sábado, 12 de enero de 2008

Los niños y las niñas son la alegría del mundo... 23-nov-02

Hermanos y hermanas:

En primer lugar, deseamos agradecer a la Red de Infancia y Adolescencia, a la Fundación Olof Palme y a la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas por esta invitación, a este Festival: Niños y Niñas en una Sociedad sin Violencia.

Ustedes hacen un trabajo que Jesús valoraba altamente. Para Jesús el trabajo con los niños y niñas era un trabajo fundamental. Para Jesús el trabajo con los niños y las niñas revelaba el compromiso con los sueños de justicia del reino de Dios.

En este texto Mateo nos acerca a la problemática de la niñez, que es una problemática de exclusión. Los niños y niñas son excluidos de participar en las decisiones a nivel de la familia, de la escuela, de la iglesia, de la sociedad y del mundo. No se les toma en cuenta.

Los adultos no respetamos a los niños y niñas. Los hacemos a un lado. En esta lectura nos encontramos con que a Jesús le llevan unos niños para que pusiera sus manos y orara por ellos. Los discípulos no entienden esta relación de Jesús y regañan a estas personas.

En su forma de entender las cosas, los niños y niñas le estaban quitando el tiempo a Jesús, lo estaban molestando. Los discípulos, como la mayoría de nosotros, tenían una visión de adultos, adultista. No entendían la situación de la misma manera que Jesús.

Jesús les responde de manera enérgica: dejen a los niños que vengan a mí y no se lo impidan. Los discípulos lo más seguro es que se han de haber sorprendido por esta respuesta, los desconcertó.

A continuación, Jesús les explica que aquello por lo que luchan, está allí presente: el reino de Dios es como los niños. Jesús nos da una clave sobre las características de la nueva sociedad, sobre la utopía cristiana.

Pero entonces debemos de preguntarnos y reflexionar sobre esa realidad cotidiana que son los niños y las niñas. Sobre nuestros hijos y nuestras hijas. Entonces debemos de preguntarnos. ¿Cómo son los niños y las niñas? Antes de venir a este acto, le pregunte a mi hija de ocho años, que se llama Nadia Citali, como son los niños y las niñas. Y ella me dio algunas ideas que comparto con ustedes.

Me decía que los niños y las niñas tienen una lógica verdadera. Saben como pensar y siempre colocan los asuntos importantes, como jugar, en el sitio adecuado. Es una lógica que no responde a intereses creados, sino que se basa en la amistad, en la alegría.

Me decía que los niños y las niñas, aún los que puedan parecer malos, en el fondo son buenos, tienen un buen corazón. A veces los golpes los obligan a ser huraños o malcriados, pero lo que necesitan es ser aceptados, una caricia, una muestra de afecto. Los niños y las niñas son buenos. Esto es lo que me decía mi hija.

Los niños y las niñas dicen la verdad. Somos nosotros, los adultos, los que los socializamos en la mentira, en las apariencias, en la falsedad. Somos nosotros los que llenamos sus cabecitas de odios y prejuicios, de resentimientos y temores.

Los niños y las niñas nos enseñan a amar. Lo hacen sin condiciones, saben ser leales. Somos nosotros los que los educamos en la hipocresía, en la envidia, en el egoísmo. Somos nosotros los que estamos perdidos. Ellos conocen el camino.

Los niños y las niñas son la alegría del mundo. Nos recuerdan que existe la alegría. Porque nosotros hemos creado un mundo de tristeza, de soledad, de injusticia, de desigualdad, de dolor, de sufrimiento. En nuestro país, los niños y las niñas son explotados, son obligados a trabajar desde muy pequeños, muchos no conocen los juguetes, y se les explota incluso sexualmente. Y nosotros permitimos que esto suceda. Lo permitimos.

Y cada uno de nosotros debe de sentirse responsable por esto que sucede diariamente, Esta es la sociedad que hemos construido para nuestros hijos e hijas, para nuestros niños y niñas. Es una gran vergüenza nacional. Es un pecado, es una maldición. Debemos de gritar con todas nuestras fuerzas: ¡alto a la explotación de la niñez!

Debemos por lo tanto comprometernos a cambiar este mundo desigual, explotador, por un mundo nuevo. Debemos de comprometernos a construir otro mundo. Soñar junto con los niños y niñas que otro mundo es posible. Dialogar con ellos y aprender de su sabiduría. Las respuestas están allí, en cada niño y cada niña.

Que nuestro Señor Jesucristo nos conceda la fuerza para enfrentarnos a este mundo de maldad, a este mundo de mercado libre en el que se esclavizan lo sueños de los niños y las niñas, que en definitiva son los sueños de ese niño Jesús que nació en Belén, y que nos convoca a la alegría, la justicia y la amistad. Amén.

* Predicación realizada el 23 de noviembre del 2002, en Festival: Niños y Niñas en una Sociedad sin Violencia, realizado en la Plaza Cívica de San Salvador y organizado por la Red de Infancia y Adolescencia (RIA).

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Rev. Roberto Pineda
robertoarmando@navegante.com.sv

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