lunes, 7 de enero de 2008

Una mujer cananea educa a Jesús 18-agosto-02

Mateo 15: 21-28

La construcción de la personalidad de Jesús de Nazaret, de su pensamiento y actitudes básicas, fue un proceso de maduración que tuvo como pilares fundamentales, el análisis crítico de la situación de opresión colonial existente así como la apertura hacia los humildes, en particular hacia el huérfano, la viuda, las y los extranjeros.

Jesús de Nazaret no nació profeta ni sabio. Se fue formando en el camino de la vida. Fue un niño campesino, refugiado en Egipto, que regresa a Galilea y va moldeando su carácter al contacto con el pueblo y sus tradiciones de lucha; con la herencia subversiva de los profetas y con los tesoros de la sabiduría de Israel.

En este proceso formativo, Jesús pudo liberarse de patrones culturales judíos que incluían elementos de discriminación, en contra de las mujeres y en contra de otras nacionalidades. Estos elementos estaban profundamente internalizados en el sistema de valores predominante. Jesús acumuló experiencias que le permitieron romper con estos esquemas opresivos. Una de estas experiencias fue su encuentro con una mujer cananea.

En la presente lectura, presenciamos una muestra de ese aprendizaje de Jesús. Asistimos a un debate teológico entre Jesús y una mujer cananea. La temática es decisiva para el futuro del Movimiento Popular de Jesús y es la siguiente: ¿es el discurso y la práctica liberadora de Jesús exclusiva para el pueblo judío o es un mensaje para toda la humanidad?

Nos describe como Jesús fue entendiendo y descubriendo que su mensaje era universal y rebasaba el estrecho horizonte judío. Esto no fue fácil, fue el resultado de un proceso doloroso de rupturas, resistencias y hallazgos. Posteriormente Pablo se encargaría de predicar el evangelio entre los judíos de la diáspora, y finalmente entre los gentiles, las otras naciones.

En el texto reseñado, la mujer cananea busca a Jesús, se le acerca, confía con todo sus corazón que Jesús salvará a su hija, que está endemoniada. Es posible que hubiera esperado a Jesús por mucho tiempo, sabía de él, confiaba en él, lo esperaba. El momento, su momento, había llegado. Había que tomar la iniciativa. la mujer le gritó a Jesús: ¡ten compasión de mí!

Los discípulos reconocen en la mujer a una cananea y reflejando la ideología dominante de ese tiempo, le ruegan a Jesús que la rechace. Sabían lo que estaba en juego. Rechazarla era lo establecido, lo correcto. Aceptarla significaba enfrentarse con la costumbre y la ley mosaica. Jesús cede a la presión y la mujer se encuentra sorprendida por este rechazo. No lo esperaba.

A continuación se desarrolla un diálogo, entre la mujer cananea y Jesús. Es un debate teológico y político. Lo inicia y lo concluye Jesús pero lo conduce la mujer cananea. Jesús le dice: " Dios me ha enviado solamente a las ovejas perdidas de Israel." Es un típico discurso nacionalista, propio de un fariseo o de un saduceo. En este punto, y a esta altura del diálogo, Jesús obedece a una lógica excluyente y xenofóbica, que consideraba correcta.

La mujer cananea, "se arrodilla delante de él" y le repite: Señor, ayúdame." Le implora, le suplica, le pide que haga uso de su poder para ayudarla. La mujer cananea lo necesita y le habla desde el sufrimiento de una madre con una hija enferma, endemoniada.

Jesús reacciona violentamente y la maltrata. Sí. Con sorpresa escuchamos en boca de Jesús la siguiente frase: "No esta bien quitarle el pan a los hijos y dárselo a los perros." Los judíos llamaban perros a los cananeos, y Jesús se hace eco de esta costumbre. Era una frase hiriente, parecida a la que usan en Estados Unidos para referirse a los latinos, les llaman spiks, y a los afroamericanos, niggers.

La mujer cananea le responde a Jesús con mucha sabiduría, le da una lección de teología, le dice: "Sí Señor, pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos." Me imagino que Jesús se ha de haber estremecido al escuchar esta respuesta, y la medito, la proceso, la internalizó.

Porque la respuesta de la mujer cananea lo derrumbó. Le mostró su error. Le impacto en lo más profundo de su ser. Y Jesús tuvo la grandeza de la humildad para reconocerlo. Y tuvo el valor de cambiar de opinión públicamente y enfrentarse a lo establecido, a la ideología dominante. Le dice: "¡Mujer, que grande es tu fe! Hágase como quieres."

Existen encuentros en nuestras vidas que nos transforman la existencia. Lo más seguro es que Jesús nunca olvidó a aquella mujer cananea que le enseñó, que le ayudó a ser Jesús, a ser solidario, a ser incluyente, a ser tolerante, y a rechazar el nacionalismo y la prepotencia.

Cada uno de nosotros y de nosotras experimentamos en nuestras vidas esos encuentros, que nos cambian y nos hacen más humanos. El ejemplo de esta mujer cananea debe de servirnos para comprender la riqueza de la existencia humana y el valor de la fe, de la firmeza y de la esperanza. Amén.

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