domingo, 6 de enero de 2008

El discurso final de Jesús 28-mayo-02

Reflexión sobre Mateo 28: 16-20

Jesús el resucitado estaba consciente de la brevedad de su permanencia en la tierra, y fue por esto que definió con claridad las tareas principales que deberían de realizar sus seguidores, luego que él subiera al cielo, de su glorificación.

Los discípulos por su parte, se encontraban bastante confundidos, y la sensación de derrota se había apoderado de sus mentes y corazones, no tenían claro el rumbo a seguir, estaban desmoralizados, inmovilizados.
En este texto se nos relata la situación anímica de los seguidores de Jesús luego de su asesinato y como este ya resucitado los espera en el monte, en Galilea, para desafiarlos a continuar la lucha, a no desfallecer.

Mateo nos relata que los seguidores de Jesús se fueron para Galilea, a ver al resucitado, tal como les fue orientado por el Ángel del Señor en su encuentro con María Magdalena y la otra María (Mt. 28:7). Es significativo que Jesús los convoca para irse al monte, al cerro, a la montaña. No los convocó a una sala de té o a un hotel. Había que regresar a la cuna de la rebelión, para empezar de nuevo la lucha.

Cuando los militantes llegaron al cerro que se les había indicado, efectivamente vieron a Jesús. Algunos se apresuraron a saludarlo y abrazarlo mientras otros dudaban en acercarse, tenían miedo. Los que se atrevieron a acercarse fueron guiados por el corazón. Los que dudaron fueron conducidos por la mente. No creyeron.

A veces en la vida el corazón y la mente jalan para distintos lados, este fue una de esas ocasiones. La fe y la esperanza nacen del corazón, de esperar que lo imposible se vuelva realidad. Entre los sueños y la realidad se encuentra la voluntad de creer y de luchar. Los que luchan tienen esperanza.

Jesús el resucitado, al verlos se alegró y se acercó a ellos, tomó la iniciativa de ir a búscalos, de tocar a las puertas de sus corazones, de invitarlos de nuevo a caminar, de recibirlos como a compañeros de tantas luchas...

Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra

"Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra" les revela Jesús a sus militantes. Es una declaración categórica de poder y soberanía. Jesús el crucificado hoy resucitado, domina en los cielos, en el misterio de lo absoluto, lo divino y lo trascendente; y también en el misterio de lo relativo, de lo humano, de lo inmanente. El rebelde crucificado, humillado por el imperio romano, ha sido reivindicado, justificado, exaltado, glorificado por Dios.

Vayan a las gentes de todas las naciones y háganlas mis discípulos

"Vayan a las gentes de todas las naciones y háganlas mis discípulos." Jesús les reitera las líneas de la misión. Hay que trabajar con la gente, organizarla, concientizarla, movilizarla, en las ciudades y en el campo, descubrir sus problemas más sentidos, acompañarles en sus causas. Asimismo comprender que hoy la lucha tiene un carácter internacional, no puede reducirse al pueblo judío. Hay que crear comités de lucha en todas las naciones.

Y también hay que fortalecer el Movimiento. Crear una sólida red de contactos, desarrollar la teoría revolucionaria, construir escuelas de capacitación política, establecer alianzas, denunciar las injusticias, practicar la solidaridad y el compromiso.

Esta exhortación modifica y profundiza el llamado de Jesús al iniciar su ministerio:"vayan y anuncien que el reino de Dios se ha acercado" (Mt 10:7). El cambio se explica por la necesidad de mentalizar a la militancia en una visión internacionalista, que rompiera de una vez por todas con la visión nacionalista judía.

Bautícenles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo

"Bautícenles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" Jesús mismo fue bautizado por Juan en el río Jordán. El bautismo es ofrecido como la nueva señal que identifica a los seguidores de Jesús. El bautismo es un compromiso con el Padre creador del universo, con Jesús mismo, nuestro Señor y Liberador, y con el Espíritu Santo, que fortalece nuestra voluntad de lucha y de victoria.

Enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes

"Enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes." Jesús nos convoca a una vida digna, esto es el centro de su mensaje y nos llama a luchar por la justicia, a solidarizarnos con los que sufren, y a la esperanza, a confiar en que obtendremos la victoria, el cumplimiento de nuestros sueños de paz y alegría.

Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo

Es un compromiso de Jesús con nosotros y nosotras. En los momentos difíciles de nuestra vida, cuando nos falten fuerzas, y nos sintamos angustiados, debemos saber que no estamos solos, que Jesús siempre nos acompaña.

El discurso final de Jesús a sus seguidores posee una gran densidad teológica y un fuerte contenido político, refleja la grandeza del mensaje de liberación de Jesús de Nazaret.

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