Reflexión sobre hechos 2:1-13
Pentecostés es la fiesta de la victoria. Pentecostés es la certeza que la justicia vencerá a los malvados. Pentecostés es l alegría de la cosecha. Pentecostés es la dignidad de los pueblos frente a sus opresores. Pentecostés es la rebeldía frente al imperio. Pentecostés es lucha y esperanza.
En Hechos de los apóstoles encontramos el relato clásico de este encuentro maravilloso entre los seguidores de Jesús y el Espíritu Santo. Es un encuentro que tiene el misterio de un apretón de manos, de una sonrisa entre amigos, de un abrazo solidario, de una bandera extendida hacia el futuro.
Pentecostés irrumpe con una situación de fracaso y de angustia. Los discípulos se sentían derrotados, sin perspectivas, hundidos en la desolación, aplastados por el imperio. Sobrevivían en el temor y la tristeza. Sus vidas habían perdido el sentido, el rumbo.
Y de repente, todo se transforma y se vive un momento muy intenso de cambio. Eso fue Pentecostés. Un momento muy intenso de cambio. Una experiencia de transformación, de renovación. Cada pueblo y cada persona atraviesan por Pentecostés en el camino de la historia de su vida.
Los discípulos de Jesús experimentaron Pentecostés como el acontecimiento, mediante el que abandonan su acomodamiento y temor y se lanzan al río tempestuoso de la lucha, con la seguridad en la victoria, sin miedo a ahogarse, con una fe firme como una roca.
El Moncada fue Pentecostés para Cuba. Cuba significa para nosotros la alegría de niños y niñas con sus cuadernos bajo el brazo rumbo a la escuela, significa la dignidad rebelde de nuestros pueblos.
La firma de los Acuerdos de Paz el 16 de enero de 1992 fue Pentecostés para El Salvador. Terminó el conflicto armado e inició una nueva época de luchas por la democracia y el desarrollo.
En el texto citado, Hechos 2:1-13, Lucas nos ofrece una descripción gráfica del Pentecostés. Se habla de viento huracanado. Los vientos huracanados del pueblo que se levantan para emprender la marcha hacia su liberación.
Se habla de lenguas de fuego, repartidas sobre cada uno de ellos; Jesús enciende fuego en nuestros corazones para seguirle.
Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo. Cuando el Espíritu Santo se derrama, brota, se difunde, no hay cadenas que puedan aprisionarle, rompe con las ataduras del pecado de la opresión.
Y comenzaron a hablar en otras lenguas. La lucha por la liberación tiene carácter universal porque en cualquier lugar que alguien sufre siempre surge alguien que se solidariza.
El Pentecostés es un río caudaloso y desbordado que nos inunda la vida de lucha y de esperanza. Amén.
Rev. Roberto Pineda, Iglesia Luterana Salvadoreña
San Salvador, 9 de junio de 2003
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