La verdad nos hará libres
Reflexión sobre Lucas 18: 1-5
En primer lugar deseo agradecer a la Asociación Paz y Esperanza Perú, por esta invitación. El tema de las Comisiones de la Verdad es un tema crucial para América Latina porque sigue vigente la impunidad, la violación de los derechos humanos, el sufrimiento de miles de personas con familiares que son detenidos-desaparecidos, torturados, asesinados. Esta situación nos exige por lo tanto, que esta discusión sea un ejercicio de la mente y también del corazón.
Voy a fundamentar mi exposición en el Evangelio de Lucas, en la lectura correspondiente al domingo pasado, al vigésimo domingo después de Pentecostés, a Lucas, capítulo 18, versículos del 1 al 5. El tema que trató Lucas en este capítulo fue precisamente el de "Sociedad Civil y Comisiones de la Verdad en América Latina." Veamos que nos dice este texto del evangelio. Pongámonos de pie...
Jesús les contó una parábola para enseñarles que debían orar siempre, sin desanimarse. Les dijo: Había en un pueblo un juez que ni temía a Dios, ni respetaba a los hombres. En el mismo pueblo había también una viuda que tenía un pleito y que fue al juez a pedirle justicia contra su adversario...
Nuestras sociedades civiles en América Latina son como la viuda valiente que se mantiene exigiendo justicia, exigiendo conocer la verdad, exigiendo que se respeten los derechos humanos, reclamando conocer el paradero de sus desaparecidos.
Nuestros gobiernos se asemejan al juez corrupto de la parábola, que "ni temía a Dios ni respetaba a los hombres". Era un juez que violaba los derechos humanos, que secuestraba, torturaba, desaparecía, asesinaba a sus ciudadanos.
En nuestras sociedades latinoamericanas coexisten el juez corrupto y sanguinario y la viuda valiente y solidaria. Es en este marco que voy a compartirles algunas informaciones, un testimonio y reflexiones sobre la experiencia que como Iglesia vivimos en El Salvador con la Comisión de la Verdad.
La Comisión de la Verdad en El Salvador
En El Salvador, la Comisión de la Verdad surge en el marco de la finalización de un conflicto armado que duró 12 años y que cobró la vida de alrededor de 100,000 salvadoreños. Surge como resultado de un Acuerdo de Paz entre las partes en conflicto, el gobierno salvadoreño y la fuerza insurgente, el FMLN.
Nosotros como Iglesia y como parte de la sociedad civil participamos en la propuesta de la Comisión de la Verdad. El propósito básico era el de investigar la verdad de los hechos de violencia registrados en nuestro país, identificar a los responsables y hacer recomendaciones para lograr la reconciliación nacional.
La Comisión de la Verdad estuvo integrada por tres personalidades internacionales. Un expresidente colombiano, Betancourt; un senador venezolano, Figueredo, y un abogado norteamericano, Burguental, expresidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
La Comisión de la Verdad trabajó durante seis meses recabando testimonios de víctimas de la represión gubernamental y de las acciones militares de la guerrilla. Luego elaboró su informe al que titularon, se pueden imaginar el significado: De la locura a la esperanza.
La Comisión de la Verdad recibió centenares de casos de víctimas de secuestros, desapariciones y ejecuciones de los escuadrones de la muerte, de las fuerzas armadas y de la guerrilla, realizadas entre 1980 y 1991. En su Informe Final se da cuenta únicamente de casos paradigmáticos, como el de Monseñor Oscar Arnulfo Romero.
Unos días después de haber sido publicado el Informe de la Comisión de la Verdad, la Asamblea Legislativa aprobó una Ley de Amnistía General, de "perdón y olvido" que bloqueó la posibilidad que los tribunales asumieran la responsabilidad de juzgar a los responsables de las violaciones a los derechos humanos. Esto hace que los criminales, los torturadores caminen libremente, con total impunidad, por las calles de San Salvador.
Nuestra Iglesia participó activamente en el proceso previo, durante y después de la publicación del Informe de la Comisión de la Verdad. Lo hicimos con mucho entusiasmo, con la idea que la hora de la justicia había llegado, y que se iba a conocer la verdad y esto permitiría sentar bases firmes para la construcción de una nueva sociedad, de un nuevo El Salvador.
Personalmente participe en este proceso desde el Departamento de Derechos Humanos de nuestra Iglesia Luterana. Y como nosotros habíamos recibido muchas denuncias de víctimas, sabíamos donde encontrarlas, y las buscamos para que dieran su testimonio ante la Comisión de la Verdad.
Entre la gente había temor, desconfianza y escepticismo. Nosotros como Iglesia estábamos muy entusiasmados. A esta altura, ocho años después comprendo que la gente tenía la razón y nosotros estábamos equivocados. Debimos de haber sido más lúcidos.
La sociedad salvadoreña necesitaba conocer la verdad
En el ámbito social había mucha expectativa. Y es que la sociedad necesitaba conocer la verdad. Y en muchas familias heridas por la perdida de un ser querido logró crecer la esperanza, los familiares de las víctimas siempre tienen esperanza, eso les da sentido a sus vidas, y son como la viuda del texto bíblico que demandó que se le hiciera justicia, exigió conocer la verdad. Al final el mecanismo de poder lograron imponer la impunidad y no se hizo justicia a la viuda. Estos jueces en El Salvador fueron peores que el de la parábola, ya que hicieron caso omiso de las recomendaciones dela Comisión de la Verdad y no desarticularon a los Escuadrones de la Muerte. Estos jueces fallaron a favor de la impunidad.
Y tenemos que reconocer con humildad, que como sociedad civil no tuvo la fuerza para lograr que "los hombres fuertemente armados vestidos de civil" como se les llamaba a estos grupos paramilitares por los medios de prensa, a estos Escuadrones de la Muerte, repito, no pudimos lograr que fueran juzgados, sentenciados y castigados por sus horrendos crímenes de lesa humanidad. Ojalá esto no les suceda a ustedes. Oramos para que esto no les suceda a ustedes.
Con base en este proceso, podemos reflexionar que las Comisiones de la Verdad brindan la oportunidad histórica de hacer avanzar la marcha de la democratización, en la medida que la sociedad civil sea fuerte e incida decisivamente en el resultado de las investigaciones; pero también existe el peligro de generar procesos que vengan a legitimar situaciones de impunidad, como en el caso salvadoreño. Esto lo compartimos con mucho cariño a nuestros hermanos y hermanas peruanos.
Existe el peligro que las Comisiones de la Verdad justifiquen el establecimiento de sociedades de democracia con impunidad, cuando lo que queremos y por lo que luchamos es construir sociedades de democracia con justicia.
En tercer lugar, para que exista el perdón se necesita conocer la verdad. Sólo la verdad conduce a la justicia y la reconciliación. El perdón nace de la verdad. No puede existir un perdón en abstracto, sino que nace de lo concreto, de un cambio de actitud, de la conversión, del arrepentimiento y la transformación.
Incluso debe de respetarse el derecho de las víctimas a no perdonar. Esto es una decisión que solo a ellos y a ellas les corresponde hacer. En la parábola del fariseo y del cobrador de impuestos (Lucas 18: 9-15) Jesús luego de observar las actitudes de ambos frente a la oración y la vida, concluye diciendo: este cobrador de impuestos volvió a su casa ya perdonado, pero el fariseo no.
Dios no perdonó al fariseo porque este no se había arrepentido de sus pecados, no se había transformado de la arrogancia a la humildad. Únicamente puede perdonarse si hay un cambio interior y exterior. Un proceso de conversión, una metanoia. Mientras no exista conversión no puede haber perdón, y no puede existir la reconciliación. Así como no puede existir paz si no existe justicia.
La esperanza surge de la lucha. La paz surge de la justicia.
Por esto hay que luchar por la justicia, por conocer la verdad. Solo la lucha permite avanzar, esa es nuestra experiencia de años, solo los que luchan tienen esperanza. La esperanza surge de la lucha de la misma forma que la paz surge de la justicia. Hay que mantener viva la esperanza de conocer la verdad y de que se haga justicia, como la viuda valiente de la parábola.
Dios en su bondad infinita ofrece el perdón a todos y a todas, pero a la vez exige la conversión, abrir nuestros corazones a la verdad y la justicia.
Citando de nuevo el Evangelio de Lucas, capítulo 6, versículo 27, podemos afirmar desde Jesús:"Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan." ¿Y qué mejor bien podemos hacer en nuestros países que permitir a los torturadores, a los secuestradores, a los asesinos que confiesen sus crímenes y que cambien de actitud? Solo de esta forma podrían reconciliarse con Dios, con la sociedad y quizás, con sus víctimas.
No existe igualdad entre el perpetrador y la víctima
Considero importante clarificar, opinar que no existe un equilibrio, una igualdad entre el humillador y el humillado, entre el perpetrador y la víctima, entre el torturador y el torturado, entre el agresor y el agredido. Y la reconciliación pasa por conocer la verdad y que se haga justicia. Nuestra fe considera la reconciliación con Jesucristo y no con los poderes del estado.
En estas circunstancias, existen dos lógicas operando: la de la viuda valiente y la del juez corrupto. La lógica de la víctima y la lógica del sistema. La lógica de la víctima se fundamenta en la memoria y la verdad. La lógica del sistema, del victimario, se basa en el olvido y el encubrimiento.
Como cristianos y cristianas nos corresponde trabajar en el espíritu de la viuda valiente, luchar por la verdad y la justicia. Organizar, educar y movilizar por la defensa de los derechos humanos y por conocer la verdad. Es en este marco que debemos de ver nuestra participación en las Comisiones de la Verdad.
Asumimos el desafío de construir una sociedad de democracia con justicia, de impulsar el trabajo de las comisiones de la Verdad, de luchar por la justicia y la paz y que nuestro Señor Jesucristo nos acompañe en este esfuerzo. Amén.
* Ponencia presentada por Revdo. Roberto Pineda en Conferencia Internacional "Sociedad Civil y Comisiones de la Verdad en América Latina" realizada en Lima, Perú, del 23 al 26 de octubre de 2001, organizada por la Asociación Paz y Esperanza.---
Rev. Roberto Pinedacoluteranos@123americatel
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