Reflexión sobre Lucas 24: 13-35.
Luego del asesinato por el Imperio romano de Jesús de Nazaret, sus discípulos se dispersaron derrotados, resignados, tristes, confundidos. Cada uno de ellos optó por regresar a sus antiguas ocupaciones, y olvidarse de lo que había sucedido, del gran fracaso.
Y es que los mimos militantes del Movimiento de Jesús esperaban resultados inmediatos y vinculaban la grandeza de Jesús y su Mensaje con la capacidad para imponerse militarmente sobre sus enemigos, por lo que al presenciar la muerte de su líder máximo en la cruz se derrumbaron moralmente, se quebraron sus sueños y se sintieron decepcionados, incluso quizás utilizados.
Ellos, los discípulos que habían acompañado a Jesús, que lo habían visto curar a los enfermos, enfrentarse a los poderosos y proteger a los débiles, olvidaron rápidamente todo esto y respondieron a la cruz de Jesús con el olvido, y borraron de sus mentes las imágenes de aquel que predicaba la solidaridad; suprimieron todo lo que había pasado y regresaron a refugiarse en la cotidianidad de sus vidas. Pero el sueño siguió vivo.
En el texto seleccionado, Jesús, el crucificado ahora resucitado, entabla un diálogo con dos de sus seguidores sobre su captura y asesinato, y los exhorta a continuar en la causa logrando que recuperen el sueño olvidado y que regresen a Jerusalén a incorporarse de nuevo a la lucha.
Nos relata Lucas que dos de los discípulos de Jesús regresaban a Emaús. Regresaban al pasado, a sus antiguos oficios, a la seguridad de sus familias, a la opresión. Siempre existe entre los seres humanos la tentación de regresar al pasado y refugiarse en la seguridad de una vida tranquila, sin conflictos, de someterse al orden existente.
Sin que ellos lo reconocieran, "Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos." Jesús siempre camina con nosotros, como personas y como pueblos, nunca nos abandona, en las buenas y en las malas, en lo plano y en las laderas, en la tranquilidad y en las turbulencias. La fe nos permite verlo, pero siempre esta con nosotros en el camino de la vida.
Los dos discípulos estaban tristes, derrotados, no podían asimilar que Jesús había sido capturado y asesinado en una cruz, el peso del fracaso los hundía en el abatimiento. Son momentos que todos y todas hemos atravesado en nuestras vidas, momentos de angustia, de soledad, de crisis, de pensar que todo esta perdido.
Le confiesan a Jesús que "nosotros teníamos la esperanza que él sería el que había de libertar a la nación de Israel". Ellos esperaban a un poderoso caudillo militar que destruyera a los imperialistas romanos y los expulsara de Israel. Pero Jesús nos respeta tanto que únicamente nos acompaña y espera que seamos nosotros los que tomemos conciencia, nos organicemos y planifiquemos y ejecutemos la destrucción de todo tipo de opresión.
Jesús les recrimina por su falta de fe. De nuevo les explica la necesidad del sacrificio. Y de nuevo celebra con ellos la comunión. "Tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se los dio". Es hasta entonces que lo reconocen. "Se les abrieron los ojos". Es en la comunión que reconocemos a Jesús. Es en la unidad que se nos abren los ojos y podemos volver a soñar, a creer.
Luego los mismos discípulos reflexionan: "¿no es verdad que el corazón nos ardía en el pecho cuando escuchábamos su palabra?" De nuevo se sienten llamados a la causa de Jesús. Han recuperado la capacidad de soñar, la capacidad de sentir y luchar por el reino de Dios.
"Sin esperar más, se pusieron en camino y volvieron a Jerusalén". Estaban ya en Emaús y decidieron regresar a Jerusalén, regresar a la lucha, a la proclamación del Evangelio. A gritar por las calles y desde las azoteas que Jesús el crucificado es el mismo Jesús el resucitado. Y que ha vencido a la muerte y nos acompaña en nuestras luchas. A cantar junto con Mercedes Sosa: "¿Quién dijo que todo esta perdido? Yo vengo a ofrecer el corazón".
En la vida de las personas y de las naciones nos sucede lo que a los militantes de Emaús. Siempre estamos esperando resultados inmediatos y nos olvidamos fácilmente de lo que ha pasado. Pero también tenemos la capacidad de recuperar los sueños, de volver a vibrar con un ideal, de enamorarnos de la paz y la justicia, de vivir con dignidad, de pie, nunca de rodillas.
Venezuela en el corazón...
En estos últimos cuatro días Venezuela ha estado en nuestros corazones. Hemos presenciado como se fue tejiendo una conspiración contra el gobierno democrático de Hugo Chavez. El jueves se convocó a un paro nacional en su contra, el viernes es capturado por militares traidores, el sábado el pueblo venezolano salió a la calle para recuperar a su presidente y hoy Hugo Chavez esta de nuevo dirigiendo Venezuela desde el Palacio de Miraflores.
Fuimos siguiendo cada uno de estos momentos con mucha atención. Estaba en juego el futuro de la democracia de ese pueblo hermano, bolivariano. Cuando supimos de la captura del presidente Chavez nos sentimos muy tristes, como los discípulos de Emaús, nos sentimos impotentes, derrotados, la fuerza de los militares traidores y del dinero del imperio aplastaba el sueño bolivariano y se imponía la mentira. Todo estaba perdido. Incluso eligieron un títere como presidente por un día.
Pero la fe pudo más que el dinero. Y la verdad se impuso sobre la mentira. Y el pueblo venezolano, el pueblo pobre, los "pata en el suelo" bajaron de los cerros de Caracas y exigieron que les devolvieran a su presidente, secuestrado por militares traidores. Y los poderosos tuvieron que ceder ante al dignidad de los humildes , y tuvieron que renunciar a sus planes. El pueblo venezolano recuperó a su presidente, recuperó y defendió el sueño de construir una nueva Venezuela.
Los pueblos son como las personas, y podemos decir, evangélicamente, que Venezuela estuvo en Emaús pero decidió regresar a Jerusalén. Los poderosos trataron que Venezuela regresara al pasado, a la corrupción, a la opresión, pero el pueblo decidió regresar a Jerusalén, a la dignidad, a la justicia, a la revolución…
Nos mantenemos en oración para que el pueblo venezolano continúe con el corazón ardiente defendiendo y profundizando su revolución. También nos disculpamos como pueblo salvadoreño por tener un presidente que actuó más como sirviente colonial del imperio que como mandatario de un país libre, ya que fue el primero que reconoció al régimen títere de un día. Nos disculpamos por esta ofensa a un pueblo que como el venezolano fue el primero que extendió su mano solidaria luego de los terremotos del año pasado. Pero así actúan los administradores coloniales.
¡Alabado sea el Señor, que siempre acompaña al pueblo de Venezuela!
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