El 30 de julio de 1975 se abrieron los ojos de la sociedad salvadoreña.
Miles de personas observaron con indignación como el gobierno presidido por el Coronel Arturo Armando Molina, aplastaba con tanquetas a una demostración estudiantil.
La demostración estudiantil denunciaba la penetración de fuerzas militares al interior del Centro Universitario de Occidente, ubicado en Santa Ana, lo que violaba la autonomía universitaria.
Ya antes, durante ese mismo año, la represión había golpeado a las zonas rurales, y esta vez lo hacía en la capital.
Los militares abrieron fuego y lanzaron las tanquetas contra estudiantes universitarios y de secundaria que marchaban desde la UES, a la altura del edificio del Seguro Social, dos cuadras abajo del Hospital Rosales.
Esto causó indignación, repudio y originó la protesta. La gente salió a las calles a denunciar al "gobierno asesino."
Hubieron varias marchas y la sociedad se pronunció condenando la masacre de estudiantes.
Las organizaciones populares se tomaron Cateral y desde allí se denunció en jornadas inolvidables de movilización popular, a los militares responsables de la masacre estudiantil.
El pueblo acompañaba las movilizaciones. Se gritaba desde lo profundo de los corazones: "el pueblo unido, jamás será vencido", y se pronunciaban los nombres de los mártires y de los desaparecidos, entre otros: Carlos Fonseca, Eber Gómez, Roberto Miranda, Presente!
¡Ahora y siempre!
Porque el color de la sangre jamás se olvida... Los puños estaban alzados y desafiaban desde las calles el terror de la dictadura militar.
El 30 de julio de 1975 vivirá en la historia de nuestro pueblo, como memoria subversiva, que nos convoca a la lucha, como viento huracanado que agita las banderas de la justicia social y la defensa de los derechos humanos.
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