve hambre y ustedes me alimentaron. ¡Tuve hambre y ustedes me alimentaron! La primera pregunta de este examen que Dios nos hará tiene que ver con la comida, con la alimentación. El hambre es un pecado es un mundo que tiene la capacidad de garantizar la comida para todos y todas. Hay millones de personas que mueren de hambre en África, y en las fotografías se ven a los niños desnutridos, cadavéricos, con los huesitos a flor de piel.
Y no solo en África, si vamos a Tacuba, a Guaymango, a Jujutla en Ahuachapan nos encontramos con el mismo espectáculo. En nuestro país hay gente que muere de hambre. Y esto es un gran pecado. Y hay responsables, culpables de esta atrocidad. Y nosotros como Iglesia nos volveremos cómplices si no lo denunciamos.
Los ricos de este país han destruido la agricultura para fortalecer la importación de alimentos y obtener ganancias. Han destruido nuestra soberanía alimentaria. Y hoy con el TLC van a patentar nuestras semillas criollas, el maiz, los frijoles. Dios nos llama a luchar por el pan, por la comida en la mesa para todos y todas, y que nadie diga como en el cuento de Salarrué: para vos nuay! Para todos y todas debe de haber.
Es por esto que celebramos la comunión, para mantener la memoria del pan compartido por Jesús, para todos y todas, símbolo de justicia y hermandad.
La lucha por el agua de la vida
La segunda pregunta que Dios nos hará tendrá que ver con el agua. Dios no nos va preguntar si hemos rezado tres veces al día, o si hemos asistido a misa los domingos. Nos va a preguntar sobre el agua. Nos va a decir: tuve sed y ustedes me dieron de beber.
El agua que es creación de Dios la han privatizado. En todo el mundo hay grandes corporaciones que se dedican a la explotación del agua. Hay corporaciones francesas y de otros países. Obtienen grandes ganancias por la explotación de esta creación de Dios.
Antes uno bebía agua, se llama agua de consumo humano, del chorro de su casa. O la sacaba de un pozo, o del río. Hoy hay que comprarla, la venden embotellada. Y han presentado los ricos de este país un proyecto de ley para privatizarla completamente. Van a privatizar ANDA.
Y destruyen los bosques para construir viviendas caras y para vender agua embotellada. Estan desertificando el país, para vender agua embotellada. Hay que dar la lucha, luchar por agua abundante y de calidad en nuestras comunidades. El agua es la vida de nuestra gente y debemos evitar que se privatice. Es la lucha por la vida. Es el agua de la resistencia.
La lucha por los derechos de los extranjeros
El tercer punto del examen que Dios nos hará esta relacionado con nuestra actitud ante los extranjeros, los forasteros, los refugiados. En todas las épocas y culturas siempre han existido personas de otro lugar que han sido discriminadas. Y la conducta nuestra frente a los extranjeros es importante para Dios. El nos dice: pase como forastero y ustedes me recibieron en su casa.
El mismo Jesús fue refugiado en Egipto cuando sus padres huían de la persecución política. En el mundo se arremete contra los emigrantes que por lo general son los pobres del sur que sueñan con vivir en el norte. Así ha sido siempre. El mismo pueblo de Jesús, el pueblo hebreo, surge cuando Abraham sale de Ur como refugiado en busca del pan y de la tierra prometida. Es un peregrinaje de esperanza.
Estas últimas semanas en Francia, en los alrededores de Paris los jóvenes de origen árabe han salido a quemar negocios y automóviles en una protesta violenta contra el sistema, que los condena a ser ciudadanos de segunda clase aunque hayan nacido en Francia. Son hijos e hijas de emigrantes que han sufrido el racismo, la discriminación y hoy responden a un mundo que los rechaza.
En nuestro país también hay discriminación, debemos reconocer que hay una nueva categoría de pobres, los extranjeros, los trabajadores nicaragüenses y hondureños que vendran a cortar la caña de azucar, a recoger el algodón y el café. Estan siendo ya discriminados.
No tienen derechos. Les van a pagar menos que a los nacionales. Estan también en el servicio doméstico y en los pordioseros en las esquinas. Nuestra sociedad se modifica y debemos abrir nuestros ojos ante las nuevas realidades de la pobreza. Hay que ir a buscarlos. Son nuestros hermanos y hermanas.
