Para que todos seamos uno...
Juan 17:21
La celebración de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos constituye todos los años una oportunidad para fortalecer los lazos de amistad y unidad entre las iglesias y los cristianos que confesamos a Jesucristo como nuestro Salvador y Liberador.
Durante treinta y siete años en nuestro país católicos y protestantes hemos caminado y soñado juntos, nos hemos visitado en nuestros templos y hemos compartido el púlpito y el altar, la Palabra y la Santa Cena, las alegrías y los peligros de predicar y trabajar por la construcción del reino de Dios, como hermanos y hermanas en Cristo. Hemos creado una tradición ecuménica en El Salvador, de mucha riqueza y profundidad.
La primer actividad ecuménica fue realizada el 18 de enero de 1966,en la Iglesia Católica del Rosario, en el centro histórico de San Salvador.(1) Se respiraban los aires del glorioso Vaticano II y el impulsor principal de este esfuerzo fue el sacerdote dominico José Carlos Fernández del Cid. Participaron en la celebración religiosa los obispos católicos Arturo Rivera y Damas y José Eduardo Álvarez y el presbítero luterano Napoleón Artigas. Este fue el momento fundador del ecumenismo salvadoreño.
El segundo esfuerzo es una década después, impulsado por Monseñor Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, que decidió celebrar en enero de 1978 la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Contribuyó a este esfuerzo el recién creado Movimiento Ecuménico salvadoreño dirigido por el joven católico Rogelio Cáceres, miembro del Movimiento Estudiantil Cristiano (MEC). Monseñor Romero fue un convencido de la necesidad de la unidad de los cristianos y semanas antes de ser asesinado había formado el Comité Ecuménico de ayuda Humanitaria (CEAH), dirigido por la pastora bautista Marta Benavides.
El tercer momento se vincula al inicio y desarrollo del conflicto armado que abarcó toda la década de los ochenta. Fue un esfuerzo ecuménico que se manifestó en la ayuda humanitaria a la población civil, en la defensa de los derechos humanos, y en los esfuerzos por lograr una salida política, por medio del diálogo y la negociación a la guerra. Católico romanos, episcopales, luteranos, y bautistas acompañaron este proceso por medio de la Coordinación Ecuménica Diaconía.
El cuarto momento arranca con la firma de los Acuerdos de Paz el 16 de enero de 1992. Con la finalización del conflicto inicia un complejo proceso de desmontaje de Diaconía y de debilitamiento del proyecto ecuménico. Con tristeza descubrimos que la guerra nos había unido y la paz volvía a separarnos. Fue un momento de mucha confusión y dispersión. Surge el 23 d agosto de 1991 el Consejo Nacional de Iglesias integrado por luteranos, episcopales, reformados y algunas iglesias bautistas.(2) En 1992 se forma la Fraternidad Ecuménica por la Paz, integrada por algunas iglesias bautistas y sectores de base de la Iglesia Católica. Como institución, la Iglesia Católica Romana no participa en ninguno de estos dos esfuerzos.
En enero de 1996 tuvimos la bendición de celebrar católico romanos, bautistas, episcopales, luteranos y reformados el 30 aniversario de la primera actividad ecuménica ya señalada. Ese mismo año volvimos a encontrarnos con ocasión d la visita al país del Papa Juan Pablo II, a quién saludamos. Asimismo celebramos conjuntamente el inicio de Pentecostés.
El quinto momento inicia en octubre de 1999 cuando se realizó en Catedral Metropolitana un Acto religioso en celebración de la firma del acuerdo Católico-Luterano sobre la doctrina de la justificación por la fe. En la actividad participaron los principales dirigentes de las iglesias católica romana, luterana, episcopal, reformada y de la Iglesias Bautista Emmanuel. El siguiente año, el 2000, de nuevo estuvimos estas cinco iglesias celebrando en Catedral Metropolitana el año del Jubileo. En enero y febrero de 2001 lloramos y oramos conjuntamente por las víctimas de los terremotos.
El sexto momento surge como resultado de los atentados terroristas contra las torres gemelas en Nueva York, el 11 d septiembre de 2001. Por esta situación se convocó a un culto inter-religioso en el que por primera vez en la historia nos reunimos para orar representantes de las religiones Cristiana, Judía, Musulmana y de la Fe Bahai. Fue un descubrimiento del carácter multi-religioso de nuestra sociedad y del nacimiento del macro-ecumenismo.
No obstante este desarrollo positivo de nuestra visión religiosa, debemos señalar auto-críticamente que todavía seguimos sin reconocer ni integrar a las expresiones religiosas indígenas, que sobrevivieron y existen, y continúan marginadas de la vida religiosa del país. Subsisten en la clandestinidad.
Estos son algunas estaciones del camino recorrido por el tren ecuménico desde 1966 hasta nuestros días. En la actualidad estamos en un nuevo momento, con nuevos desafíos. Es importante evitar tanto el alejamiento que ha caracterizado a largos períodos así como el ecumenismo formalista, que no asume un compromiso con los humildes. A nuestro criterio, el ecumenismo es para dar testimonio de una iglesia unidad alrededor de Jesús, el rebelde que fue crucificado y resucitó al tercer día, para continuar luchando por la justicia en la tierra. Ecumenismo y lucha por la justicia son dos caras de una misma visión.
Nuestros desafíos
Hacia futuro como luteranos identificamos cuatro desafíos para nuestras iglesias en su caminar ecuménico. El primer desafío es el de fortalecer la unidad, a nivel de jerarquía y de base, entre nuestras iglesias de corte histórico y la Iglesia Católica Romana. Pasar de las celebraciones a los compromisos, de la oración a la acción, del encuentro al diálogo.
Un segundo desafío es el de acercarnos a las iglesias evangélicas pentecostales y neo-pentecostales y buscar puntos de encuentro que nos permitan construir una agenda inter-denominacional, mediante la cual podamos dar testimonio del Dios de Vida en el que creemos.
Un tercer desafío s el de ir al encuentro de nuestros hermanos y hermanas judíos, musulmanes y de la fe Bahai. Reconocer con humildad y aceptar con alegría que nuestro país es multirreligioso y eso nos enriquece.
Como cuarto desafío esta el de hacer justicia a nuestros indígenas y reconocer y respetar sus ceremonias religiosas, sus centros de adoración, su calendario sagrado, sus sacerdotes y sacerdotisas.
Como cristianos tenemos la confianza que el Dios de Abraham, que es el mismo Padre de Jesús y que es fundamentalmente un Dios de Vida nos seguirá iluminando en este camino y nos permitirá caminar, crecer y soñar juntos como iglesias y hombres y mujeres de fe, que confiesan al rebelde que desafió al imperio romano, a Jesús de Nazaret, nuestro Señor Jesucristo. Amén.
1. ECUMENISMO: www.arzsansalvador.org/ecumenismo.htm
2. Magaña, Hugo. La Conformación del Consejo nacional de Iglesias.
REVISTA DE LA ULS. San Salvador, N.3, julio-diciembre 1991
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