domingo, 20 de abril de 2008

LOS CAMINOS DE LA FE Y DE LA REVOLUCION EN EL SALVADOR 4-febrero-06

A Schafik, In Memoriam

Los caminos de la fe y los caminos de la revoluciòn pocas veces se encuentran. Por lo general marchan separados. La fe convertida en religiòn se vuelve elemento conservador y defensor del orden establecido mientras que las revoluciones aspiran a barrer, borrar, destruir el orden antiguo de los poderosos, incluyendo la dominaciòn de la iglesia.

En la historia de la humanidad, el enfrentamiento entre imperio y resistencia de naciones oprimidas, entre clase dominante y dominada, entre elementos de cada cultura, va tegiendo las relaciones entre fe y revolución, entre religiòn y movimientos populares, entre iglesia y lucha social. Cada lucha concreta acerca o aleja estos elementos.

La fe en Yahvè es la fe en la revoluciòn

En la historia de Israel la fe en Yahvè es la fe en la revoluciòn. Fe y revoluciòn se cruzaron en la lucha por la liberaciòn del pueblo hebreo oprimido en Egipto. La fe naciò de la revoluciòn y la revoluciòn surgiò de la fe. De la lucha de liberaciòn surgiò la fe.

Y desde la fe se libraron muchas batallas. La fe en un Dios de Justicia llamado Yahvè fue factor aglutinador y movilizador de los sectores populares hebreos frente al Imperio del faraòn. La figura de Moisès y el libro del Exodo en la Biblia simboliza este cruce de caminos.

La fe permitiò que se abrieran los mares del descontento popular y se encendieran los corazones de indignaciòn frente a la opresiòn egipcia. Y hubo lucha popular que inicio en la palabra y terminò en la espada. Y se derrotò a los explotadores. Y la comunidad de fe marchò al desierto para llegar a la tierra prometida donde brota leche y miel.

El torrente de la fe, los rìos de sufrimiento y de esperanza se habìan venido acumulando desde Abraham y quizas desde Abel y desde Noe. En el sufrimiento surgen las semillas de la resistencia y de la esperanza. En la opresiòn nacen las flores de la lucha y de la victoria. Y habìan pasado muchos años de dolor y de tristeza.

Y los profetas de Israel surgieron para anunciar la alegrìa de la promesa. Y revelaron que en la lucha se encontraba el tesoro de la dignidad. Y denunciaron la soberbia de los poderosos. Y proclamaron la defensa de la viuda, del huerfano y del extranjero. Y fueron amenazados y asesinados. Pero su voz no pudo ser silenciada porque era la voz de Dios.

Y muchos años despues surgiò Jesùs de Nazaret. Y su mensaje de justicia incendiò los corazones de los humildes con el fuego de la verdad. Y Jesùs denuncio a una religiòn y a un Templo alejados de los pobres. Y proclamò el reino de un Dios de Justicia.

Y en Jesùs se uniò de nuevo fe y revoluciòn. Asì como se uniò humanidad y divinidad. Muchos lo siguieron. Y se convirtiò en una amenaza para la religiòn establecida, para el sistema imperial dominante. Entonces los poderosos decidieron eliminarlo. El imperio romano dispuso sacrificarlo.

Jesùs muriò como un rebelde

Y fue crucificado. Muriò como un rebelde. Y su espìritu subversivo encarnò en mujeres y hombres que continuaron predicando en su nombre.
Era un mensaje poderoso que denunciaba las injusticias del imperio. Y la semilla germinò en Marìa, Marta, Pablo, Juan, Pedro y Santiago. Cada uno de estos y de muchos màs llevo el mensaje de justicia por los caminos polvorientos del imperio.

En algun momento de esta historia, quizas con Constantino, los poderosos lograron apoderarse de este mensaje subversivo. Y lo transformaron y lo pusieron al servicio de sus intereses. Y el mensaje rebelde de Jesùs fue cambiado en la oraciòn oficial de Roma. Y la cruz se convirtiò en simbolo del imperio y de la opresiòn, mientras los caminos de la fe y la revoluciòn volvieron a separarse.

Durante el siglo pasado, la mayorìa de revoluciones se realizaron en oposiciòn a la iglesia. La Gran Revoluciòn Socialista de Octubre, la revoluciòn de Vladimir Lenin y del proletariado ruso se hizo enfrentando a la maquinaria ideològica del zar conducida por los popes de la iglesia ortodoxa. Lo mismo sucedió con la revoluciòn china, vietnamita, coreana, etc.

