Miqueas 4:3-4
Hermanos y hermanas:
Estamos aquí frente a la embajada del país más poderoso de la tierra, para expresar nuestra solidaridad con el sufrido y heroico pueblo de Irak, y para rechazar la campaña de amenazas y los preparativos bélicos de agresión que realiza el gobierno estadounidense de George Bush. Estamos aquí contra la guerra y por la paz en Irak.
Como pueblo e iglesia salvadoreña conocemos y rechazamos la guerra. La vivimos durante doce años. Y conocemos la dictadura militar también. La vivimos durante cincuenta años. Sabemos lo que esto significa, sabemos de lo que estamos hablando. Significa niños y niñas destrozados por las bombas, el temor y la cólera ante los bombardeos.
Las madres huyendo con sus niños en brazos, la tristeza en los rostros de los huérfanos y las viudas, los jóvenes caminando al sacrificio, las desapariciones de los amigos y los cuerpos mutilados, decapitados, las masacres de nuestros vecinos, todo eso lo sabemos, lo hemos vivido y por eso rechazamos la guerra en Irak.
Como pueblo e iglesia salvadoreña hacemos un llamado al gobierno norteamericano, perdón estadounidense, a respetar las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y permitir que este conflicto sea resuelto por la vía del derecho internacional, por la vía diplomática, por la vía del diálogo y la negociación, y no por la vía de la intervención armada y del castigo nuclear, no por la vía de la guerra.
Le hacemos un llamado a este gobierno poderoso, a esta nueva Roma, pero no nos hacemos ilusiones, conocemos de su prepotencia, y es por eso que también hacemos un llamado al pueblo de Jefferson, al pueblo de Lincoln, al pueblo de Martín Luther King, a los seguidores de Jesús de Nazaret en los Estados Unidos, para que marchen por las calles.
Que recorran las avenidas y los bulevares de Los Angeles, Chicago, Nueva York, San Francisco y exijan a sus representantes ante el Congreso a que se ponga fin a estos preparativos militares, los convocamos para que escriban a la Casa Blanca en Washington y expresen su oposición, su rechazo a la guerra. Confiamos en el pueblo estadounidense, confiamos en sus grandes reservas morales y su sentido de justicia, porque lo conocemos.
Es el mismo pueblo que nos acompañó durante la guerra y nunca nos abandonó, incluso en los momentos más difíciles de la represión y la guerra. Convocamos a sus iglesias y sus comunidades y estamos seguros que van a parar la guerra. Estamos seguros que no apoyan la guerra y si apoyan la paz.
Como pueblo salvadoreño, como pueblo de Monseñor Romero, el obispo que fue asesinado en el altar por luchar por la justicia; entregamos nuestro corazón, nuestras oraciones, nuestras esperanzas al noble y valiente pueblo de Irak, a los habitantes de Bagdad, de Basora.
Comprendemos su sufrimiento, su angustia, su frustración, su impotencia. Aunque somos de culturas diferentes, hablamos lenguajes diferentes, tenemos religiones diferentes, nos unen los mismos sueños de justicia y liberación, de paz y tranquilidad en nuestras aldeas y ciudades. Y no podemos olvidar que venimos de la misma semilla de Abraham.
Hermanos y hermanas:
Hemos escuchado el texto de Miqueas, el gran profeta del Antiguo Testamento. Es un mensaje de paz y esperanza. Miqueas nos describe el sueño de la humanidad: un mundo sin guerras y con tranquilidad, un mundo seguro y solidario. Un mundo que tenemos que construir, por el que tenemos que luchar.
Miqueas hace un llamado a los poderosos para que conviertan sus espadas en arados, para que transformen sus lanzas en hoces. Miqueas nos llama a convertir los tanques en tractores, los aviones y buques de guerra en aviones y buques de paz. El gobierno estadounidense tendría muchos amigos en el mundo si en vez de amenazas y guerra, impulsara la amistad y la solidaridad. En el mundo actual, solo la justicia puede ser la fuente de la seguridad. Solo la justicia puede destruir el terror.
Miqueas nos habla de vivir sin temor y que cada persona y país descanse a la sombra de su vid y de su higuera. Este es el sueño de la humanidad, por el cual generaciones y generaciones de luchadores han entregado sus vidas. Este es el sueño de los niños y niñas de Irak, de los niños y niñas de El Salvador, de los niños y niñas de Estados Unidos. De los hombres y mujeres de todo el planeta.
Y es por eso que estamos aquí esta mañana, marchando y cantando, orando y gritando, con la confianza en que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de nuestro Padre y la comunión del Espíritu Santo serán más poderosos que los planes de agresión contra Irak y nos darán la fuerza para seguir adelante luchando por la paz. Amén.
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Roberto Pineda
robertoarmando@navegante.com.sv
Predicación realizada por Rev. Roberto Pineda, frente a Embajada de Estados Unidos en San Salvador, el de 3 de febrero por la mañana, convocada por la Iglesia Luterana, en actividad lamada "Jornada de Oración por la Paz en Irak"
domingo, 3 de febrero de 2008
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