sábado, 5 de enero de 2008

Jesús y la justicia de genero 6-marzo-02

Reflexión sobre Juan 4:5-42

Jesús de Nazaret fue un firme partidario de la liberación de la mujer. Comprendió que únicamente podría construirse el reino de su Padre en la medida que las mujeres, participaran activa y decididamente en su planificación y ejecución. Es por esta razón que promovió la participación de las mujeres en su Movimiento Popular.

Los poderosos de su época rechazaron y ridiculizaron esta firme posición política, justificando su dominación y defendiendo sus intereses de predominio androcéntrico. En un primer momento, incluso dentro de sus seguidores hubo confusión y rechazo de este nuevo planteamiento, y posteriormente todos y todas conocemos como se tergiversó el mensaje de Jesús impregnándolo de un contenido reaccionario y excluyente, el cual continua predominando en la inmensa mayoría, si no en todas nuestras iglesias, para vergüenza de nuestro Movimiento y de su fundador Jesús.

Es por esto muy importante este pasaje de los Evangelios en el que se nos relata el encuentro entre Jesús de Nazaret y la Mujer de Samaria. Este encuentro comprende un diálogo en clave de igualdad y aborda situaciones muy sentidas para las personas en esa época.

Nos encontramos en el texto a Jesús que cansado del camino, a mediodía, se sentó junto a un pozo, y una mujer llegó a sacar agua y se inicia entre los dos un diálogo muy rico de significado político y teológico. Hay que señalar que estamos en Samaria.

Jesús inicia la conversación y le pide agua. Jesús toma la iniciativa de comunicarse, de pedir agua. La mujer se sorprende con la solicitud, viniendo de un judío. Jesús rompe con los moldes establecidos y decide comunicarse con una Mujer y con una Samaritana. Inician un diálogo libre de solicitud y ofrecimiento.

A continuación, Jesús le ofrece a ella el agua de la vida. Ella le responde que observa que "ni siquiera tienes con que sacar agua, y el pozo es muy hondo." Jesús le responde revelándole su identidad y ofreciéndole agua para no volver a tener sed.

La mujer cree y le pide de esa agua. Es ahora ella la que solicita y Jesús el que ofrece. Los papeles han cambiado. Jesús le pide que vaya a llamar a su marido y luego regrese. Ella responde que no tiene marido.

Jesús acepta su respuesta pero le recuerda que ha tenido cinco maridos y admite que el actual no es su marido. La mujer se sorprende de nuevo y le dice: "Ya veo que eres un profeta". Posteriormente se inicia una conversación teológica sobre el lugar de adoración, Gerizim o Jerusalén, y la necesidad de un nuevo modo de culto basado en el espíritu de Dios.

Durante esta conversación Jesús le revela de nuevo su identidad como el Mesías esperado: "Ese soy yo, el mismo que habla contigo". En ese momento regresan los discípulos de Jesús que habían salido a comprar provisiones se sorprenden al verlo platicando con una mujer y para colmo, samaritana. Ella lo nota y decide, por su propia cuenta, dejar su cántaro e irse al pueblo a proclamar la llegada del Mesías.

Ella deja su cántaro

Ya antes otros habían dejado sus redes de pescadores. El encuentro con Jesús nos transforma radicalmente a todos y todas. Las gentes del pueblo, llamado Sicar, fueron a ver a Jesús. Mientras, los discípulos le rogaban a Jesús que comiera de lo que le habían traído.

Jesús les responde: "Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y terminar su trabajo". Finalmente llegaron los habitantes de Sicar y le rogaron a Jesús que se quedara con ellos, y fueron evangelizados.

En El Salvador, la mujer es discriminada en todas las esferas de la sociedad, desde que nace hasta que muere, dentro y fuera de la iglesia. Esto es una triste y vergonzosa realidad que debe de llamarnos a reflexión. Debemos de pensar que Jesús supo ser diferente y se acercó a esta mujer samaritana como a una amiga y compañera, la trató con dignidad y respeto.

Nos corresponde a nosotros, como hombres socializados en la discriminación a la mujer, asumir el desafío que Jesús nos hizo y acompañar los esfuerzos de las mujeres para construir su liberación. Debemos ser parte de la solución y no del problema. Esto requiere realizar un cambio radical en nuestras vidas y actitudes, y abrirnos a la solidaridad, al respeto y a la esperanza.

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