Reflexión sobre Juan 3.1-16
“allá, entre los míos los poemas
llegan a ser banderas,
lo mismo que entre ustedes, allá lejos…
Nazim Hikmet
Lo más difícil en nuestras vidas es transformar nuestro corazón. Allí en el corazón se encuentra la raíz, el origen, la causa de la opresión y la explotación. El corazón es la semilla de la resistencia de las personas y de los pueblos. Y es también el cemento que unifica a los imperios.
Jesús comprendió que la clave de la transformación del mundo se encuentra en nuestro corazón. Y explicó con vehemencia que si cambiamos la piel de la sociedad, lo de afuera y no cambiamos lo de adentro, el corazón, el proceso se estanca y se revierte. Hay que cambiar el corazón y también la piel.
Nicodemo como muchos de nosotros, pensó que únicamente bastaba con cambiarse el traje, asumir un ritual religioso diferente, un nuevo lenguaje, un estilo distinto, cambiar el barniz de nuestros pensamientos, cambiar la piel y dejar tranquilo al corazón.
Pero Jesús establece claramente que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios. Únicamente si nos disponemos a una transformación radical de nuestra vida podemos seguir a Jesús. De lo contrario, arrastraremos las visiones del pasado al mundo nuevo que deseamos construir. Y esto es una batalla diaria, la más difícil, la que realizamos contra nosotros mismos, contra nuestras debilidades y condicionamientos.
La construcción del reino de Dios que es la construcción de poder popular, atraviesa por la modificación de nuestros patrones de conducta, muchos de los cuales derivan de la ideología dominante y nos convierten en reproductores de esquemas clasistas, sexistas, racistas, etarios, homofóbicos, en nuestra vida pública y principalmente en la intimidad de nuestros hogares.
Construir poder popular en nuestros corazones
Si no asumimos el reto de nacer de nuevo, con una nueva piel y con un nuevo corazón, podremos cambiar las estructuras económicas pero el espíritu del capitalismo, el espíritu del egoísmo va seguir presente determinando la lucha por el poder y por la acumulación de riquezas o privilegios. Necesitamos por lo tanto construir poder popular en nuestros corazones. Abrirnos al cambio. La lucha por la justicia nos exige por principios ser justos nosotros mismos, predicar con el ejemplo.
Una de las experiencias más significativas en mi vida ha sido conocer al pueblo cubano. Me ha impresionado siempre la profunda disposición de ayudar a otros pueblos, el espíritu internacionalista que es el espíritu de Dios que se encuentra presente en la mayoría de cubanos y cubanas. Esto es claramente evangélico y para mí la señal de un cambio interno, de un cambio en el corazón. Es un corazón socialista. Es un dato de vida.
En nuestra práctica de fe como Iglesia Luterana Popular nos encontramos con muchas situaciones a las cuales debemos de dar respuesta. Son situaciones cotidianas en las cuales tenemos que tomar decisiones. Son decisiones vinculadas al dilema de Nicodemo, a la lucha entre lo viejo y lo nuevo. Entre el imperio y la resistencia.
El agua. Nos hemos resignado a comprar agua envasada. Nos hemos sometido a la contaminación de nuestros ríos. Amenazan con privatizar ANDA. ¿Qué vamos a hacer? Tenemos que luchar. Exigir agua abundante y de calidad.
El consumismo. En nuestras escuelas políticas tranquilamente consumimos coca cola, y usamos platos plásticos para nuestras comidas. Somos los clientes favoritos de los centros comerciales. En nuestras camisas y pantalones sobresalen los logos de marcas famosas. ¿Qué vamos a hacer? Necesitamos rechazar la cultura del despilfarro y construir una cultura solidaria.
¿Cómo? Paso a paso, parte por parte se come uno un elefante me decía un amigo. Pero necesitamos cuestionarnos porque nos vestimos como nuestros enemigos, engullimos comida chatarra de las transnacionales, admiramos como viven los poderosos y tratamos de imitarlos. Necesitamos regresar a nuestras raíces y avanzar desde allí. Defender la delicia de nuestras pupusas frente a los McDonald y los Burger King. Emprender la lucha cultural. Usar la camisa de manta ¿por qué no?
La basura. Si quisiéramos podríamos limpiar San Salvador que parece un basurero. Pero no queremos. Es un problema de cultura política. Expresamos nuestro desinterés público por medio de arrojar basura en cualquier lugar. No consideramos la ciudad como nuestra, no nos preocupamos. La responsabilidad surge de la conciencia. Y de nuevo si cada uno de nosotros participa el proceso avanzará. No necesitamos una revolución o irnos a la montaña para limpiar la ciudad y por seguro nos beneficiará a todos y todas.
El autoritarismo. Los más demócratas del mundo nos convertimos al atravesar el umbral de nuestros hogares en los seres más represivos, dictatoriales. Nos parece que el hogar, lo privado, la intimidad de nuestras vidas pudiera quedarse al margen de nuestras declaraciones públicas. Y practicamos una cultura autoritaria.
“En casa se hace lo que yo mando.”No hay consulta, no hay diálogo, todo es impuesto. La democracia y el socialismo son valores que se construyen en las calles y dentro de las casas. Si no lo hacemos así al final la dictadura en la casa termina destruyendo a la democracia en la calle. Y estoy claro que no es fácil. Es una batalla diaria, contra nosotros mismos la más difícil pero la más valiosa, la única que nos permite la autoridad moral para dar la batalla afuera.
El discurso único. Diariamente leemos en el Diario de Hoy ataques contra el movimiento popular, contra las ideas de izquierda, contra la lucha por la justicia y religiosamente seguimos comprando el Diario de Hoy. Es un masoquismo cultural. Y es una miopía política.
Lo mismo sucede con TCS, sus noticieros amarillistas estan orientados a agredir nuestra visión de mundo, nuestros valores de solidaridad y justicia, pero es un canal que seguimos viendo. Podemos y debemos cambiar de canal, de estación de radio, no comprar el pasquín de derecha. Fortalecer los medios alternativos. Podemos hacer mucho si decidimos hacerlo y no solo lamentarnos del control de la derecha.
Nicodemo quedo sorprendido por la respuesta de Jesús. El mensaje de Jesús es profundo. Aspira a un cambio radical de nuestras estructuras socioeconomicas y de nuestras estructuras mentales. De cómo vivimos y como pensamos. Solo podremos cambiar nuestra vida si cambiamos nuestro pensamiento, si vencemos a la ideología dominante egoísta por una nueva visión solidaria y de justicia. Ese es el reino de Dios que algunos llamamos socialismo. Amén.
Rev. Roberto Pineda, San Salvador, 25 de octubre de 2005
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