El espíritu de Osiris sopla el fuego de la liberación latinoamericana…
Reflexión sobre la religión egipcia
"Se necesita soplar el fuego de la lucha
para que no se apague, echarle aire, echarle
ganas, corazón, a la pelea…" Ramiro Vásquez
El estudio de la antigua religión egipcia nos proporciona pistas sobre los desafíos que enfrenta la religión latinoamericana. En su génesis y desarrollo observamos en el antiguo Egipto el enfrentamiento de dos concepciones en pugna, la que sirve al sistema, y defiende al imperio de los poderosos, la religión de Re y la que se opone al sistema y se identifica con la resistencia de los humildes, la religión de Osiris.
Así como el arte egipcio es expresión del simbolismo religioso, la misma religión refleja la vida social, el entramado de fuerzas e intereses que compitieron por definir el rumbo del país que en el caso egipcio fue el rumbo del imperio. La lucha de clases atravesó la cáscara y la semilla de la religión egipcia, su forma y su contenido chorreaban los choques entre los poderosos y los oprimidos.
Es importante explorar esta experiencia de fe porque fue también raíz de nuestra religión cristiana y definitivamente influyó en la experiencia insurreccional de Moisés, en el ropaje ideológico liberador de los profetas del Antiguo Testamento así cono en los sueños de paz y justicia que se desbordaron en la praxis liberadora de Jesús de Nazaret.
Los faraones dominaban a nombre de los dioses
Los reyes o faraones dominaban el antiguo Egipto a nombre de los dioses. Y los dioses vigilaban el universo a favor de los faraones. Era una alianza que vibraba en el cielo y en la tierra. Y los esclavos edificaban gigantescos templos para los dioses y grandes tumbas para los reyes. Y los sacerdotes eran los mediadores de este encuentro entre los poderes celestiales y terrenales. Y a la entrada de los templos y las pirámides había militares protegiendo estos acuerdos.
La construcción de la visión religiosa egipcia atravesó diversas fases. Al principio de los tiempos cada poblado o nomo tuvo sus divinidades locales, vinculadas a la naturaleza o a la seguridad del lugar. En un segundo momento, al unificarse el territorio bajo un sólo gobernante también se unifica la religión bajo una sola divinidad. Estamos hablando del inicio del Imperio Antiguo, 3,500 años antes de Cristo. Este proceso de fusión de las divinidades desembocó en la adoración del gran dios solar Re.
Una tercera etapa, durante el Reino Medio, vinculada a la hegemonía de las dinastías tebanas, introduce la divinidad Amón y se habla de Amón-Re como el dios supremo. Este era el dios de los faraones y de la nobleza egipcia. Era un dios exclusivo de los poderosos. Un dios elitista, oligárquico. Un dios protector de las riquezas de los poderosos.
A la par de este proceso se fue configurando en los sectores populares una visión religiosa más cercana a los anhelos de la gente que necesitaba salud, agua para sus cosechas y sobre todo esperanza frente al sufrimiento ocasionado por la opresión. En este lado, el proceso consistió en la fusión de diversos dioses de la naturaleza que cristalizaron en Osiris, el dios del Nilo, el dios de la vida, el dios de la cosecha, el dios de la esperanza.
Y Amón-Re y Osiris se enfrentaron. Y en este enfrentamiento entre los dioses protectores y los dioses de la naturaleza se escondía otro enfrentamiento fundamental, el conflicto existente entre opresores y oprimidos. Estos dioses pugnaban por el predominio en el universo de las estrellas y en el universo de las mentes de los egipcios. Frente a frente se colocaron el dios de los explotadores y el dios de los explotados.
Durante el reino antiguo la supremacía le correspondió a Re. Un dios solar pero frío para los sectores populares, únicamente reservaba el calor para la elite dominante. El faraón era su protegido y portavoz, su hijo y administrador de su hacienda, que era todo Egipto. Era un dios soberbio que sólo se preocupaba por los poderosos. Era el guardián del universo de la explotación.
El culto a Osiris surgió como una reacción popular frente al culto a Amón-Re. Osiris significaba el culto de la naturaleza de la misma forma que Baal en el horizonte hebreo. Osiris encarnaba la fuerza de la naturaleza y la pujanza del río Nilo. El mito de Osiris nos presenta aun rey sabio y bondadoso como el Netzahualcoyotl de los aztecas o como el Salomón hebreo, que promueve la agricultura, el arte, y el derecho, y que es traicionado y asesinado por su hermano Set.
Luego el cuerpo de Osiris fue descuartizado al estilo Pinochet y sus pedazos distribuidos por todo el territorio egipcio. Y entonces su esposa Isis decide enfrentar al tirano y sale a buscar como las madres y esposas de plaza de Mayo los restos de su amado, los encuentra y lo reconstituye a la vida. El amor vence a la muerte. Osiris e Isis ya se amaban en el vientre de su madre. La resistencia derrota al dictador. Osiris vuelve a la vida, resucita, y recupera su trono. Luego desciende al mundo de los muertos y se erige como juez supremo. Posteriormente, su hijo Horus, el dios-halcón, venga la muerte de su padre matando a Set.
La muerte y resurrección de Osiris
La muerte y resurrección de Osiris simboliza la sequía del Nilo en el otoño y su inundación en la primavera. La muerte y la resurrección año tras año del Nilo. Pero en la conciencia del pueblo egipcio se realizo un transito de la naturaleza a la sociedad, se fue forjando una identificación entre su vida de opresión y resistencia y las penalidades de Osiris, los sacrificios de Isis, la dignidad de Horus y el odio hacia el tirano Set. El pueblo egipcio reivindicó la vida y muerte de Osiris como su propia vida. Osiris pasó a representar el espíritu de la resistencia a los faraones.
Y la idea de la inmortalidad como premio a los que luchaban por la justicia conquistó terreno en las mentes y corazones de los egipcios. Osiris era un dios de la justicia que con su balanza de la vida castigaba a los poderosos y premiaba a los oprimidos. Había vida y vida abundante después de la muerte. Así como Osiris había triunfado sobre la muerte sus seguidores también heredaban la vida eterna. Y la victoria de Horus sobre Set afirmaba la victoria del bien sobre el mal. Había esperanza.
Se consideraba que los muertos necesitaban comida y bebida para el viaje al más allá. Pero antes del viaje existía el juicio. Todos los muertos se presentaban ante Osiris para rendir cuentas de sus hechos en la vida. Y Osiris utilizando la balanza de la vida pesaba los corazones de los muertos para evaluar las acciones cometidas durante la existencia terrestre.
Los que pasaban la prueba podían ingresar al reino celestial, donde había caza abundante de gansos salvajes, apacibles lagos y muchas delicias. Los que fracasaban en la prueba eran destruidos. En determinado momento este sistema religioso fue manipulado por la casta sacerdotal, la cual aprovechándose de la guerra de independencia contra los Hiksos, aumentó su poder y promovió, podríamos con precisión decir inauguró, la venta de encantamientos mágicos y conjuros, que permitían que el corazón de los difuntos no revelara su verdadera identidad y burlar así la balanza de Osiris.
Hasta el vendedor de indulgencias Tetzel que se enfrentó a Lutero en la Alemania medieval quedaba como aprendiz frente a estos estafadores religiosos egipcios. Estos mimos sacerdotes también vendían fórmulas –escritas en rollos de papiro- que colocadas en las tumbas facilitaban el tránsito de los difuntos al reino celestial. Cosas veredes, mi amigo Sancho. O sea que se dedicaban a la venta de entradas al paraíso. Estas fórmulas fueron luego recopiladas en el famoso Libro de los Muertos.
Hubo un faraón que reacciono airado contra estos excesos, de nombre Amenhotep IV que gobernó en el año 1375 a. C. y fue asesinado quince años después. El expulsó a los sacerdotes de los templos y decretó el culto a un nuevo y único dios de nombre Aton. E incluso construyó una nueva capital para honrar su nombre, El- Amarna. Concibió a este nuevo dios como un Padre celestial que cuida de sus hijos e hijas.
Los profetas de Israel asumieron estas ideas 600 años después. No obstante el carácter progresista de este hecho religioso, los sectores populares no lo comprendieron y siguieron adorando a sus antiguos dioses. Y luego del asesinato de Amenhotep IV los sacerdotes iniciaron una ofensiva espiritualista, promoviendo el ritualismo y la magia. Y hasta el culto de Osiris degeneró en opio del pueblo como sucede en muchas iglesias latinoamericanas con el culto de un Jesucristo globalizador y descarnado. Pero la memoria del Osiris popular y democrático sigue convocando a los egipcios y pude también convocar a los latinoamericanos a la lucha por la paz y la justicia.
Rev. Roberto Pineda
Iglesia Luterana Popular de El Salvador
San salvador, 30 de septiembre de 2006
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