domingo, 20 de abril de 2008

MOISES Y EL MANDAMIENTO ANTIMPERIALISTA 3-noviembre-06

Reflexión sobre Éxodo 1 y 2

La prohibición de adorar a dioses extranjeros es la base sólida sobre la que descansa el edificio de la fe del Antiguo Testamento. Y es además una herencia valiosa para las generaciones de revolucionarios que asumen en el mundo la lucha por el socialismo como la tarea de sus vidas.

Lo que conocemos como 10 mandamientos de Yahvé entregados a Moisés, constituyen una significativa denuncia antiimperialista, son el resultado de una guerra de liberación, que originó un credo político de la resistencia hebrea que sigue teniendo vigencia en la actual lucha contra la globalización neoliberal.

Los 10 mandamientos surgen del calor del desierto y de la altura de la montaña. Desierto y montaña son elementos explosivos. El calor del desierto encendió con justicia los corazones de los que huyeron de Egipto, mientras que la altura del Monte Sinaí amplió la visión y permitió diseñar los principios de una nueva vida socialista.

Entre Yahvé y la resistencia hebrea hay una alianza per secula seculorum, por los siglos de los siglos. Es una alianza tatuada en la piel del corazón de los que marcharon por el desierto y sintieron el frío de la soledad; de los que cantaron los himnos de victoria y celebraron con el pan y el vino de la rebelión.

Las ocho prohibiciones y dos preceptos fueron surgiendo como gotas de hermandad en un mundo de opresión. Es la sabiduría de la resistencia que se encuentra siempre vigilando el ataque del enemigo. Era prohibido con la muerte regresar a la esclavitud. La resistencia es la vocación de los oprimidos. Yahvé los había sacado con mano fuerte de la casa de la explotación. Y no había marcha atrás.

Y no se podía permitir que los dioses del imperio hicieran propaganda. Ni que se adueñaran de imágenes para promover la opresión. Ni que los obispos utilizaran el nombre de Dios para enriquecerse. Había que celebrar la fiesta de la liberación. Había que honrar a nuestro padre y madre. No podíamos matar por hambre ni por represión ni intervenir militarmente como lo hacen los imperios. No podíamos ser desleales y egoístas.

No podíamos robar y saquear países como lo hacen los poderosos. No podíamos dar falso testimonio de nuestros hermanos y hermanas. No podíamos codiciar las tierras de los campesinos ni el salario de los humildes. Y esto estaba escrito en la piedra de la dignidad del hombre y la mujer, creados a imagen y semejanza de Dios. Era el programa revolucionario de una vida nueva.

Y en el centro de esta plataforma antiimperialista se encuentra el hecho que Yahvé es un dios celoso que castiga con firmeza a los poderosos y abraza con ternura los oprimidos. Para tí no habrá otros dioses frente a mi (Éxodo 20.3) Los revolucionarios dirigidos por Moisés no podían permitirse la menor debilidad frente al enemigo, que se encontraba presente en la amenaza de las tropas del faraón y en la amenaza más peligrosa de las tropas de muchos corazones, que anhelaban regresar a la tranquilidad de la opresión, a la dulzura del yugo imperial.

El carácter antiimperialista y revolucionario de la vida de Moisés inicia en Egipto. Moisés nace en Egipto. Nace en medio de una situación de mucha opresión. El pueblo hebreo era esclavo en Egipto. Egipto era el imperio. Y donde hay opresión hay resistencia. Y los esclavos se rebelaron contra la espada del faraón. El Éxodo es un libro que relata esta historia de liberación del pueblo hebreo. Israel surge en el calor de esta lucha. La liberación de Egipto nos enseña nuestra hermano Jorge Pixley es el hecho fundante y fundador del pueblo hebreo.

El faraón egipcio ordenó a los capataces de los hebreos que les impusieran trabajos muy duros. Pero mientras más los maltrataban, más aumentaban. Eran tratados los hebreos con mucha crueldad. Los utilizaban para construir ciudades graneros. Pero también les temían y odiaban.

