JESUS Y EL SENTIDO DE LA VIDA
Reflexión sobre Mateo 22:34-36
¿De dónde venimos? ¿Quienes somos? Y ¿Hacia donde vamos? En todas las épocas y culturas se han peguntado por el sentido de la vida, por la razón de la existencia ¿Para qué hemos nacido? ¿Hacia donde nos dirigimos después de la muerte?
Y cada generación que surge a la vida expresa su palabra y enriquece el acervo común planetario; nos proporciona nuevas ideas sobre el sentido de la existencia humana y su relación con la naturaleza, con el universo y con Dios.
Es en este sendero misterioso y apasionante, que nos encontramos con la tradición del pueblo de Israel. El pueblo hebreo explicó y organizó su vida a partir de un acontecimiento básico, histórico y divino: Yahvé liberó “con mano fuerte” al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto.
Jesús de Nazaret recibió esta herencia cultural y religiosa del pueblo judío y la enriqueció con su testimonio de vida, con su muerte en cruz y con su resurrección. Nos permitió comprender la naturaleza trinitaria de Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
El mensaje de Jesús de Nazaret es muy importante porque responde a las interrogantes del pasado como a las cuestiones actuales de un mundo cada vez más violento e injusto. La palabra viva de Jesús nos permite comprender el origen de las desigualdades que marcan el sufrimiento de la mayoría de países del mundo agobiados por un sistema de relaciones económicas injusto. Y nos da la clave de la vida: el amor a Dios y a nuestros semejantes.
Jesús construyó este mensaje de esperanza y liberación desde un posicionamiento muy concreto: desde la rebeldía del pueblo pobre de Israel y en polémica con otras tradiciones religiosas que recomendaban la resignación frente a los poderosos. Jesús optó por la lucha social, por la propuesta liberadora y la protesta enérgica. Y por esto fue crucificado por los romanos y a la vez resucitado por su Padre celestial.
En este texto se relata precisamente parte de la polémica de Jesús con los fariseos, empeñados en reducir la palabra viva de Dios en letra muerta, y en reducir el sentido de la vida en el cumplimiento de rituales legalistas y un nacionalismo estrecho, en oposición al mensaje liberador de Jesús de Nazaret.
Los fariseos le preguntaban a Jesús: ¿cual es el mandamiento más importante de la ley? Era una pregunta clave porque la Ley se refería al conjunto de normas originadas en la experiencia revolucionaria del pueblo de Israel en el desierto, que con el paso del tiempo se fueron convirtiendo en mecanismos de opresión, pero que eran de obligado cumplimiento.
Jesús les responde con una cita del libro de Deuteronomio y otra del libro de Levítico, para enfatizar la identidad entre su doctrina con la herencia teológica de Israel, así como señalar los aspectos esenciales de su mensaje, de su camino de fe y vida, de lucha y de resistencia.
Posteriormente es Jesús quien toma la iniciativa en la discusión y les pregunta: ¿de quien desciende el Mesías? Los fariseos responden con un planteamiento nacionalista, asegurando que de David, uno de los grandes reyes de Israel.
Jesús les corrige la plana explicándoles, que el mismo David obedecía a un Señor. Nadie pudo responderle ni una sola palabra y desde ese día ninguno se atrevió a hacerle más preguntas. Se cerró un periodo y se abrió otro. La decisión estaba tomada: iban a acabar con él. Y lo hicieron...
En nuestras iglesias muchas veces también nos confundimos sobre el sentido de la vida y olvidamos que no puede la vida reducirse al simple cumplimiento de rituales y repetición de frases hechas. La vida para Jesús es la lucha, en obediencia a llamado del padre y siempre en solidaridad con los excluidos y excluidas, de este mundo pecador e injusto.
27 de octubre de 2002
Rev. Roberto Pineda, Iglesia Luterana Salvadoreña
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