Semana Santa, semana de lucha
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Cada uno de los momentos que componen la Semana Mayor tienen un profundo contenido de lucha popular. La Semana Santa es la semana del momento superior de la lucha del Movimiento Popular que dirigió Jesús de Nazaret, hijo de Dios que desafió a los poderosos de su época. Es la semana del enfrentamiento frontal contra el imperio romano y sus sirvientes locales.
Los poderosos han sabido ocultar, deformar y tergiversar estos acontecimientos y los han acomodado para que los veamos pero no los entendamos, para que los presenciemos como espectáculos pero que no los analicemos para extraer experiencias. Los presentan como eventos del pasado cuando en realidad nos siguen convocando a las luchas del presente.
Los sectores populares, por nuestra parte, no hemos sabido muchas veces identificar los puentes que unen la memoria del pasado con las luchas del presente. Pero estos puentes existen y hay que cruzarlos, para alcanzar los corazones de los que sufren y esperar el pan y el vino de la esperanza.
Es importante que revisemos cada uno de los diversos momentos que integran esta historia para recuperar su profundo sentido revolucionario. Solo en la medida que rescatemos nuestra memoria histórica y comprendamos la historia subversiva de Jesús de Nazaret, podremos ser relevantes como iglesias para asumir la construcción del Reino. Exploraremos algunos momentos de esta historia sagrada, historia popular.
Esta historia sagrada se inicia con una marcha popular, durante la cual Jesús de Nazaret es proclamado como Mesías por la población, que desafiando el dominio romano, se lanza a las calles a protestar contra la dominación imperial. Las palmas levantadas son la expresión del descontento contra los opresores. Es fundamental que la Semana Santa inicie con una marcha popular, la del Domingo de Ramos.
Otro evento clave para comprender la Semana Santa es la Ultima Cena. La ultima cena es la reunión de la amistad y del compromiso. Jesús y los hombres y mujeres de la dirección del Movimiento Popular, asumen el compromiso de dedicar y entregar su vida por la causa de la liberación. Esto es ratificado con el pan y el vino compartido.
La oración en el huerto de Getsemaní. La disposición de Jesús de entregar su vida fue el resultado de una existencia dedicada a la lucha por la justicia. No fue fácil. Hubieron dudas. La oración fue el instrumento mediante el cual Jesús se comunicó con su Padre para pedir orientación y fortaleza. La oración siempre nos permite relacionarnos con Dios. Jesús se llenó de valor mediante la oración.
La captura de Jesús. Jesús de Nazaret tomó la decisión de dejarse capturar sin oponer resistencia. Los discípulos sorprendidos le preguntaron: "Señor, ¿sacamos la espada? E incluso uno de los más combativos se abalanzó sobre sus captores y le cortó la oreja derecha a uno de ellos. (Lucas22:50) Jesús les ordenó que se tranquilizaran. Tomó la decisión política de enfrentar al imperio y a sus instituciones abiertamente.
El juicio y la condena. Jesús es capturado y llevado ante las autoridades judías. Estas deciden llevarlo ante su amo, el gobernador romano Pilatos, ante quien lo acusan de agitador y de rechazar pagar impuestos al César. Hay un esfuerzo en los evangelistas de suavizar el papel de Pilatos, presentándolo como una persona neutral. En realidad fue él quien dicta la sentencia de crucificarlo. El imperio castiga a sus enemigos y Jesús "alborotaba al pueblo".
La muerte en cruz. Jesús fue asesinado por el imperio romano. Jesús fue asesinado con el mismo procedimiento que usaban para los rebeldes, para los subversivos, para los agitadores, la muerte en cruz. Y Jesús sufrió esta muerte. Las legiones romanas sembraban de cadáveres los caminos que conducían a Roma, para escarmiento de los que se sublevaban. La cruz de Jesús es el testimonio de su lucha, de su compromiso con los pobres y de su rechazo al imperio.
La confusión y tristeza. La muerte de Jesús abrió un período de mucha confusión y tristeza en el Movimiento Popular. Habían perdido a su dirigente máximo. La magnitud de esta derrota los había dispersado y atemorizado. Se encontraban sin plan, sin estrategia, sin rumbo.
La resurrección. Y es precisamente en esos momentos cuando todo parece perdido y ya muchos militantes piensan incluso en regresar a sus casas y a sus antiguos oficios, cuando "
las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús" con mucha fe van al sepulcro y descubren que Jesús ha resucitado. ¡Jesús ha resucitado! Y empiezan a divulgar la noticia. Y se reactivan los grupos de estudio y los grupos de evangelización. Y surge la iglesia como expresión de Movimiento Popular. La lucha continúa.
Desde la entrada victoriosa a Jerusalén hasta la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, cada momento de esta historia es un momento de enfrentamiento individual y colectivo entre la voluntad de seguir adelante y los peligros del compromiso que incluyen a la muerte. Al final Jesús fue consecuente con su Padre celestial y con su pueblo. Y ese es el desafío que tienen nuestras iglesias, ser consecuentes con nuestro Padre celestial y con nuestro pueblo. Amén.
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