Reflexión sobre Génesis 12:1-12
El criterio fundamental para juzgar sobre la validez de todo tipo de teoría, ideología, religión o institución es la práctica. Y la práctica fundamental en toda sociedad es la lucha por la justicia. Es con este principio que debemos de evaluar cualquier programa o acción: si contribuye a la lucha por la justicia o sirve a los intereses de los poderosos, de los imperios, de la opresión. La justicia es para los oprimidos la clave teológica elemental y universal.
Y este criterio fundamental es válido incluso para analizar los discursos de los dioses que favorecen la opresión y diferenciarlo del Dios que es justicia. Entre ambos hay una lucha permanente, ininterrumpida, multifacética. En los libros sagrados de las diferentes religiones se manifiesta esta contradicción.
En el Antiguo Testamento coexisten dos visiones: una nacionalista y otra universalista, una progresista y otra reaccionaria. Y los oprimidos deben establecer estas diferencias para poder iluminar el camino del reino de Dios y no confundirse en las tinieblas ideológicas de los reinos de la opresión. El Génesis, enfatizamos, es palabra de Dios escrita a partir de intereses humanos, de intereses de clase.
La figura de Abraham como padre (ab en hebreo) de las religiones judía, cristiana y musulmana nos ofrece un ejemplo de como se mezclan, chocan y se fusionan visiones distintas y hasta antagónicas, derivadas de la existencia de intereses de clase opuestos, y naturalmente en los mismos grupos de intelectuales que redactaron estos escritos y filtraron la experiencia histórica de lucha del pueblo hebreo.
La historia de Abraham aparece en el libro del Génesis, a partir del capítulo 12 y llega hasta el capítulo 36. Vamos a explorar algunos de estos pasajes narrativos con el fin de extraer lecciones para nuestra práctica evangélica, acompañando al pueblo salvadoreño en su lucha de liberación.
El capítulo 12 del Génesis inicia con un discurso de Dios. Es un discurso breve pero enérgico y combativo. Dios le ordena al futuro Abraham que es todavía Abram que debe salir de Ur, le anuncia que será el padre de muchas naciones y le ofrece la promesa de la tierra. Le dice que la vida, una vida digna, requiere de la lucha.
Hogar y camino es la encrucijada de la vida y de la lucha
Le dice Dios: sal de tu tierra. Las grandes migraciones humanas han originados las grandes civilizaciones. Abram era un anciano de 75 años. Y Dios lo desafía a abandonar la seguridad de su hogar por la incertidumbre del camino. Abram es llamado a caminar hacia lo desconocido, a nacer de nuevo, a transformarse en peregrino.
Hogar y camino es la encrucijada permanente de la vida y de la lucha. El hogar es la tibieza del descanso mientras que el camino es el horizonte de un nuevo amanecer. Y Abram decidió levantarse y caminar.
Le dice Dios: haré de ti un gran pueblo. La voluntad de Dios rompe los esquemas humanos. Abram era un anciano y Sarai, -que luego sería Sara- su mujer también. Y para complicar el panorama Sarai era estéril. Y Abram toma la decisión de creer en esta promesa divina. Y no se equivoco.
Abram es llamado a creer en lo humanamente imposible, a confiar en lo desconocido, a seguir la luz de la fe que es más poderosa que la luz de la razón. Mente y corazón es el dilema de la vida y de la lucha. Ambos son importantes y debe de buscarse un equilibrio, con la claridad que el corazón es el viento que impulsa el barco de nuestras vidas. Y nuestro corazón esta a la izquierda, siempre a la izquierda.
Le dice Dios: con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo. El poder de Dios es universal. Abram era un campesino humilde. La palabra de Dios es misterio que se revela en la lucha por una vida digna. Abram creyó en esta promesa y se puso a caminar. La experiencia de lucha de un pueblo es bendición para los pueblos del mundo. Muchos siglos después Vietnam nos ratificaría esta verdad.
Abram es llamado a romper con el nacionalismo estrecho y abrirse al mundo diverso de la resistencia a los imperios. Abram es una propuesta progresista, universalista, de solidaridad y de amistad entre los pueblos. Abram es símbolo de la necesidad de unirse para luchar contra el enemigo común de la humanidad: los imperialismos.
Y Abram obedeció la voluntad de Dios y empezó a caminar. A edad avanzada abrió su corazón al sueño de un mundo nuevo, y en este proyecto fue acompañado por su mujer Sarai y su sobrino Lot. Y se dirigieron a Canaàn. Canaàn era lo desconocido y el lugar donde iba a manifestarse el Dios de la justicia.
Y cuando llegó Abram a Siquem, a la encina de Morè, hizo un alto para descansar y orar. Y el texto nos advierte ya que el lugar estaba poblado por cananeos. No nos dice más. Otros pueblos habitaban el lugar a donde llegaban. El texto no nos dice que hayan sido rechazados pero tampoco que hayan sido bien recibidos. Es probable que los hayan considerado como peregrinos que iban de paso.