La revoluciòn cubana enfrentò los ataques de una iglesia al servicio de los poderosos y del imperio. Unicamente una minorìa catòlica y protestante se alzaron en defensa del derecho del pueblo a la justicia y al socialismo. Es con la revoluciòn popular sandinista en Nicaragua que se vuelven a encontrar los caminos de la fe y la revoluciòn.

La fe y la revoluciòn en El Salvador

No contamos con elementos suficientes para analizar las relaciones entre fe y revoluciòn antes de la llegada de los invasores españoles en el año 1524. Unicamente sabemos de la existencia de templos indìgenas que fueron abandonados y de monumentos que fueron dañados. De seguro la opresiòn provocò resistencias, pero no sabemos el nombre de los luchadores ni el color de sus banderas.

Lo màs probable es que hayan sido religiones al servicio de la opresiòn, en funciòn de legitimar las relaciones de explotaciòn. No obstante esto, las figuras de Quetzalcoatl en la tradiciòn nahua e Iselaca en la tradiciòn lenca nos abren fuentes para la investigaciòn de raìces de liberaciòn en las tradiciones religiosas indìgenas.

Lo que si sabemos es que la religiòn junto con el idioma fue uno de los instrumentos ideològicos fundamentales en el proceso de ocupaciòn militar del imperio español. En esta època, el imperio enviò a ordenes religiosas para complementar desde la fe el proceso de colonizaciòn. Necesitaban asegurar la resignaciòn.

La cruz del rebelde Jesùs fue de nuevo usada para crucificar a nuestros abuelos y abuelas que se alzaban en armas. La espada de los conquistadores estaba acompañada por la cruz de los misioneros y ambas fueron clavadas en el corazòn de la resistencia pocomame, chortì, pipil, lenca, cacaopera y ulua.

Durante toda la colonia la religiòn fue un instrumento de dominaciòn ideològica orientada a golpear la cultura de la resistencia y promover la resignaciòn. No obstante esto, la religiòn dominada –con sus rituales y sacerdotes-se refugiò por una parte en las montañas para subsistir y por la otra, penetrò en las visiones de la religiòn dominante.

La religiòn de la resistencia indìgena

Eso explica el àrbol de ceiba vigilante frente a cada iglesia colonial de nuestros pueblos. La religiòn derrotada de los indìgenas le pasò la factura en imágenes a la religiòn victoriosa del imperio. Y la religiosidad indìgena fue de mano en mano, de oraciòn en oraciòn, de templo en templo. Y sigue viva. No pudieron destruirla.

Y de religiòn de la opresiòn se transformò en religiòn de la resistencia indìgena. Y de una fe orientada al culto publico se pasò a una fe que se practicaba en la clandestinidad, de la misma forma que los primeros cristianos en Roma, en las catacumbas. Estas son las vueltas que de la vida de los pueblos en su resistencia frente a los imperios.

Por mucho tiempo el camino de la fe fue el camino de la opresiòn. Y los indìgenas perdieron sus tierras en la tierra porque les ofrecieron tierras en el cielo. Y los altos dignatarios de la iglesia se sentaban a almorzar en las haciendas y luego los domingos bendecìan en sus misas a los terratenientes. Era una iglesia alejada de los pobres y cercana a los ricos.

A principios del siglo XIX la lucha por la independencia acercò por vez primera los caminos de la revoluciòn con los caminos de la fe. Las ideas liberales de libertad, igualdad y fraternidad impulsaron a sacerdotes progresistas a la lucha por la liberaciòn nacional.

Y con Josè Matìas Delgado y los Hermanos Aguilar se pusieron al frente de las masas independentistas. Y la insurrecciòn en los barrios populares contra el dominio español se organizaba desde las iglesias. Pero no tocaron la tierra.

Y cuando unos años despues los indigenas reclamaron la tierra a los nuevos gobernantes criollos los caminos de la revoluciòn y la fe se alejaron de nuevo. Y la iglesia de la independencia que ya era gobierno denunciò a los subversivos.

Y el comandante indìgena Anastacio Aquino se levantò, tomò San Vicente y se fue a la Iglesia del Pilar y se puso el manto de san Josè. Y fue condenado por hereje y por insurrecto. Y lo ahorcaron. Ya antes en Jerusalen habìan crucificado a Jesùs.

