Reflexión sobre Marcos 8: 31-38
El sufrimiento, el rechazo y la muerte fueron las respuestas que los sectores poderos -judíos y romanos- brindaron a la persona y al mensaje de Jesús de Nazaret. Estas reacciones provocaron confusión y temor al interior del Movimiento Popular u obligaron a Jesús a incluir en su estrategia de lucha, no solo ganar adeptos sino también enfrentar la represión del imperio fortaleciendo la autodefensa de su organización política.
Este es un texto clave por su densidad teológica. Marca un quiebre, un cruce en el camino de Jesús. Concluye un periodo e inicia otro. Finaliza el período del desarrollo pacífico, aceptable, tranquilo e inicia el período de la represión. Esto hizo necesario aumentar las condiciones para asegurar la sobrevivencia del Movimiento de Jesús.
En este texto podemos distinguir cuatro momentos: que nos ayudan a comprender esta compleja situación. El primer momento consiste en la enseñanza de Jesús sobre el sufrimiento. Esto causó mucha sorpresa. Tiene tres aspectos: el anuncio de la represión, que se aproxima, del rechazo que iban a experimentar de las cúpulas dirigentes judías (saduceos y fariseos) y lo más escabroso, que lo iban a matar. Para sus seguidores esto era inaudito, no podía suceder así. Pero Jesús les hablaba con la verdad.
Pedro, uno de los principales lideres del Movimiento, asume la responsabilidad de expresarle a nombre de todos sus preocupaciones y “lo llevó aparte” y comenzó a criticarle su posición. ¿Qué le pasaba a Jesús?
¿Por qué estaba asumiendo actitudes derrotistas? ¿Qué pretendía Jesús?
¿Por qué estaba enviando un mensaje sin perspectiva de victoria?
Jesús de manera inmediata, le responde a Pedro y le grita: ¡Apártate de mi, Satanás! Una acusación hiriente, golpeante, muy fuerte. Y estalla una polémica sobre la situación del Movimiento “de no ver las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres.”
Jesús estima que se necesitaba mayor visión, mayor compromiso y mayor sacrificio para enfrentar los retos de vencer a un enemigo tan poderoso como el imperio romano de aquella época.
En esta polémica al interior de su propio Movimiento, Jesús dibuja el perfil del militante: “si alguno quiere ser discípulo mío, cargue con su cruz y sígame.” El compromiso con Jesús significa asumir una responsabilidad política y cumplirla, con nosotros mismos, con nuestra familia, vecindario, escuela, trabajo, partido, iglesia, etc.
“El que quiera salvar su vida la perderá.” Una vida sin Jesús y sin luchar por la justicia es una vida perdida, vacía, superficial, sin significado, irrelevante, en pecado, aunque se viva en y desde la iglesia. “Pero el que pierde la vida por causa mía y del mensaje de salvación, la salvará.” La salvación se relaciona con la lucha, con le compromiso, con el amor al prójimo, con la organización política, con la proclamación del Evangelio. Y esto puede hacerse y la mayor parte de veces se hace incluso fuera de la iglesia.
Jesús nos resuelve el verdadero significado de la vida, de nuestra existencia terrenal al explicarnos que de nada sirve “ganar el mundo entero” las riquezas, el poder, la sabiduría, si se pierde la vida, si se desperdicia la vida, si se vive una existencia cerrada al amor, a la solidaridad.
Estamos en Cuaresma, periodo de arrepentimiento por que no hemos sido dinos seguidores de ese Jesús que, entregó su vida por nuestra liberación; de ese Jesús que nos sigue convocando a la lucha, a la solidaridad. Estamos en una Cuaresma, teñida con la sangre del pueblo iraquí. Sentimos la impotencia ante el poderío del imperio peor también en nuestras venas circula la cólera y en nuestros corazones la te la esperanza que los invasores de Irak podrán conquistarlos pero no vencerlos. Amén.
Rev. Roberto Pineda, Iglesia Luterana Salvadoreña
San Salvador, 18 de marzo de 2003
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