martes, 12 de febrero de 2008

Un colaborador de los romanos se une a Jesús 2-marzo-03

Reflexión sobre Marcos

El Puerto Rico, perdón, la Palestina en la que Jesús vivió, luchó y murió era un territorio ocupado militarmente por la tropa romana y administrada por una elite judía entreguista. Era una colonia pobre y oprimida. Jesús de Nazaret conoció y rechazó desde lo más profundo de su ser la experiencia del coloniaje. En su corazón palpitaba la idea de la independencia y de la liberación.

La mayoría d e la población judía rechazaba la ocupación militar romana y confiaba en la aparición de un Mesías, que los organizara y los guiara en su lucha de liberación para conquistar la independencia. Por esta causa estaban dispuestos a dedicar y entregar su vida. La lucha por ser libres moldeaba su identidad como pueblo de Dios, estaba en las raíces de su historia la idea, la convicción de un Yahvé liberador.

Entre los diversos sectores de la población judía predominaba un sentimiento de temor y desprecio hacia los militares romanos a los que se consideraba como invasores, a excepción de un grupo de judíos adinerados, los saduceos, que apoyaban la intervención, y de otro grupo, de origen humilde, que decidieron convertirse en publícanos, cobradores de impuestos para Roma.

Este papel nefasto de los publícanos les granjeó el rechazo y el odio de la población, porque se aprovechaban de su cargo para enriquecerse por medio del fraude. Eran vistos como la expresión más despreciable de la intervención militar romana.

Jesús de Nazaret no rechazó a los publícanos, al contrario, se acercó a ellos e incluso invitó a uno de sus lideres a convertirse al Movimiento Popular. Jesús logró penetrar en el corazón de este publícano y descubrir una reserva de fe y de dignidad. Jesús no vaciló en integrar a Leví, de pseudónimo Mateo, al Movimiento de Liberación.

En este texto se nos relata la forma como esto ocurrió y las reacciones que suscitó ya que para el partido de los fariseos esto era un hecho escandaloso, y condenable desde cualquier punto de vista, ya que chocaba con los criterios establecidos, con la tradición, con el ostracismo al que eran condenados los traidores.
Se nos dice que Jesús pasó y vio a Leví, hijo de Alfeo, realizando su oficio, sentado en su oficina, para recaudar impuestos. Leví era la representación de la opresión, del servilismo, de la traición. Era un ser que vivía su vida arrodillado, sometido a los romanos. Era una vergüenza para quienes se consideraban hombres libres. Y los romanos lo sabían. Y habían seleccionado a Leví porque sabían que su ambición iba a llevarlo a traicionar los intereses del pueblo judío.

Pero Jesús pudo ver su corazón y descubrir a un ser humano confundido y humillado. Y Jesús lo llama y le dice: Sígueme. Jesús no lo discriminó, no lo separó, no lo marginó. Sino que lo invitó a recuperar su dignidad. Y cuando Leví se levantó no fue solo de la silla donde estaba sentado si no se levantó para convertirse en Mateo, en uno de los más files seguidores de Jesús. Se levantó a tomar su lugar en la lucha de liberación de su pueblo.

Y este acto de liberación, no ya de una enfermedad del cuerpo sino de una enfermedad del alma, del pecado del sometimiento, fue celebrado con un banquete al que invitaron a otros publícanos porque había que celebrar el nacimiento a una vida digna de Leví, hijo de Alfeo.

Y cuando los fariseos se enteraron que Jesús comía con los publícanos, se escandalizaron. No podían comprender como este dirigente popular antiimperialista entraba en contacto con los publícanos. Estaban cerrados al amor que libera y rompe todas las ataduras de la opresión.

Jesús se entero de esto y les dijo: “Los que están buenos y sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.”Justos son los que luchan por la justicia, independientemente de su origen de clase; pecadores son los que se encuentran oprimidos, esclavizados por el sistema, sean ricos o pobres.

En nuestro país, en los últimos años se ha profundizado la opresión, se ha profundizado el pecado. Existen mayores niveles de miedo y de silencio, se han apagado los gritos de justicia y de liberación, hay más sumisión a los poderosos y menos rebeldía, hay más cadenas de opresión. Los débiles los marginados, se encuentran más atados en sus mentes.

Y en esta situación les corresponde a las iglesias ser fermento liberador, ser semilla de rebeldía, ser levadura de dignidad. Y denunciar las injusticias y anunciar la llegada del reino de nuestro padre. Amén.

Rev. Roberto Pineda, Iglesia Luterana Salvadoreña

San Salvador, 2 de marzo de 2008

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