El odio hacia los hebreos llegó al extremo que el faraón ordenó a las parteras egipcias Sifra y Fúa, matar a los niños de estos esclavos. Pero Sifra y Fúa obedecieron a su corazón y desobedecieron al faraón. Se solidarizaron con los hebreos. Iniciaron una hermosa tradición universal que consiste en que los pueblos de los imperios se solidarizan con los pueblos oprimidos. La solidaridad de los estudiantes de la Universidad de Kent con Vietnam en los años sesenta es una página de esta tradición milenaria.

También una mujer hebrea desafió esta prohibición del faraón y tuvo un hijo y lo escondió durante tres meses. Luego lo puso en una cesta en el río Nilo. Y la cesta es encontrada por la hija del faraón que decide salvarle la vida al niño. De nuevo surge la solidaridad y esta vez en el corazón del mismo círculo gobernante. Moisés es educado como príncipe. Una grieta en la pared del imperio.

Cada persona descubre su camino a la liberación. Me acuerdo que Schafik nos contaba que él fue impactado por un discurso de un estudiante universitario que llegó a donde estudiaba a invitarlos a incorporarse a la Huelga General de Brazos Caídos contra el dictador Martínez. Eso fue en 1944. El nunca olvidó ese llamado. Marcó un quiebre en su vida. Una ruptura vital. Fue transformado por la palabra liberadora.

En determinado momento de nuestra vida se abren las puertas del cielo. Un encuentro, una experiencia e incluso una lectura nos transforman la existencia. Nos cambia la piel del alma. La lucha es un don de Dios igual que la fe, que la esperanza. y que el amor. Pero el poder, la riqueza y hasta la sabiduría pueden bloquear este proceso, como le sucedió al joven rico en los Evangelios. Pero no fue así con Pedro, ni con Juan, ni con Santiago. Ellos se incorporaron a la lucha.

Y le pasó a Moisés. El pudo superar las barreras culturales y de clase. Era egipcio y era hebreo. Y fue más hebreo que egipcio. Moisés fue al encuentro de sus hermanos y se conmovió ante su opresión, ante su falta de derechos, ante la injusticia que rodeaba sus vidas. Moisés pudo derrotar las murallas del poder, de la riqueza y de la indiferencia que muchas veces provoca la sabiduría. Aprendió a ver con el corazón, a sentir indignación ante la injusticia.

La experiencia vital de Moisés sucedió en una de sus visitas a sus hermanos. Vio que un egipcio estaba golpeando a uno de sus hermanos hebreos. Y entonces miro bien a todos lados, y al no ver a nadie por allí, mató al egipcio y lo enterró en la arena. Con este acto subversivo, violento, transformó su corazón y transformó su vida. Hizo el aprendizaje de la resistencia al opresor.

El siguiente día, tuvo otra experiencia también vital, la de la ingratitud y la deslealtad que muchas veces acompaña a los que luchan por la justicia. Vio que dos hebreos estaban peleando y al intervenir para separarlos le reprocharon la muerte del egipcio. Los oprimidos muchas veces pero no todas las veces confían en sus opresores y rechazan la liberación. Así han sido socializados. Es una venda que hay que romper para que recuperen la vista. Y Moisés al oírlos tuvo miedo y experimentó la soledad del revolucionario.

Y pronto el faraón lo mandó a buscar para matarlo. Era la represión del sistema. Y tuvo que exilarse. Huyó y se fue a vivir a la región de Madian. Alí iba a enriquecer su visión de mundo y a prepararse para las luchas futuras que Dios le tenía reservadas. Dios nos entrega a cada persona una misión, una tarea a cumplir. La lucha es de todos y de todas.

Al llegar a Madian de nuevo se identifica con los oprimidos, en este caso, con las oprimidas. Defiende a siete jóvenes, hijas del sacerdote Reuel o Jetro, que deseaban sacar agua de un pozo y unos hombres se los impedían. Reuel le da posada a Moisés y luego le entrega a una de sus hijas, a Sefora, como esposa. Moisés aprende de su suegro el oficio de pastor y también de sacerdote. Moisés se prepara para la lucha contra el faraón del imperio.

Rev. Roberto Pineda

Iglesia Luterana Popular de El Salvador

San Salvador, 3 de noviembre de 2006

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