La lucha contra la pobreza que es la lucha contra la riqueza
Los niveles de pobreza estan vinculados a los niveles de riqueza. El cuarto punto que nos plantea Dios en este programa de lucha esta relacionado con la opresión que se deriva de la pobreza. Dios nos dice: anduve sin ropas y me vistieron.
Dios se preocupa porque vivamos una vida digna con salud, educación, seguridad, recreación. Dios nos llama a vivir una vida con plenitud. Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, como hijos e hijas de Dios.
En nuestro país la pobreza genera mucho sufrimiento, angustia, desesperación. En las calles se van a ancianitas con grandes canastos para lograr el sustento. O los niños durmiendo en las aceras. O las niñas prostituidas. La pobreza tiene muchos rostros y lleva el sello del sistema. Un sistema que es inhumano, frío, calculador, el sistema capitalista.
Dios nos llama a luchar contra el capitalismo, contra este sistema basado en la acumulación de ganancias. Dios nos convoca a unir fuerzas para recuperar la alegría de la vida que ha sido secuestrada por los imperios, por los poderosos a lo largo de la historia.
La lucha por la salud
El quinto punto del examen de Dios tiene que ver con la salud, con la enfermedad, con los enfermos y enfermas. Dios nos dice: estuve enfermo y fueron a visitarme. Por lo general como sociedad discriminamos a los enfermos. El Hospital Rosales es un monumento al desinterés gubernamental por la salud de la población.
Y también al desinterés popular, no hay protestas, no hay organización de pacientes. No hay medicinas, la atención es deficiente. La salud no es prioridad de los capitalistas a menos que sea el negocio de la salud.
Enfrentamos en los últimos años la pandemia del VIH-SIDA. Las personas que viven con el VIH-SIDA son discriminadas en nuestra sociedad, a veces hasta por su propia familia, no digamos las iglesias. Es un sector muy oprimido. Los explotadores saben que un pueblo saludable es un pueblo que exige derechos y por eso le apuestan a la enfermedad.
Esta semana se realizó un encuentro internacional en la Feria y las personas viviendo con VIH-SIDA denunciaron la falta de medicinas públicamente. Es una señal de esperanza. Como iglesias debemos de ir al encuentro de este nuevo sector popular, acompañarlo, darle animo. La lucha por la salud es la lucha por la vida de nuestro pueblo.
La lucha por la solidaridad
Por lo general consideramos que las personas que se encuentran encarceladas estan recibiendo su merecido castigo y ya no deben gozar de una segunda oportunidad. Esa es nuestra visión. Son criminales y ladrones. Pero Dios opina diferentes, siempre nos rompe los esquemas al decirnos: estuve en la cárcel y me fueron a ver.
Dios siempre nos ofrece una segunda oportunidad. La oportunidad de cambiar, de reinsertarnos en la comunidad. En la actualidad enfrentamos la situación de miles de jóvenes que pertenecen a las maras, a pandillas juveniles.
Y viven en nuestras comunidades y golpean diariamente a la gente pobre porque han sido golpeados por el sistema y regresan el golpe. Cada joven que se hace un tatuaje para desfigurar su cara nos esta gritando que le hemos fallado. Y es una protesta social. Y es un llamado.
En determinado momento van a salir como en Francia a destruir negocios e incendiar la ciudad. Y serán masacrados como estan siendo ya masacrados. Y nuestra actitud es darles la espalda y olvidar que existen o como otros apoyar las medidas represivas de los fascistas de ARENA.
Como iglesia debemos de preocuparnos por este problema. Son nuestros jóvenes, y cada uno de ellos ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, son nuestros hermanos y hermanas. Son ellos los que estan llenando las cárceles y los que hay que recuperar para la lucha, para la esperanza.
Es por nuestra fe, por nuestros actos, por nuestras acciones que lograremos la salvación. Dios nos señala este programa de lucha, son seis puntos, seis banderas de lucha que debemos de levantar por las calles y plazas, seguros y confiados que la salvación, la vida eterna se define en la lucha por la paz y la justicia. Amén.
*Predicación realizada por Rev. Roberto Pineda, el 20 de noviembre de 2005 en Iglesia Luterana Popular de El Salvador.
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