domingo, 3 de febrero de 2008

Capernaum: La primera batalla de Jesús 31-enero-03

Marcos 1:21-28


Cada uno de los Evangelios describe de manera diferente el comienzo de la actividad pública de Jesús, de las primeras acciones políticas, organizadas por el núcleo inicial de seguidores de Jesús de Nazaret.

Sucede que en cada Evangelio se da prioridad a una determinada dimensión de la praxis política de Jesús, de acuerdo a las necesidades que encontraron en el camino, en la lucha, las comunidades de fe que asumieron el reto de seguir, interpretar y redactar la vida y el mensaje de Jesús.

En el texto reseñado, Marcos coloca como actividades iniciales de Jesús de Nazaret, el crucificado que resucitó, las de enseñar en una sinagoga y de expulsar un demonio que se había apoderado de una persona. En ambos casos Jesús rompe con el orden establecido, con el establishment político y religioso.

Nos enteramos que Jesús de Nazaret enseña y cura. La educación y la salud fueron asumidos como medios idóneos para proclamar el mensaje de salvación, para divulgar las buenas nuevas del reino de Dios. Jesús es un educador popular y no de elites. Un médico popular y no de minorías poderosas.

Jesús y su Movimiento Popular nunca tuvieron como criterios obtener ganancias económicas. Jesús no fue un comerciante de la salud ni de la educación. Salud y educación eran medios para lograr la liberación. Se necesitaba un pueblo educado y sano para construir el reino y derrotar a los demonios de la ignorancia y la enfermedad.

Jesús desarrolló su primera actividad en Capernaum, a la orilla del lago de Galilea, donde estaba viviendo (Mateo 4:13). La curación se realizó en día sábado, chocando con lo establecido por la ley mosaica, mientras que la enseñanza se realizó en el interior de la sinagoga. Para Jesús la proclamación del reino de Dios era el criterio máximo de legalidad.

Cuando Jesús enseñaba lo hacía con mucha convicción y conocimiento. Con pasión y sabiduría. Con mucho entusiasmo, porque estaba seguro que su palabra ayudaría a romper las cadenas de la opresión. Enseñaba con mucho amor porque estaba dispuesto incluso a entregar su vida por ese pueblo sufrido de El Salvador, quiero decir de Palestina.

Esta actitud combativa, decidida, consecuente, despertó la simpatía y el apoyo de muchas personas que reconocieron que Jesús enseñaba "con plena autoridad", convencido de la fuerza del mensaje del reino de Dios.

En la sinagoga había un hombre enfermo, endemoniado, desesperado, sin esperanza, como sucede en muchas de nuestras iglesias. Los espíritus que lo oprimían lo habían inmovilizado. Su propia voz se había apagado. Su voluntad estaba derrotada. Tenía mucho temor y ese mismo temor lo hace rechazar a Jesús, lo hace gritar rechazando la liberación. Esa persona deseaba seguir viviendo en la opresión, en la oscuridad.

Jesús decidió enfrentarse a ese demonio, a ese espíritu inmundo, y le dice con la autoridad de la palabra de Dios: ¡cállate y deja a este hombre! Y expulsó al demonio. Lo que hizo Jesús es muy significativo.

Como iglesias seguidoras del Jesús resucitado, debemos de preguntarnos cuales son los demonios que en nuestras sociedades mantienen oprimida a nuestra gente y que debemos de hacer para combatirlos. Nos corresponde decirle a los gobiernos autoritarios que mienten y reprimen a nuestra gente: ¡cállense y dejen a este pueblo!

El demonio de la pobreza golpea diariamente a nuestra gente en las mesas de sus hogares. El demonio de la guerra amenaza al heroico pueblo de Irak. El demonio de la indiferencia social ha penetrado en nuestras iglesias y cierra las puertas al sufrimiento de nuestras viudas y huérfanos. El demonio de la riqueza cierra los corazones a la solidaridad.

La gente observó a Jesús cuando enseñaba y cuando curaba, al principio sorprendida y luego admirada, intuía que algo nuevo estaba pasando, eran testigos del aparecimiento de una nueva organización popular, de un nuevo movimiento social encabezado por un dirigente con un espíritu poderoso, que enseñaba de una manera nueva y que también expulsaba demonios.

La noticia de este hecho , de esta primera batalla de Jesús, corrió como un reguero de pólvora. La gente se encargó de divulgar por todos los rincones de Galilea de la existencia de este grupo de personas, con un mensaje nuevo, con una conducción confiable y con una práctica de trabajo con la gente. Jesús también fue un agitador y un propagandista del reino de Dios.

En nuestras iglesias...

Por lo general en nuestras iglesias nos perdemos y casi nunca encontramos nuestro camino a Capernaum. Hacemos todo lo contrario de lo que hizo Jesús y nos llamamos cristianos. Nuestras iglesias se han convertido en instituciones respetables y respetuosas del orden establecido. Le temen a la protesta y a la lucha.

Son las encargados de bendecir a los dictadores, sean civiles o militares, y acompañar sonrientes a sus gobiernos y sectores poderosos en sus empresas comerciales o militares. Triste papel de nuestras iglesias. Ingrato destino de personas que leen la Biblia y se arrodillan en los templos.

Nuestras iglesias no son semillas de liberación sino ramas de un árbol podrido de opresión, que tiene como raíces la ignorancia y la enfermedad. Duele reconocerlo, pero mientras sigamos únicamente rezando al interior de nuestros templos y nos olvidemos que afuera, en la calle, está nuestra gente sufriendo, están los niños durmiendo en las aceras de las calles sin haber cenado, y nuestros jóvenes tengan que irse a trabajar a Estados Unidos, muy poco estamos haciendo para seguir a Jesús, el revolucionario que fue asesinado porque "hablaba con autoridad".

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Rev. Roberto Pineda
Iglesia Luterana Salvadoreña
Calle 5 de Noviembre y 8va. Ave. Norte
Barrio San Miguelito, San Salvador
Tel: (503) 225 4616
El Salvador
robertoarmando@navegante.com.sv
San Salvador, 31 de enero de 2003

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