Reflexión sobre Mateo 10: 24-39
"En cualquier lugar que la muerte nos sorprenda, bienvenida sea..."
Ernesto Che Guevara
El temor a la muerte es uno o quizás el principal temor en nuestras vidas. Y aunque sabemos que es inevitable, hacemos esfuerzos por llegar tarde a esa cita. La muerte nos causa angustia porque nos revela nuestra fragilidad humana, la vida es un hilo que se rompe fácilmente. Somos un destello de tiempo. Los poderosos lo descubrieron y siempre han amenazado y practicado con los humildes esa solución final.
Jesús de Nazaret tomó al toro de la muerte por los cuernos y decidió arriesgar y entregar su vida por la liberación de la humanidad y de esta forma educar a los militantes de su Movimiento, en la voluntad de ser firmes hasta el último aliento de vida y no dejarse amedrentar por las amenazas de los poderosos, porque al final el Padre celestial hará justicia.
En los actuales momentos que vivimos la enseñanza de Jesús es muy vigente, porque en El Salvador los poderosos imponen su dominación con mínima resistencia,debido al cansancio y la confusión del Movimiento Popular. Es importante que no olvidemos que cuando se está en disposición de entregar la vida por la causa de la justicia, que es la causa de Jesús de Nazaret, se ha alcanzado la libertad, porque no existe poder en la tierra que pueda prohibir los sueños y la esperanza, que son los árboles donde crecen los frutos de la lucha y la rebeldía.
Durante la guerra, de 1980 a 1992, la muerte nos amenazaba en cada esquina, a cada minuto. Lo mismo sucedió durante los largos años de la dictadura militar. Durante la guerra y la dictadura estuvimos dispuestos a entregar nuestras vidas. Después de la guerra, en la post-guerra, la muerte dejó de amenazarnos. Y hoy podemos hablar, leer, caminar y reír sin temor. Y esto es una gran conquista popular, fruto de años de lucha y sacrificio. Nos demuestra que valió la pena el esfuerzo realizado.
Pero también después de la guerra se vive un período de cansancio y confusión. Algunos pensaron que ya todo se había logrado y que era el momento de disfrutar, otros pensaron que no se había logrado nada y se hundieron en la frustración. Y valores fundamentales de la lucha como el compromiso con la justicia, el vínculo con las comunidades, el esfuerzo organizativo y la lucha ideológica, fueron abandonados y surgió el interés por los cargos públicos y por insertarse en el sistema, no para combatirlo como se hacía en el pasado, sino para identificarse, plegarse, confundirse, y fusionarse a este.
Y esto ha provocado que los sectores dominantes hayan redoblado su control ideológico y político sobre la población, lo que conduce a que hoy sea más difícil encontrar la disposición a entregar la vida, y esto marca una diferencia básica con períodos anteriores. Y esto nos coloca ante nuevos desafíos para revertir este proceso de adormecimiento de la conciencia de nuestro pueblo. Veamos lo que Jesús nos enseña en este texto para que ilumine nuestro camino.
En este texto, Jesús de Nazaret nos comparte su visión sobre el significado de la vida y de la muerte así como sobre la necesidad de vivir una vida plena, comprometida, de lucha, que nos permita tener una muerte digna, satisfecha, significativa.
No tengan miedo de la gente...
Las clases dominantes utilizan la opinión pública para confundir y desmovilizar, para promover visiones individualistas, para condenar la organización y la protesta, para neutralizar la rebeldía y la lucha.
No tengan miedo de los que matan el cuerpo, pero no pueden matar al espíritu...
Durante la dictadura y la guerra, nunca lograron matar a nuestro espíritu de lucha, aunque nos mataban el cuerpo, diariamente aparecían los cadáveres decapitados en las calles. Y nunca, nunca lograron atemorizarnos, evitar que cumpliéramos nuestra tarea. Por cada mártir caído se alzaba un nuevo puño de protesta.
Actualmente debemos de reconocerlo para poder superarlo: nos han matado el espíritu. Y debemos de tener miedo por esto. Las emboscadas del aire acondicionado de las oficinas fueron más poderosas que los cañones y las bombas. ¿Cómo recuperamos el espíritu? Únicamente por medio de la lucha, este es el antídoto contra el veneno de la serpiente neo-liberal que ha logrado paralizar nuestro caminar y silenciar nuestro grito de liberación.
No he venido a traer paz al mundo, sino lucha...
Los opresores a lo largo de los siglos han proyectado la imagen de un Jesús rubio, dulce, apaciguado y angelical, la cual es totalmente falsa. Para Jesús la paz era el fruto de la justicia y siempre estuvo claro que su mensaje subversivo despertaría el odio de las elites dominantes y no sería inicialmente comprendido ni por los sectores populares. Los Evangelios son un testimonio irrefutable del carácter radical del mensaje y la práctica política de Jesús.
El que no toma su cruz y me sigue, no merece ser mío...
Es importante asumir la responsabilidad de la cruz, del compromiso, del sacrificio. Cada persona es única y puede contribuir desde su realidad a cargar la cruz. La cruz es señal de sensibilidad, de entrega, de compartir. Llegamos a Jesús por medio de la cruz, por medio de la lucha, luego de dar la batalla con nosotros mismos, en nuestros corazones, para decidir si le apostamos al acomodamiento con el sistema o a su rechazo.
Actualmente algunos han perdido y otros han renunciado al compromiso con la justicia, a cargar su cruz. Entre ambos sectores existen diferencias. La pérdida es un proceso de enfriamiento, relajamiento, alejamiento de los principios revolucionarios, la renuncia es una opción consciente, es un cambio de bando, es abandonar la causa.
El que trata de salvar su vida, la perderá...
La vida para Jesús no consistía únicamente en respirar, comer, beber, vestirse, sino iba más allá y se reflejaba en el verbo luchar, luchar por los demás, luchar por la justicia, y toda lucha por la justicia provoca resistencias de los que ven sus intereses amenazados. Estas resistencias a veces llegan a la violencia, a la represión. Y muchas personas tratan de salvar sus vidas huyendo de la lucha, del compromiso. Pero al tratar de salvar sus vidas, la pierden, porque para Jesús no es una verdadera vida la vida del esclavo, del domesticado, del indiferente, del colonizado.
Estar en disposición de entregar nuestras vidas por la causa de la justicia es la única actitud digna, evangélica, en una situación como la nuestra, de injusticia y opresión. Este es un punto de encuentro entre el mensaje cristiano y el pensamiento marxista de Ernesto Che Guevara, quien entregó su vida por la liberación de los pueblos latinoamericanos.
No es fácil mantener el compromiso de la cruz y estar en disposición de entregar la vida. Muchas veces he sentido la tentación de claudicar e integrarme al sistema, con la seguridad de recibir sus premios y aplausos. Gracias a Dios no lo he hecho. Recuerdo que hace treinta años asumí el compromiso de luchar por la independencia de Puerto Rico y aunque he navegado por otros mares, el rumbo sigue vigente.
Un profeta puertorriqueño, parecido a Isaías, Pedro Albizu Campos, me enseñó que "la Patria es valor y sacrificio." Y en mis fibras más profundas siguen sonando las notas de La Borinqueña revolucionaria y aparecen las figuras de Hostos y de Betances, la memoria de Lares y de Jayuya. Amén.
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