Reflexión sobre Mateo 10:40-42
Jesús de Nazaret, el rebelde que luchó por la globalización de la justicia, se preocupó por garantizar que cada persona que se acercara a su Movimiento, se desarrollara en toda su potencialidad, de acuerdo a su capacidad y su voluntad, ya fuera como organizador, ideólogo, agitador, polemista, logístico, etc. O sea diseñó una política de cuadros.
La clave de esta política de cuadros de Jesús radicaba en garantizar que cada persona tuviera una tarea a cumplir en la gran misión de proclamar y construir el reino de Dios, y conociera los detalles de cada campaña, de cada población así como los puntos básicos de la línea estratégica y del programa político.
Esto se hacía en el marco de una situación rodeada de amenazas y de persecución política. Esto explica porque para Jesús el acto de recibir a un seguidor suyo era un acto de rebeldía y de patriotismo, era un hecho político y clandestino de rechazo al invasor romano y a las autoridades coloniales judías.
Por esto Jesús le da tanta importancia, no se trataba de abrirle la puerta a un predicador, no, era abrir la puerta al mensaje de subversión y por lo tanto, atentar contra el orden establecido, conspirar contra el imperio y correr el riesgo de la represión.
En el texto estudiado, Jesús define el papel de los diversos niveles de colaboradores del reino de Dios. Desde los que juegan el papel de profetas hasta los que ayudan con alimentos.
El que los recibe a ustedes, me recibe a mí
Las personas que abren las puertas de sus corazones y de sus casas al mensaje de liberación de Jesús, trasmitido por los militantes de su Movimiento, establecen un vínculo directo con Jesús, pasan a formar parte de sus seguidores.
El que me recibe a mí, recibe al que me envió
Las personas que establecen un vínculo con Jesús, por su medio lo hacen con el Padre celestial, el Dios liberador del pueblo de Israel, el creador del cielo y de la tierra, el que perdona nuestras deudas y nos pide que perdonemos a nuestros deudores.
El que recibe a un profeta, recibirá le mismo premio que se da a un profeta
Las personas que recibían a un dirigente del Movimiento de Jesús corrían peligro de muerte, porque recibían a un enemigo probado del imperio romano. Era una acción muy peligrosa y Jesús reconoce sus méritos y ofrece el mismo premio que recibirá el profeta.
El que recibe a un hombre bueno, recibirá el mismo premio que recibe un hombre bueno
Las personas que recibían a un seguidor de Jesús también ponían en riesgo su vida y la de sus familias. Era una decisión difícil. Jesús lo entendía y por eso mismo reconoció lo significativo de ese compromiso.
Y cualquiera que ayude con un vaso de agua fresca
Habían personas que simpatizaban con el Movimiento pero que no estaban en la disposición de ofrecer sus casas por temor a las represalias. Pero si estaban dispuestas a ayudar, a proporcionar alimentos, y Jesús valora altamente esta contribución y también lo agradece y asegura que tendrán su premio.
Nuestra experiencia...
Durante la guerra que vivimos por doce años (1980-1992) y durante el período anterior de la dictadura militar, en los campos y ciudades, se vivió también en un ambiente de temor y represión. El ejercito desarrolló la estrategia de "tierra arrasada" que consistía en eliminar a la base social de la guerrilla y fueron poblaciones enteras las que fueron masacradas, en Tres Calles, La Cayetana, Aguilares, El Mozote, Sumpul, y muchas más. Los mandos militares diariamente hablaban de eliminar a los "delincuentes terroristas."
Y en esa época recibir a un muchacho, a un subversivo, a un militante del FMLN, a un enemigo del gobierno, era una condena a muerte, pero se hacía, y miles de luchadores sociales y de combatientes salvaron sus vidas debido a la valentía de personas que abrieron las puertas de sus casas para proteger a un herido, o esconder a un dirigente, otros no pudieron brindar sus casas, pero dieron comida, ropa, y principalmente apoyo moral, simpatía, reconocimiento, cariño de pueblo que solo se gana con el sacrificio.
Y el premio fue el del deber cumplido, la satisfacción de contribuir a la lucha contra la dictadura militar, de sembrar la semilla de la democracia, el premio de una sonrisa y de la esperanza de un nuevo amanecer, de una nueva sociedad con paz y justicia.
Hace veinte años, recuerdo, yo viví esa experiencia de recibir la solidaridad de una sonrisa y de una puerta abierta. Llegamos al mediodía huyendo de la represión. Simón Magaña nos recibió con una sonrisa y nos invitó a almorzar. Y nos dijo que nos acomodáramos. Y en los meses que viví allí siempre hubo una sonrisa y una mano amiga. Simón Magaña era un militante de la revolución y era, hoy lo comprendo, también un militante del reino de Dios.
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