sábado, 5 de enero de 2008

Jesús y los peligros de visitar a Lazaro 19-marzo-02

Reflexión sobre Juan 11:1-45

Jesús de Nazaret experimentó a lo largo de su vida diversas situaciones de persecución política. Esta experiencia, muy profunda y significativa, aparece de distintas maneras en los relatos evangélicos. Es importante saber descubrir estas situaciones porque permiten explicarnos facetas de la praxis liberadora de Jesús.

La persecución posee sus propios rituales y leyes. Es muy difícil entender estos si no se les ha vivido. Durante la dictadura militar (1931-1992) como pueblo nos educamos en la cultura de la persecución, del silencio y de la clandestinidad.

Esta cultura o modo de vida comprende la necesidad de comprender una mirada o un gesto, de no saludar a un amigo en la calle, de ocultarse de los mismos vecinos, de buscar escondites, utilizar pseudónimos, cambiar diariamente de domicilio, disfrazarse, utilizar códigos secretos, leyendas de vida, vivir la clandestinidad.

Este es el contexto de este relato, en el que se nos narra el anuncio de la enfermedad de Lázaro, la visita de Jesús a su casa , el diálogo con Marta y María y la decisión de Jesús de revivir a Lázaro.

Con toda seguridad Lázaro era un camarada de Jesús y de los más queridos por él, un probado militante de la causa del reino de Dios, que había padecido persecuciones y nunca había abandonado su convicción de seguir a Jesús.

Luego que Jesús recibe la noticia sobre la enfermedad de Lázaro, evalúa y decide esperar dos días antes de emprender el viaje para visitarlo y aun así enfrenta la oposición de sus discípulos, que le aconsejaban no ir a Betania. Le recuerdan que hace algunos días, "los judíos de esa región trataron de matarte a pedradas."

Y es que visitar a Lázaro era exponerse a una captura segura, dada la cercanía de este pueblo con Jerusalén y al cordón de seguridad que la rodeaba, y a que mucha gente iban a reconocerlo y señalarlo. Los dos días le permitirían crear condiciones para garantizar su seguridad.

Me imagino que fue para Jesús una decisión difícil, por un lado estaba la responsabilidad al frente del Movimiento y por el otro, el amor hacia su amigo. Era un conflicto entre garantizar la continuidad del proyecto histórico y por la otra, ser fiel a una amistad entrañable.

Habrán sido dos días de discusiones acaloradas y planificación minuciosa del operativo de penetrar a Betania. Al final Tomás logró convencer a los demás discípulos de la necesidad de jugárselas el todo por el todo y acompañar a Jesús "para morir con él."

Betania estaba a sólo 3 Kms. de Jerusalén. Y el imperio romano mantenía un cerco militar alrededor de Jerusalén. Es Marta la enviada a romper este cerco y salir a recibirlo. De entrada le reprocha su ausencia. Jesús le responde tranquilizándola: "tu hermano volverá a vivir." Marta duda y Jesús le asegura: "yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, y todo el que todavía este vivo y cree en mí, no morirá jamás."

Luego Marta va a buscar a su hermana para comunicarle" en secreto" que Jesús ha llegado. El sigilo es una de las características de la clandestinidad. María se alegra que Jesús haya llegado. Lo más seguro es que llegó clandestino. El Señor ya estaba allí.

María al verlo, se atreve a enfrentarlo, y de rodillas le reclama: "si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto." Jesús "se conmovió profundamente y se estremeció." Preguntó por el lugar donde lo sepultaron. Al llegar al sitio, "Jesús lloró." Algunos lo entendieron, otros no. Jesús sintió el dolor de la pérdida de un ser amado. El dolor humano.

Jesús se acercó a la tumba. Pidió que quitaran la piedra que la cubría. Marta duda de nuevo, pero quitan la piedra. Jesús ora al Padre. Y después grita con todas sus fuerzas: ¡Lázaro, sal de allí! Y el muerto salió de la tumba. Jesús dijo: "desátenlo y déjenlo ir."

Jesús nos grita a todos nosotros y nosotras: ¡Roberto, sal de allí! ¡María, sal de allí!

Y nos corresponde salir de nuestras tumbas. Salir de nuestras tumbas, permitir que nos desaten y echar a andar. Amén.

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Rev. Roberto Armando Pineda
rpineda@saltel.net
San Salvador (El Salvador), 19 de marzo de 2002

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