miércoles, 9 de enero de 2008

Jesús y el mundo de los labradores malvados 8-octubre-02

Mateo 21:33-45

Jesús de Nazaret vivió, luchó y murió en un mundo injusto y peligroso. Era el mundo del imperio romano. En Roma se decidía el destino de los pueblos y naciones. Cuando el Cesar inclinaba su pulgar hacia abajo en el coliseo del mundo, significaba el genocidio de países enteros. Nada quedaba vivo. Los romanos eran los amos del mundo y la pax romana era la paz de los cementerios. Con sus legiones habían globalizado la opresión y el saqueo de los pueblos. Eran unos labradores malvados.

Jesús de Nazaret se enfrentó al imperio romano. Fue un dirigente del Movimiento Anti-Globalización romana. Desafió sus leyes y sus banderas victoriosas, cubiertas de sangre de los pueblos; se rebeló contra la injusticia y la opresión. Creció, vivió, luchó, fue asesinado y resucitó desde el mundo de la Resistencia. La cruz fue su testimonio de lucha. Su mensaje fue un grito de protesta, que nos sigue convocando a denunciar el discurso único de un mundo dirigido por labradores malvados.

Nuestro mundo se parece mucho al mundo de Jesús. A veces parece que sólo cambian los nombres. Actualmente en el Senado del imperio se decide darle apoyo al Emperador para enviar sus acorazados, aviones y marines para invadir, bombardear, destruir a Bagdad y a todo Irak. La antigua Mesopotamia de los tiempos bíblicos. Ayer como hoy, los poderosos, los labradores malvados, buscan el petróleo y buscan el dominio, aplastan a los pueblos pequeños, se quieren apoderar del viñedo que no les pertenece. De los pozos petroleros que no les pertenecen.

Pero también la lucha continúa

Los esclavos del imperio romano se han transformado en los excluidos de la globalización capitalista. Y la dignidad sigue existiendo. La dignidad de Espartaco y la dignidad del Che. El ejemplo de Bonhoeffer y de Camilo Torres. La firmeza de Rosa Luxemburgo y de las hermanas Mirabal; de los mártires de Chicago y de los mártires jesuitas salvadoreños.

El espíritu de resistencia que es el espíritu de Dios ha acompañado a cada persona humillada, a cada pueblo oprimido, a cada familia amenazada y les ha dado fuerza, convicción, tenacidad, coraje.... Y a pesar de los golpes, el mundo sigue siendo una inmensa cadena de esperanza y de lucha. El pueblo de Irak no esta solo. El pueblo de Palestina no esta solo.

Es por esto que Jesús de Nazaret, el rebelde que desafió al imperio, en esta parábola nos entrega un retrato de su época: el mundo de los labradores malvados. Un mundo donde un puñado de corporaciones, países poderosos e instituciones financieras se han apoderado del planeta y lo están destruyendo. Y a esto le llaman progreso y civilización.

Imponen un modelo de sociedad basado en el egoísmo y el saqueo, la represión y el silencio del mercado, modelando las conciencias a partir del único criterio válido: la ganancia. Son unos globalizadores malvados que imponen el sufrimiento a toda la humanidad. Son los labradores del imperio. Hunden a países enteros en la pobreza, como sucede con Argentina. O amenazan con la guerra, como es el caso de Irak.

Es por esta razón que Jesús les contó a los fariseos y saduceos la parábola de los globalizadores malvados: el dueño de una finca plantó un viñedo y le puso un cerco; preparó un lugar donde hacer el vino y levantó una torre para vigilarlo todo. Dios nos proporciona un mundo para vivir. Un mundo con océanos, montañas, ríos, animales, viñedos, fábricas, laboratorios, universidades, mercados, maizales, cañaverales, cafetales. Un mundo con personas que ríen, sueñan, trabajan, piensan, aman.

Luego alquiló el terreno a unos labradores y se fue de viaje. Alquiló el terreno. Dios nos alquila el mundo. No nos pertenece, pero nos permite habitarlo, saborearlo, sentirlo. Nos alquila el viñedo, el cafetal, pero no lo vende. Sigue siendo propiedad divina. Nos confía su propiedad en alquiler.

Cuando llegó el tiempo de la cosecha, el dueño mandó a pedir la parte que le correspondía. Era lógico esperar una paga por el alquiler del terreno. Dios espera que seamos agradecidos de la misma forma que el nos favorece. Dios confía en nosotros.

Pero los labradores rechazaron a los criados enviados por el dueño del viñedo. A unos los torturaron, a otros los desaparecieron, a otros los asesinaron. La soberbia los encegueció. Y asesinaron a Monseñor Romero, se creyeron dueños del viñedo, de los cafetales, amos del mundo, patrones del universo.

El dueño sorprendido volvió a enviar más criados y sucedió lo mismo. Los asesinaron. Al final envió a su propio hijo, a Jesús de Nazaret, pensando que no iban a matarlo. Cuando los labradores malvados vieron llegar al hijo del dueño se alegraron porque si lo mataban ya no habría herederos y podrían quedarse con la propiedad. Y lo hicieron. Los globalizadores lo capturaron, lo torturaron y lo crucificaron. Lo acusaron de subversivo.

Al oír contar esta historia, los banqueros y los petroleros quisieron arrestar a Jesús, y obligarlo a que no siguiera predicando la Palabra de liberación, pero tenían miedo, porque la gente creía que era un profeta. Amén.

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Rev. Roberto Pineda
robertoarmando@navegante.com.sv
rpineda@saltel.net
San Salvador, 8 de octubre de 2002

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