domingo, 20 de abril de 2008

RUTH Y LA AMISTAD ENTRE LOS PUEBLOS 20-abril-05

RUTH Y LA AMISTAD ENTRE LOS PUEBLOS
Reflexión sobre el libro de Ruth

La solidaridad entre los pueblos que luchan contra el imperio es una de las manifestaciones más profundas de la resistencia a los poderosos, y es por esta razón que a lo largo de la historia estos han tratado de ocultar o de distorsionar esta situación y de promover la desconfianza, el odio y la discriminación.

En la Biblia nos encontramos con distintas expresiones de este sentimiento de amistad entre los pueblos, que se convierte en solidaridad al vincularse a la lucha por la justicia y la liberación. Las parteras egipcias Sifrá y Púa, la prostituida Rahab y el testimonio de Ruth son parte de esta historia de resistencia.

La historia de Ruth es muy significativa. Es la historia de una mujer que decide integrarse a otro pueblo, y lo decide con todo el corazón, y su compromiso es firme, le da sentido y rumbo a su vida. La solidaridad con otros pueblos enriquece nuestra vida, fortalece nuestra esperanza que otro mundo es posible.

El comienzo de la historia de Ruth esta marcado por el hambre. El hambre, siempre presente en la vida de los pobres, obliga a una familia a huir de su tierra en busca del pan, en busca de la vida. Eran de Belén de Judá. El padre se llamaba Elimelec, la madre Noemí y sus dos hijos, Majalón y Guilyón. Se fueron al norte buscando mejor fortuna. Se fueron mojados con sueños de comida y seguridad.

Al poco tiempo Elimelec murió de hambre. Fue sacrificado por los dioses del imperio que se cobran sus víctimas en el desierto de la necesidad. Elimelec murió combatiendo en la guerra por el pan y la alegría. Su mujer y su hijos continuaron la lucha. En la lucha surge la esperanza.

Noemí le hizo frente al imperio. Construyó su hogar en Moab, lejos de su tierra pero cerca de sus sueños. Los sueños son las raíces de nuestras vidas. Y mientras mantenemos nuestros sueños la victoria nos acompaña. La dignidad de la lucha acompañaba a Noemí, a sus hijos y a sus nuevas hijas, Orfa y Ruth, esposas de estos. El hogar se había ampliado y enriquecido.

El imperio es cruel. La vida es dura. La lucha es larga y sacrificada. Luego de diez años también los hijos de Noemí murieron emboscados por el hambre, el enemigo de los pueblos los acribilló en un enfrentamiento. Habían resistido por diez años, murieron luchando, murieron con dignidad.

Noemí quedó sin esposo y sin hijos, pero con familia y con muchos sueños. Estaba golpeada pero no fue derrotada. Estaba triste pero con decisión de vencer. Cuando se pierde la perspectiva de la lucha se pierde todo. En nuestras vidas y en la vida de nuestros pueblos sucede lo mismo.

Noemí convoca a una reunión familiar y propone regresar a Belén de Judá. Era dar un viraje en sus vidas. Era una propuesta audaz. El tiempo había pasado y era hora de regresar a casa. Todos debemos regresar a casa algun día. Casa y hogar son señales que nos marcan la vida. La casa es lo material, las paredes y los techos. El hogar es la comunidad de vida. No siempre coinciden. Noemí iba de nuevo en busca del pan.

El hogar se construye desde la amistad y la confianza. Noemí les plantea a Orfa y a Rut el proyecto de regresar a Belén de Judá. Les consulta. Les propone. Incluso les explica que para ellas lo mejor sería quedarse y buscar reconstruir sus vidas en su tierra.

Noemí no les impone el rumbo de sus vidas. Orfa, dándole un beso, se fue a su casa.. Orfa la acompañó un trecho del camino de su vida. Ruth, en cambio, se quedo con ella. Ambas decidieron con base en sus proyectos de vida. Ambas respuestas fueron válidas.

La respuesta de Ruth nos interesa porque aborda el problema de la solidaridad entre los pueblos. Noemí le pregunta a Ruth porque no se iba también “para que así regreses a tu casa y a tus dioses.” Era regresar a los dioses de la opresión, a los dioses del imperio.

Ruth da una respuesta que es paradigmática. Es un ejemplo del compromiso internacional de los oprimidos en su lucha contra los imperios de todas las épocas y naciones. Le dice: No me obligues a dejarte, yéndome lejos de ti, pues adonde tu vayas, iré yo; y donde tu vivas, viviré yo; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Donde tu mueras, allí también quiero morir yo y ser enterrada. Que el señor me castigue como es debido si no es la muerte la que nos separe.”

En la historia de todas las revoluciones que han hecho los pobres contra sus opresores encontramos a personas como Ruth. La ecuatoriana Manuela Saenz nos sale al encuentro en las guerras de independencia, las hermanas dominicanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal siguen desafiando a los tiranos, la puertorriqueña Lolita Lebrón nos envuelve en su bandera de dignidad y Tania La Guerrillera nos comparte la alegría del compromiso.

Durante la guerra popular revolucionaria que vivimos en los años ochenta, fueron decenas de internacionalistas dominicanos, colombianos, argentinos, chilenos, de todas partes de América Latina y del Caribe, que en el espíritu de Ruth regaron con su sangre generosa las montañas de nuestra patria.

El Espíritu de Ruth que es el mismo espíritu de Jesús de Nazaret, sigue impulsando a centenares de combatientes internacionalistas, que en Irak resisten la intervención militar norteamericana. El Espíritu de Ruth es el espíritu de Dios que nos convoca a la amistad y la solidaridad. Amén.

Rev. Roberto Pineda, Iglesia Luterana Popular de El Salvador

San Salvador, 20 de abril de 2005

No hay comentarios: