domingo, 6 de abril de 2008

Jesús y la Justicia de Género 6-octubre-03

Jesús y la Justicia de Género

Reflexión sobre Marcos 10:1-12

Rev. Roberto Pineda *



Jesús de Nazaret nació, vivió, luchó, murió y resucitó en una sociedad profundamente androcéntrica, discriminatoria contra la mujer, patriarcal. Su mensaje a veces está marcado por esta realidad, pero a veces también la supera y nos permite encontrar pistas para el desafío que tenemos como iglesia de luchar por la justicia y la igualdad.

Jesús de Nazaret siempre habló con la verdad y por la justicia. La lucha por la justicia fue la esencia, el sello distintivo de su ministerio. Y los poderosos, sus enemigos, trataron en múltiples oportunidades de arrinconarlo, con la pretensión que se contradijera o negara algún aspecto de su mensaje, como el relacionado al imperio o en este caso, la lucha por la justicia de genero.

En los Evangelios se describe precisamente esta intensa lucha ideológica de Jesús de Nazaret con sus adversarios e incluso al interior de su propio Movimiento Popular. En el tema de la justicia de genero predominaba en la cultura y en las tradiciones una concepción que calificaba a la mujer como un ser inferior, subordinado, y establecía la superioridad social y particularmente religiosa del hombre.

Jesús de Nazaret rechazó esta visión e incluso se enfrentó a la tradición de Moisés, para reivindicar los derechos de las mujeres. Rompió esquemas. Y la visión de Jesús hacia las mujeres está determinada por sus ideas de justicia y se fundamentó en el respeto y la unidad entre el hombre y la mujer para luchar, para ser compañero y compañera en la construcción del reino de Dios.

En este texto Jesús de Nazaret polemiza con unos fariseos y posteriormente con sus propios discípulos sobre los derechos de la mujer en una sociedad patriarcal, y sobre el significado de vivir juntos y construir una familia. Ambos temas eran muy controversiales por la opresión de genero existente en esa época, y que sigue vigente.

Son los fariseos los que toman la iniciativa y le preguntan a Jesús “con animo de probarlo”, ¿puede el marido despedir a su esposa? Jesús asimiló la pregunta y les contesta invocando la autoridad de Moisés. Esto los tranquiliza y le responden mencionando la prerrogativa del hombre a firmar el acta de separación y despedir a la mujer. Esta era una legislación nefasta, ya que condenaba a las mujeres al abuso, al maltrato y a la humillación de ser “despedida”, rechazada, violentada en sus derechos. Y después nadie la recibía.

Jesús rechazó esta legislación aunque hubiera sido establecida por el mismo Moisés, porque no respondía a un criterio de justicia sino de opresión. Reproducía y perpetuaba la opresión de las mujeres. Luchar por la Justicia y condenar la opresión son las coordenadas básicas en las que se mueve Jesús, los criterios que iluminan su caminar por la vida.

Jesús les explica que “Moisés escribió esta ley porque ustedes son duros de corazón.”La dureza de corazón se explica por el mantenimiento de estructuras de opresión como la que aparece en el capítulo 24 del Deuteronomio, que reconoce la facultad de los hombres para firmar “el acta de separación y después divorciarse.” Jesús se toma la libertad de criticar la ley mosaica. Jesús condena, denuncia todo aquello que justifica y favorece la opresión.

Pero al mismo tiempo Jesús establece el sentido verdadero del mensaje bíblico, y para lograr esto utiliza el fragmento más radical de la versión sacerdotal de la Creación: Pero la Biblia dice que al principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer.” Dios los hizo hombre y mujer, para vivir y luchar juntos.

Después agrega, esta vez tomando de la versión yavista, la siguiente idea: Por eso dejara el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa y serán los dos uno solo. De manera que ya no son dos sino uno solo. Por eso, lo que Dios unió, que el hombre no lo separe.” El matrimonio es expresión de la unidad entre el hombre y la mujer, de la unidad entre dos personas, de unidad de propósito y de acción, de un proyecto común que se materializa en la familia, en el hogar.

Es por esto que Jesús rechaza el divorcio como ruptura de un compromiso, como fracaso de un proyecto, como perdida del rumbo, como separación entre hermano y hermana, como fracaso de un sueño. Lo que Dios unió, que el hombre no lo separe. Que la sociedad no lo separe, que la cultura no lo separe.

Esta discusión continuó con los seguidores de Jesús, en casa, y se agrega un nuevo concepto, el de adulterio. Jesús les dice: El que se separa de su esposa y se casa con otra comete adulterio contra la primera.” Esta fue una declaración escandalosa, en aquella época acusar al hombre de adulterio era inconcebible. Y Jesús lo hizo. Y en este esfuerzo condenó a la sociedad patriarcal, a la religión patriarcal, al sistema opresor androcéntrico.

Fue tal su radicalidad, que el mismo Jesús se ve forzado a complementarla diciendo lo mismo para la mujer: Y si esta deja a su marido, y se casa con otro, también comete adulterio.” También, la regla se aplica ambos. Pero en primer lugar se refiere a los hasta entonces todopoderosos hombres.

Y precisamente estos hombres, que después fueron sacerdotes, teólogos, obispos, y luego pastores, se las arreglaron para convertir este manifiesto comunista, este manifiesto feminista del siglo primero de nuestra era, en una condena de las mujeres, del divorcio, que todavía se sigue utilizando en nuestras iglesias para reproducir esquemas de opresión y manipulación ideológica contra las mujeres.

Jesús de Nazaret condenó en términos fuertes el adulterio. El adulterio es la traición a nuestros ideales, a nuestros principios, con respecto a nuestra pareja pero también con respecto a nuestra realidad, e incluso a nosotros mismos. El adulterio es un puñal que se clava en el corazón de nuestra pareja y que termina desangrándonos, hiriéndonos, golpeándonos, lastimando nuestra fragilidad humana, haciéndonos daño.

El amor es un don de Dios, y quizás su misterio supremo porque nos eleva por encima del lodo del egoísmo, nos enseña a confiar en el ser amado, a luchar por la democracia en la calle y en la casa, a respetar y a ser justos, a soñar con nuevos cielos y nuevas tierras, cargadas de justicia y de paz. Amén.

* San Salvador, 6 de octubre de 2003

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