domingo, 30 de diciembre de 2007

Jesús frente al orgullo del fariseo y la humildad del publicano 28-octubre-01

Jesús frente al orgullo del fariseo y la humildad del publicano
Reflexión sobre Lucas 18: 7-14

Uno de los aspectos fundamentales de la polémica de Jesús de Nazaret con los teólogos fariseos fue el relativo a su actitud orgullosa, prepotente, frente a las personas humildes y su pretensión de proyectar una imagen de pureza y de perfección para diferenciarse y colocarse como superiores de los demás. Esta actitud escondía en el fondo altas dosis de egoísmo, hipocresía y ambición de poder.

Jesús de Nazaret rechazó y condenó de manera implacable esta actitud como contraria y ofensiva a los valores del reino de Dios, ya que despreciaba y discriminaba a los humildes, a los humillados, a los débiles, y además era un engaño, una farsa utilizada para obtener y mantener privilegios.

En el texto estudiado, Jesús cuenta la historia de un fariseo y de un publicano, de un cobrador de impuestos para Roma, que fueron al templo a orar y de la diferente forma como cada uno estableció su relación con Dios.

Nos narra Jesús que el fariseo apareció de pie, altivo, dueño del templo, seguro de su salvación, y su oración consistió en un monologo narcisista: te doy gracias porque no soy como los demás, que son ladrones, malvados y adúlteros. No era sincero ni humilde, exigía con orgullo y pretendía engañar a Dios y a las personas.

Por otra parte, el cobrador de impuestos se quedo a cierta distancia y ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: ¡Oh Dios, ten compasión de mi, que soy pecador! Había un arrepentimiento sincero, un reconocimiento del pecado. Pedía con humildad.

La historia concluye con una decisión de Dios; que nos da la clave sobre el rumbo, la dirección de la voluntad divina, nos dice Jesús que el publicano volvió a su casa ya perdonado por Dios, pero que el fariseo no. Al final prevaleció la justicia divina, y como dice el Salmista: "El Señor hace justicia a su pueblo,tiene compasión de sus siervos..." (Salmo 135:14)

Dios no perdonó al fariseo, no escuchó sus palabras mentirosas, lo rechazó. El fariseo pretendía una salvación personal que ya consideraba asegurada, con sus actitudes hipócritas. Pero no tenía misericordia, no conocía la solidaridad, rechazaba el amor a sus semejantes, despreciaba a los pobres de su pueblo.

Al final del texto, Jesús nos revela la clave de la salvación, el secreto de la decisión de Dios: el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido." Una lección suprema y actual para cada uno de nosotros y nosotras, y en particular para nuestras Iglesias.

Cada uno de nosotros y de nosotras lleva escondido al fariseo en su corazón, el espíritu del fariseo que es el espíritu del orgullo y el egoísmo aparece en nuestras actitudes y pensamientos a cada momento. Siempre estamos buscando los primeros lugares y los privilegios y nos creemos superiores a los demás.

A cada momento nos ponemos en competencia para ganarle la partida al otro o a la otra. Nuestras sociedades, y es triste decirlo también nuestras iglesias, funcionan con base a la lógica del fariseo, que es la lógica del pecado y del demonio.

Lo que es peor, incluso al interior de nuestras iglesias cristianas se promueve la mentalidad del fariseo y se rechaza la mentalidad del publicano. Nuestras iglesias en muchas ocasiones desprecian al humilde, y admiran al exitoso hombre de negocios o profesional, independientemente de sus cualidades morales.

Incluso hay iglesias que llamándose cristianas se atreven a condenar a los pobres como fracasados y "faltos de la gracia de Dios" y a calificar la riqueza mal habida, surgida de la explotación como "bendiciones de Dios."Y en sociedades tan pobres y oprimidas como las nuestras, se llega al colmo de hablar de "la teología del éxito." En realidad se trata de iglesias que han sucumbido a la tentación del demonio y le rinden culto al becerro de oro y no al Jesús que fue crucificado en la cruz y luego resucito.

Es triste observar como se instrumentaliza la Palabra de Dios para acumular fortunas y construir imperios, aprovechándose de la fe de miles de personas que buscan a Dios y se encuentran con fariseos ocupados en amasar riquezas y en despreciar a la viuda, al huérfano y al extranjero.

Jesús de Nazaret nos llama a convertirnos a la mentalidad del publicano, a humillarnos y reconocer nuestros pecados, a esperar la gracia infinita de Dios, al arrepentimiento y la conversión, a abrir nuestros corazones a la solidaridad y al acompañamiento con los que sufren y tienen esperanza.

En El Salvador hay muchos que desde sus lujosas residencias y fastuosas iglesias"cristianas," se engrandecen orgullosos como el fariseo de la parábola, seguros de sus cuentas bancarias y de sus relaciones con el poder político, escondidos en su falsa religiosidad. Pero estamos seguros que algún día Dios los humillará así como estamos seguros que los niños y niñas que deambulan por las calles, sin casa y sin comida y sin familia, los huelepega, las prostituidas, los que sufren y lloran, los que se humillan ante Dios, serán engrandecidos.

---Rev. Roberto Pineda Iglesia Luterana salvadoreña San salvador 28 de octubre de 2001 rpineda@saltel.net

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