La insurrecciòn de 1932 avalada por la iglesia

Y asì pasaron muchos inviernos. En 1932 hubo otra insurrecciòn por la tierra en Izalco y en Nahuizalco, en Tacuba y Colòn, que fue derrotada y la iglesia acompañò y celebrò misas junto con los militares por la masacre de miles de indìgenas. Entre los asesinados se encontraban los comunistas Agustin Farabundo Martì y Feliciano Ama.

La iglesia era una iglesia al lado de los terratenientes explotadores. Los oprimidos, por su parte, obreros y campesinos, que habìan formado en Ilopango en 1930 el Partido Comunista, muy alejados de la iglesia, pasaron a la clandestinidad y continuaron la lucha.

En 1967 un obispo excomulgò a los que votaron por el partido de izquierda PAR que llevaba de candidato al Dr. Fabio Castillo y proponìa una reforma agraria. Y entonces ser de izquierda era ser ateo. Y la derecha era la dueña de las iglesias, eran los religiosos, los que comulgaban cada domingo.

Es en abril de 1969 en Suchitoto que se rompe este esquema. Un sacerdote, de nombre Inocencio Alas, responde al llamado de un grupo de campesinos a los que les han arrebatado sus tierras y se acerca al camino de la revoluciòn.

En el centro de nuevo esta la lucha por la tierra. Y esta la luz encendida en Medellìn. Y està el espìritu insurgente del cura colombiano Camilo Torres. Los campesinos empiezan a perder el miedo. Los terrateniente junto con los militares se preparan para reprimir.

Y a partir de este momento la iglesia catòlica empieza a cambiar. Y van surgiendo las comunidades eclesiales de base. Y el camino de la fe se acerca, hasta fundirse con el de la revoluciòn. Y surge el trabajo de evangelizaciòn liberadora en las comunidades marginales y en el campo.

Y la Biblia empieza a verse con recelo, a recuperar su caràcter subversivo, a ser palabra de vida. Y el padre Rutilio Grande inicia su labor organizativa en Aguilares. Y los campesinos realizan marchas en San Salvador para exigir màs tortillas y fresco en el almuerzo. Los campesinos despertaban de nuevo a la lucha por la tierra.

Y en la Zacamil, al norte de San Salvador, el padre Rogelio Ponzeele, nacido en Belgica, iniciaba el camino de Jesùs con una evangelizaciòn comprometida. Y la Biblia volviò a ser lampara para iluminar la resistencia frente al imperio.

El ejemplo subversivo de Monseñor Romero

En 1977 asume como Arzobispo de San Salvador Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Ese mismo año la dictadura militar asesinò al profeta Rutilio Grande. Monseñor Romero se levanta a denunciar la represiòn y se convierte en la voz de los sin voz. Es asesinado el 24 de marzo de 1980. Con èl la iglesia se hizo pueblo, se hizo revoluciòn.

Luego vino una larga guerra con sacerdotes guerrilleros y sacerdotes fascistas. Una iglesia dividida en una sociedad dividida. Y la luz de Monseñor Romero nos acompañò en las peregrinaciones por la paz. Y en 1989, en plena guerra, militares derechistas asesinaron a cinco sacerdotes jesuitas, entre ellos a Ignacio Ellacurìa. De nuevo la sangre de los màrtires daba testimonio de la iglesia. Los caminos se juntaban.

El 24 de enero de 2006 muriò el dirigente comunista Schafik Handal. Por màs de cincuenta años luchò por la democracia y el socialismo. Y en esa lucha comprendiò el papel de la iglesia. Una vez me contò de sus platicas en los años sesenta con Monseñor Urioste cuando este era parroco de la Iglesia San Francisco.

Luego admirò a Monseñor Romero. Se interesaba por el trabajo ecumènico del Movimiento Estudiantil Cristiano. Con Schafik los caminos de la revoluciòn y de la fe de nuevo se encontraron en El Salvador. Monseñor Romero y Schafik Handal emergen como grandes caminantes, como grandes sembradores, como grandes soñadores de la lucha y de la esperanza de nuestro pueblo salvadoreño.

Rev. Roberto Pineda
Iglesia Luterana Popular

San Salvador, 4 de febrero de 2006

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