Hermanos y hermanas:
Deseamos en primer lugar agradecer esta invitación al Centro Cívico Democrático y en especial a nuestro amigo Don Ramón Díaz Bach.
Nuestra presentación la dividiremos en dos partes. En la primera
compartiremos nuestra visión teológica, en la segunda nuestra visión pastoral sobre lo que paso el 21 de marzo y sus consecuencias para el futuro del país.
Nuestra visión teológica
En nuestra visión, el poder, el estado de derecho, la legitimidad y el consentimiento están vinculados a una situación de opresión y de sometimiento, o a una de justicia y de servicio. En el Evangelio de Lucas, en su capítulo 22, nuestro Señor Jesús establece que:
“Los reyes de las naciones oprimen a sus súbditos, y los que ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores. No sea así entre ustedes. Al contrario, el mayor debe comportarse como el menor y el que manda como el que sirve.”
Las palabras de Jesús nos dan pautas, criterios básicos, nos señalan un rumbo. El servicio como lo más importante del ejercicio del poder. Isaías, uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento, que se enfrentó a la prepotencia de los imperios y de las cúpulas dominantes, experimento la preocupación que hoy nos reúne aquí; dijo así:
“La viña del Señor Todopoderoso es el pueblo de Israel. Los hombres de Judá son su huerto preferido. El esperaba la justicia, pero encontró ríos de sangre. Esperaba rectitud pero encontró gritos de angustia.” (Is 5,7)
Y más adelante, en el capítulo 11, Isaías el gran profeta de Israel nos dice:
“El se deleitará en el temor del Señor: no juzgará según las apariencias, ni decidirá por lo que oiga decir, sino que juzgará con justicia los desvalidos, y dará un fallo justo a favor de los pobre de la tierra...la justicia será el cinto de sus lomos y la fidelidad el ceñidor de su cintura.”
Y finalmente Isaías nos dice que:
“La justicia morara en el desierto, y en el campo fértil habitará la rectitud. El producto de la justicia será la paz, tranquilidad y seguridad perpetuas serán su fruto. Mi pueblo habitará en un lugar de paz, en moradas seguras, en serenos lugares de reposo.” Is 22:16-18
Este es nuestro marco de referencia. Para nosotros la seguridad, la tranquilidad, la paz están vinculadas a una estado de justicia.
Nuestra visión pastoral
Como Iglesia entendemos el estado de derecho como un orden jurídico que establece el marco en el cual se ejerce la conducta de los individuo, los grupos y las instituciones. Es un orden jurídico fundado en los principios fundamentales del Derecho, y se expresa en una Constitución, que consagra la existencia del poder legislativo, del poder ejecutivo y un poder judicial independiente, y que establece una distribución de facultades e independencia entre estos.
Las bases del estado de derecho son el imperio de la ley, la distribución del poder estatal en diferentes órganos, la legalidad de la administración y responsabilidad de las autoridades, y respeto y garantía de los derechos humanos.
Con respecto a la legitimidad, esta se puede definir, de acuerdo con Duverger, como “la cualidad que presenta un poder de ser conforme a la imagen del poder que se considera válida en la sociedad considerada.”
A partir de estos conceptos, consideramos que en El Salvador, en nuestro querido país, se vive una situación muy peligrosa. Lo que pasó el 21 de marzo y en los meses previos a esta elección presidencial, debe hacernos un podeos llamado a la reflexión y a la acción para salvar, para salvar este proceso democrático por el cual se ha derramado tanto sangre.
El 21 de marzo representa la ruptura tanto del orden constitucional como del espíritu y la letra de los acuerdos de Paz de 1992. es el principal retroceso, en un área muy sensible, la de los derechos políticos y civiles. Ya antes se había bloqueado el establecimiento del Foro de Concertación Económico Social, se había venido militarizando a la Policía Nacional Civil, se había obstaculizado la labor de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, pero esta vez se golpea el derecho básico, esencial, el derecho a la alternabilidad en el ejercicio del poder.
Lo que pasó el 21 de marzo no pude repetirse y debe de corregirse. Esto es fundamental. Si esto no se resuelve la polarización social y política se va a incrementar. La polarización es el resultado de no ceder, de pretender imponer la voluntad propia sobre los demás, de romper todo tipo de normas para conservar el poder.
En el pasado esto nos condujo a una guerra, a un largo y sangriento conflicto armado. Existe esta amenaza. Pero esta situación también nos permite una oportunidad, la de sentarnos los diverso sectores de nuestra sociedad para un nuevo acuerdo nacional, que modernice y profundice la reforma política iniciada en 1992 y que siente las bases para una nueva sociedad, más justa y más participativa. Esta es nuestra apuesta fundamental como Iglesia.
Este es el sueño que tenemos para que haya paz en El Salvador. Una paz naturalmente con justicia social. Ese es el compromiso que asumimos como Iglesia identificada con las aspiraciones y las luchas de nuestro pueblo salvadoreño. Y para hacerlo realidad tenemos que trabajar fuerte, organizar, educar y movilizar a nuestro pueblo, a este pueblo de Monseñor Romero. Gracias.
* Ponencia realizada por Rev. Roberto Pineda, a nombre de Iglesia Luterana, el 28 de mayo de 2004, en Foro sobre “El estado de derecho y la ilegitimidad de las elecciones presidenciales” organizado por el Centro Cívico Democrático EN Hotel Holliday Inn.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario