Reflexión sobre Mateo 20:1-16
Jesús de Nazaret predicó y educó a su militancia en una visión alternativa de la justicia. Su mensaje liberador estaba vinculado a responder a los graves problemas socio-económicos que enfrentaba la población trabajadora de su tiempo. Era un mensaje que denunciaba la injusticia y proclamaba el reino de Dios. Era una Palabra viva que tocaba los corazones y empujaba a la lucha social.
Jesús denuncia el concepto de justicia económica que predominaba en la sociedad de su época y que sigue vigente en nuestra economía actual. Este concepto establece que el pago corresponde al tiempo invertido en determinada labor. Es un concepto frío, capitalista, que no toma en cuenta las necesidades de las personas. El reloj de control en las fábricas o fincas determina la vida de las familias. Es un concepto que sólo beneficia a una elite. La justicia económica del reino de Dios es diferente, alternativa, revolucionaria, subversiva...
Compara Jesús el reino de Dios con un dueño de finca que salió muy temprano por la mañana a contratar trabajadores para su viñedo. Ya anteriormente el reino de Dios había sido comparado con un rey bondadoso que hizo cuentas con sus funcionarios. También se nos había hablado de un joven rico que rechaza el reino de Dios.
La economía le interesa mucho a Jesús, porque la vida de los pobres se encuentra aplastada por las relaciones de producción. La injusticia surge de la forma como producimos y distribuimos las riquezas y las pobrezas. La riqueza es hermana gemela de la pobreza. La pobreza solo puede combatirse enfrentando la riqueza. Jesús estaba claro de esto. El problema no es la pobreza, sino la riqueza.
Jesús nos explica que el reino de Dios tiene una dimensión de autoridad, de poder -dueño de finca, rey bondadoso- y una dimensión de servicio, de solidaridad. Ambas dimensiones influyen y moldean la naturaleza del reinado. Se vinculan a lo trascendente y lo inmanente. Lo divino y lo humano. El reino de Dios es un sueño que merece seguirse construyendo.
Lo importante es identificarlo, en cada situación histórica, porque necesita de nuestras voces y de nuestros brazos, pero lo dirige Jesús. Jesús orienta nuestros pasos. Es una causa en la que marchamos juntos. Tomar conciencia de esta situación equivale a conocer la verdad y conocer la vida. Una vida de seguimiento a Jesús.
En esta parábola, observamos como el dueño de esta finca salió muy de mañana para buscar trabajadores, los encontró y les ofreció pagarles el jornal de un día de trabajo. Dios siempre sale muy de mañana para buscarnos. Se levanta antes que nosotros y siempre nos esta esperando con una nueva oportunidad, nos ofrece la vida y la justicia, el trabajo y la dignidad. Mientras el sistema rechaza a los trabajadores, Jesús los busca hasta encontrarlos. Y no lo hace para explotarlos, sino para hacerles justicia. La justicia de Dios es diferente.
Luego salió las nueve de la mañana, y vio otros que estaban en la plaza desocupados y también los llamó y les ofreció darles lo que sea justo. Dios pasa su vida, invierte su tiempo, que es eterno, en buscarnos, de noche y de día, incesantemente. No hace distinciones de tiempo, ni de clase, ni de raza, ni de genero, ni de nacionalidad, ni de religión.
El esfuerzo que hacemos es mínimo comparado con recibir lo que sea justo. En definitiva nuestro esfuerzo es simbólico, Dios nos paga gratuitamente, aunque suene contradictorio, de la misma forma como un padre "paga" a sus hijos. Dios se acerca a pagarnos en la medida que aceptamos trabajar en su finca, en el viñedo de la lucha social.
Salió de nuevo a mediodía, y otra vez a las tres de la tarde, y luego a las cinco de la tarde, y siguió la misma rutina. Cuando nos acostamos cansados por la noche luego de un día agotador, Dios continúa mirándonos con cariño mientras dormimos, riéndose de nuestras ocurrencias, preocupado por nuestros problemas, orgulloso de nuestros gestos solidarios, pensando en nuevas ideas para ayudarnos.
Cuando llegó la noche ordenó que se les pagara a los trabajadores comenzando por los últimos y terminando con los que contrataron primero, que esperaban recibir un mayor jornal. Pero la lógica de Dios no es la lógica del sistema. El sistema dominante organiza la economía para obtener ganancias.
Las ganancias están antes que las personas. Y es una elite la que se beneficia del trabajo de las mayorías. La lógica de Dios beneficia al huérfano, a la viuda, al extranjero, Dios se preocupa de los que llegaron de último porque son los que nunca consiguen empleo, por eso están desocupados, son las mujeres, los jóvenes y los ancianos. Pero Dios los busca a ellos.
Ayer me visitó un amigo que trabajaba en una ONG como motorista, tiene sesenta y cinco años, fue despedido en diciembre pasado y todavía no encuentra trabajo, todos los días sale con la esperanza de encontrar trabajo, de lo que sea, tiene que mantener a su mamá y a una hermana. Se encuentra angustiado, desesperado, sin dinero, preocupado por cada tiempo de comida. No le dan empleo por su edad. Estoy seguro que Dios lo protegerá. El es uno de los trabajadores de la cinco de la tarde.
Los primeros trabajadores, muy enojados comenzaron a protestar y murmurar contra el dueño de la finca, acusándolo de ser injusto. Pero él les respondió con aplomo: ese fue el arreglo. Muchas veces los pobres pelean contra los pobres. Es parte de su opresión. No saben construir puentes de amistad. Y entre los pobres crece la hierba de la desilusión y la deslealtad.
Y se traicionan entre ellos. Y no son solidarios. Se fragmentan fácilmente. Y asumen los hábitos discriminatorios de los poderosos. Es por esto que los que tienen un empleo rechazan a los desempleados, los desempleados rechazan a los excluidos, y así se fabrican lazos de resentimiento y desconfianza. Dios rechaza estas actitudes y proclama el arreglo de lo que sea justo.
El dueño de la finca responde: tengo el derecho de hacer lo que quiero con mi dinero. Los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos. Dios no se complica la vida con arreglos negociados. Es enérgico en la defensa de sus principios de justicia y solidaridad. No hace concesiones en su denuncia de la opresión y la deslealtad.
Desde la tormenta...
El gobierno estadounidense es un gigante encolerizado. Desea imponer su voluntad de golpear a Irak y no escucha razones. Es un barco que se dirige hacia el puerto de la guerra. Al final, será detenido por su propio pueblo. Y este ya empezó a reaccionar. Esto es una esperanza muy fuerte.
El pueblo estadounidense es un pueblo amante de la paz y la justicia. Y sin duda alguna enarbolará la bandera de la protesta en Washington y San Francisco, en Chicago y Los Ángeles para denunciar la política guerrerista de George Bush Hijo. Lo sabemos por experiencia propia.
Nos mantenemos en oración para que el pueblo estadounidense despierte y exija a su gobierno el respeto a la independencia de los pueblos pequeños. Oramos para que Dios fortalezca la dignidad del pueblo de Irak. Amén.
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