lunes, 7 de enero de 2008

Jesús y el misterio del reino de Dios 30-julio-02

Mateo 13: 31-33,44-52

"A Dios le pido que mi pueblo
no derrame tanta sangre,
y se levante mi gente..."
Juanes

Jesús de Nazaret dedicó su vida a proclamar el Reino de su padre, esta fue la tarea principal que asumió desde el inicio de su ministerio. Este esfuerzo político de Jesús se diferenciaba radicalmente de las otras propuestas, que circulaban y se disputaban en ese entonces las simpatías del pueblo judío.

El reino de Dios era interpretado de diferentes maneras. Para los saduceos, era el imperio romano, por lo que se justificaba arrodillarse a su servicio; para los zelotas, por el contrario, los romanos eran los enemigos a destruir para poder establecer el nuevo gobierno; los esenios se habían retirado al desierto para esperar la llegada del reino; y los fariseos confiaban que su casuística les permitiría ingresar a ser los elegidos del nuevo orden.

El mensaje de Jesús era diferente. El reino de su Padre estaba vinculado a la justicia de los profetas y al establecimiento de una comunidad en la que los valores de la solidaridad y la paz fueran predominantes. Una sociedad en la que se respetara la dignidad del huérfano, de la viuda y del extranjero. Por esas ideas Jesús dedicó y entregó su vida y aún nos siguen convocando a la alegría de la lucha.

En estos textos, Jesús de Nazaret nos revela tres facetas de la naturaleza del reino de Dios. La primera es su capacidad de crecimiento, de ir de lo poco a lo mucho, la segunda, el significado profundo de vivir con dignidad, de luchar por la construcción del reino; y finalmente, el carácter contradictorio de la lucha por el reino, y de nuestra conducta como luchadores sociales.

Jesús utiliza imágenes, parábolas derivadas de la vida en el campo , y de su entorno cultural. Conoce del tamaño de la semilla de mostaza, de la levadura que fermenta la masa para producir el pan; nos habla de un tesoro escondido, de una perla de gran valor, y de una red que se echa al mar.

El reino de Dios es un misterio

Jesús compara el reino de Dios con una semilla de mostaza. Es la más pequeña de las semillas, pero se convierte, se transforma, cambia, y llega a ser como un árbol, tan grande que las aves van y hacen nidos en sus ramas. De esta misma forma crecen nuestros proyectos, sean estos personales, institucionales o históricos, cuando les dedicamos esfuerzos, pensamientos, trabajo duro y confianza que Jesús acompaña nuestro caminar.

Asimismo Jesús compara el reino de Dios con una mujer que por medio de la levadura hace fermentar la masa para hacer el pan. La levadura es el elemento activo, dinámico, catalizador. Eso nos corresponde ser. Levadura que fermenta la masa para lograr el pan del cambio social. Tomar la iniciativa en la construcción del Reino.

Algunos piensan que solo debemos de observar y que la construcción le corresponde a Dios, es algo que nos trasciende. Otros que puede construirse y que es mejor construirlo sin la participación de Dios, en la total inmanencia. Jesús nos habla siempre de los dos sujetos, el humano y el divino, trabajando y soñando juntos.

Los sueños y la lucha son un tesoro y una perla de gran valor

Jesús compara el reino de Dios con un tesoro escondido. Mientras no comprendamos que encontrar a Jesús y seguirle es encontrar un tesoro escondido no habremos comprendido el misterio de la vida, que surge, transcurre y se esfuma, y sólo permanece en la medida que soñemos y luchemos. Lo sueños y la lucha es lo que nos hace ser hijos e hijas de Dios; los sueños y la lucha son el tesoro escondido que Jesús nos entrega con mucha alegría.

Los sueños y la lucha son una perla de gran valor. Nos permiten entender el significado de la vida, la razón por la cual nacemos y vivimos, el misterio de la muerte y la resurrección, la necesidad de ser comunidad, la voluntad de ir y vender todo lo que tenemos para adquirir esa perla de gran valor que se llama reino de Dios.

El reino de Dios es como una red que se echa al mar

Jesús compara el reino de Dios con una red que se echa al mar y recoge toda clase de pescados. Esta es la tercera característica. El proyecto político de Jesús es una propuesta abierta para todos y todas, para buenos y malos, para rebeldes y sumisos, para ricos y pobres. Todos y todas son llamados, pero no todos son escogidos. El reino exige la transformación de nuestra forma de pensar, de actuar y de sentir, un compromiso, una metanoia.

En nuestra sociedad y en sus iglesias existen también diversas visiones sobre el reino de Dios. Los actuales saduceos se identifican con el proceso de globalización neo-liberal y le rinden culto al mercado como símbolo de su reino; los zelotas modernos confían en la violencia como medio exclusivo para derrotar al imperio; los esenios se aíslan del mundo en las cuatro paredes de sus iglesias; mientras los fariseos critican al mundo pero no hacen nada para transformarlo.

Algunas iglesias, humildemente pretendemos como Jesús transformar al mundo, tanto las estructuras de la economía como las estructuras de la conciencia, tanto la mente como el cuerpo y también el espíritu; tanto en el pensar, como en el actuar y en el sentir, en las diversas dimensiones que integran la complejidad del ser humano.

Para lograr esto, nuestro mensaje debe de crecer como el grano de mostaza, y vivir la experiencia de encontrar un tesoro escondido y una perla de gran valor y la voluntad de seguir echando la red y recogiendo toda clase de pescados, con la confianza que Dios nos acompaña en nuestra vida. Amén.

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