Reflexión sobre Mateo 7: 21-29
Jesús de Nazaret, el crucificado resucitado, educó a la militancia de su Movimiento en una sólida unidad entre lo que se dice y lo que se hace, entre las promesas y las acciones, para no ser confundidos con los fariseos y los saduceos, quienes establecían un divorcio entre la teoría y la práctica. Por eso Jesús los denunciaba como "sepulcros blanqueados."
Una de las preocupaciones básicas de Jesús de Nazaret fue la de evitar que esta separación entre las ideas y la realidad se repitiera en su práctica política-religiosa, porque estaba claro que únicamente iban a conseguir el apoyo de la población, en la medida que fueran consecuentes en su lucha por la justicia y que el pueblo los reconociera como tales.
En este texto, que es la parte final del Discurso de la Montaña, Jesús clarifica a sus mismos seguidores que no todo aquel que le diga: Señor, Señor, entrará en el reino de Dios, sino los que hacen la voluntad de su Padre celestial. No hay vuelta de hoja. Un discurso sin práctica, es falso, vacío, hipócrita. Y para ilustrar este punto les cuenta la historia de dos personas que construyen sus casas con materiales diferentes.
La primera persona, es prudente y construyó su casa sobre la roca, y al venir la lluvia y soplar los vientos y crecer los ríos, su casa siguió firme, no se cayó porque tenía su base sobre la roca. Construir sobre la roca es construir haciendo la voluntad del Padre celestial.
Pero la otra persona, un necio, construyó su casa sobre arena, y al venir la lluvia, y soplar los vientos y crecer los ríos, su casa no resistió, y se vino abajo porque tenía su base sobre la arena. Construir sobre la arena es no obedecer la voluntad del Padre celestial.
Esta imagen de las dos bases se puede aplicar a nuestra vida misma y también a la vida de nuestras iglesias y de nuestras naciones.
Reflexionaremos sobre la situación de nuestro país
El Salvador ha sido construido sobre arena. Sus bases son débiles, sus pilares están agrietados, sus columnas están quebradas, sus paredes están carcomidas por el egoísmo.
El Salvador es un país construido sobre la marginación y la desigualdad
Durante los 300 años de ocupación colonial se marginó a nuestros indígenas, durante la etapa republicana a partir de 1821 se marginó a los sectores populares, mestizos, mulatos, negros, y en la actualidad se continúa marginando a la mayoría de la población, a los trabajadores de la ciudad y del campo, de las decisiones principales de nación. La sociedad salvadoreña nunca se organizó para buscar el bienestar de sus integrantes.
Es una elite oligárquica la que siempre ha dominado al país
El Salvador es un país construido sobre la explotación y la pobreza.
La economía siempre ha respondido a intereses minoritarios. Los diversos ejes de la economía, desde el añil, el café, la industrialización y hoy las maquilas, han sido mecanismos de aprovechamiento de nuestra fuerza de trabajo para aumentar las ganancias de "inversionistas" nacionales y extranjeros.
El Salvador es un país construido sobre el autoritarismo y la represión
La amenazas, la tortura, las desapariciones forzadas, el exilio, la cárcel, la difamación, el asesinato político, han sido los componentes fundamentales del sistema político. Un país dominado por la violencia que pasa a formar parte de su vida cotidiana. Un país dominado por el temor de hablar, de opinar, de pensar.
El Salvador es un país construido sobre la intervención y la dependencia
Durante 300 años España impuso su dominio a sangre y fuego, con la cruz y la espada, y perdimos nuestro idioma, nuestra religión, y nos convertimos en un pueblo mestizo. En la actualidad las clases dominantes ofrecen la perspectiva de transformarnos en un protectorado de Estados Unidos. Las decisiones siempre han sido tomadas fuera de nuestro país.
Esta es la casa que hemos construido. Una casa construida sobre arena. Una casa muy frágil y excluyente. Una casa vulnerable, que no resiste la lluvia de la opresión, ni los ríos crecidos de la pobreza, ni los vientos de la desigualdad. Una casa que es un gran desastre de país!
Esta no es la casa que debimos de haber construido, no es la casa que soñó Jesús de Nazaret. Esta es una casa del demonio, del egoísmo, del pecado.
Jesús de Nazaret nos convoca a luchar por construir una casa de todos y de todas, una casa alegre y democrática, con las puertas y las ventanas abiertas a la solidaridad y la amistad. Una casa sobre la roca, una casa en que sus habitantes hagan la voluntad de nuestro Padre celestial.
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