Dios llama a luchar por la tierra
Y en este lugar se aparece de nuevo Dios y le promete entregarle la tierra que ve y reafirma el compromiso divino. La tierra era un don de Dios. Y Dios le entregaba la tierra a Abram. Una tierra por la que había que luchar. Abram construye un altar en agradecimiento. Y continúa su marcha hacia el este de Betel, donde construye un campamento y sigue marchando hasta trasladarse al Negueb, que en hebreo significa terreno seco.
Al pasar el tiempo, Abram se ve obligado a huir a Egipto, debido a una hambruna. El hambre siempre amenazaba a los pobres. Y por esta razón se convertían en esclavos. Y en Egipto conoció al Faraón. Están un tiempo en Egipto y regresan al Negueb. Y Abràm regresa cambiado. Y el texto nos indica que cuando Abram regresó, era muy rico en ganado, plata y oro. Mientras que Lot lo era en ovejas, vacas y tiendas. El ser social determina la conciencia social.
Y también nos dice que cananeos y fereceos ocupaban el país. No estaba desierto, vivían allí otros pueblos. Y significativamente toda esta riqueza, hace que Abràm y Lot ya no podían vivir juntos en el país. La pobreza los unió y ambos fueron peregrinos que salieron de Ur y luego la riqueza los separaba en Canaan. Y nos dice el texto que surgieron disputas entre los pastores de Abram y los de Lot. Al final, Abram se quedó en Canaan y Lot se fue a la vega del río Jordán, cerca de Sodoma.
Al estar Abram en Canaàn Dios le habla por tercera vez y le dice que toda la tierra que abarques con tu vista te la daré a ti y a tus descendientes para siempre. Haré a tus descendientes como el polvo de la tierra. Mientras en el segundo discurso de Dios el ofrecimiento de la tierra para el campesino Abram significaba tierra para el que la trabaja y la necesita y respondía a los intereses históricos del campesinado como clase.
En este último discurso ante un Abram terrateniente poderoso, aparece un nuevo giro, expansionista, usurpador y agresivo. Es un nuevo lenguaje, diferente. Es el lenguaje de un dios conquistador distinto al Dios de la justicia. El terrateniente Abram necesitaba un dios que justificara sus acciones de saqueo y ocupación del país. Y teniéndolo, se establece en Hebròn, en el encinar de Mambrè, donde construye de nuevo un altar. Las personas cambian y el brillo del oro puede torcer el rumbo de la vida si los principios no son firmes.
Abram empezó a imitar a los reyes de Canaàn
Y en Canaàn existían muchos reyes. Y estos explotaban y oprimían a sus súbditos. Y estos reinos se pasaban haciéndose la guerra para conquistar riquezas y esclavos. Y Abram el Hebreo, como le llamaban, empezó a imitar a estos reyes e inició su participación en estos conflictos, que aparecen en el capítulo 14 del libro del Génesis.
Sucedió que los reyes de las ciudades-estado de Senaar, Elasar, Elam, y Pueblos le declararon la guera a los reyes de Sodoma, Gomorra, Adma, Seboìn y Bela. Estos últimos habían sido durante doce años vasallos del rey de Elam, Codorlahomer, y al decimotercero año se rebelaron. En una de las tantas batallas Codorlahomer saqueó Sodoma y Gomorra y se llevo prisioneros a sus habitantes incluyendo a Lot, el sobrino de Abram.
Cuando Abram oyó que su sobrino había caído prisionero persiguió a los captores hasta derrotar a Codorlahomer y liberar a Lot y a sus posesiones. Esto llenó de alegría a Bera, rey de Sodoma quien salió a su encuentro para agradecerle acompañado por Melquisedec, rey de Salem.
Melquisedec era también sacerdote del Dios altísimo, le sacó pan y vino y le bendijo, diciéndole: Bendito sea Abram por el Dios altísimo, creador de cielo y tierra, bendito sea el Dios Altísimo, que te ha entregado tus enemigos. Y Abràm le dio el diezmo de todo. Mientras el rey de Sodoma le dijo: dame la gente y quédate con las posesiones. Pero Abram solo acepto la comida de sus mozos y la parte de sus acompañantes.
Y así transcurre esta parte de la leyenda de Abram, que luego se transforma en Abraham, personaje simbólico del conflicto que se va abriendo en la sociedad hebrea entre oprimidos y opresores, ase como de la peculiar situación de este pueblo que va a encontrarse en medio de la lucha de varios reinos e imperios, entre los que sobresalen los de Babilonia, Asiria, Hititas, Canaàn y Egipto.
Cada pueblo va construyendo su horizonte histórico por medio de la lucha contra la injusticia. Y cada pueblo va descubriendo a su Dios o a sus dioses que lo acompañan en esta lucha. Lo importante es ubicarse en el bando correcto que es el bando de los oprimidos que son los dueños de la esperanza. Amén.
Rev. Roberto Pineda
Iglesia Luterana Popular de El Salvador.
San Salvador, 18 de junio de 2006
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