miércoles, 9 de enero de 2008

Una fiesta debodas para todas y todos 12-octubre-02

Mateo 22:1-14

En un planeta globalizado que se vuelve más injusto y elitista, el mensaje de Jesús de Nazaret nos convoca a un gran banquete, a una fiesta de bodas para todas y todos, a sentarnos a una mesa común donde la olla de frijoles y las tortillas sean para todas y todos. Este es el sueño de Jesús.

En la actualidad, unos pocos países, y que se llaman cristianos, son los únicos favorecidos por la globaliberalización para disfrutar los bienes del mundo, son los que ocupan los primeros lugares en el consumo, los dueños de este planeta moribundo. Y como viven en la abundancia y el despilfarro, rechazan asistir a una fiesta de bodas de todas y todos, e imponen su voluntad y amenazan con la fuerza de su tecnología y sus armamentos. Y están agotando las reservas de nuestra Madre Tierra en una fiesta privada, exclusiva, racista.

Mientras esto sucede en unos pocos países industrializados, la inmensa mayoría de la humanidad, continentes enteros como África, viven en la pobreza, la exclusión, el racismo, la violencia contra las mujeres, la violación de los derechos humanos, la degradación ambiental, el Sida...

Son países y continentes que no han sido invitados a la fiesta que celebran los poderosos, con su derroche de abundancia y lujo. Son países y continentes que exigen justicia desde sus gargantas quemadas por el sol y su clamor sube hasta el cielo y está siendo escuchado por Dios.

En esta situación, el mensaje subversivo del Hijo del Carpintero, de Jesús de Nazaret, resuena con vigor, golpea los cristales de los palacios de los poderosos, y les recuerda a los humildes, que la clave de la victoria se encuentra en la unidad y en la lucha.

En el texto seleccionado, Jesús de Nazaret nos habla de una fiesta de bodas. Compara el reino de Dios con una fiesta de bodas. Una fiesta de bodas es una actividad donde reina la alegría, hay comida abundante, regalos para los novios, bebida para alegrar el corazón, música para bailar, muchos invitados. Una fiesta de bodas es una celebración del amor, la amistad y la alegría.

Jesús en esta parábola nos cuenta que un rey hizo una fiesta para la boda de su hijo. Se casaba el heredero del trono. Era un momento de mucha alegría para el reino. Y el rey mandó a sus criados a llamar a los invitados. El rey quería compartir su alegría con sus amigos. Pero los invitados rechazaron la invitación, no quisieron asistir, lo despreciaron.

El rey no de se dio por vencido y volvió a enviar otros mensajeros para llamar a los invitados. De nuevo los invitados no hicieron caso. Y además, uno de ellos se fue a sus terrenos, otro a atender sus negocios, y lo que es peor, hubo otros que agarraron a los criados del rey y los maltrataron hasta matarlos.

Este hecho agotó la paciencia del rey y ordenó a sus soldados que mataran a aquellos asesinos y quemaran su pueblo. El rey ordenó que se hiciera justicia. No podía permitir que estos criminales quedaran en la impunidad. Castigó a los invitados malvados, de la misma forma que en una parábola anterior, se nos relata el castigo de los labradores malvados.

El rey comprendió entonces que aquellos invitados -terratenientes y dueños de negocios- no merecían asistir a la fiesta de bodas, porque sus intereses egoístas no les permitían comprender el valor de la amistad y de la alegría en comunidad.

El rey avanzó en su pensamiento y decidió invitar a la boda de su hijo a todas y todos, hacer una boda democrática, popular, incluso invitar a malos y buenos, y lograr que la sala del palacio se llenara de gente. Los pobres aceptaron el llamado del rey, no lo rechazaron. Entraron al palacio en el que nunca habían estado y bailaron hasta el amanecer.

Sucedió un hecho curioso, cuando el rey entró a saludar a los invitados, se fijó en un hombre que no iba vestido con traje de boda, desentonaba en el lugar, había hostilidad en su semblante. El rey lo abordó y le preguntó la razón de su enojo. El hombre se queda callado pero era obvió que rechazaba la presencia de los humildes, en el salón del palacio. El rey lo rechazó y ordenó que fuera expulsado del lugar.

Jesús concluye que muchos son los llamados, pero poco los escogidos. Y esto no tiene que ver con cantidad, sino con calidad, con la respuesta al llamado de Jesús, con apertura hacia la vida y la alegría, con voluntad de construir el reino de Dios aquí en la tierra. Porque allá arriba lo construye Dios.

La exclusión es un pecado. Y la globalización condena a la exclusión a millones de personas en todo el mundo. Uno de los clásicos de la literatura salvadoreña, Salarrué, escribió un cuento sobre este tema llamado Noche Buena. Narra la historia de una mujer campesina pobre que en Navidad, bajó al pueblo para que les dieran juguetes a sus hijos en la iglesia. Pero el cura le recriminó que no asistía a misa y le dijo: para vos nuay. No les dieron juguetes a los niños, los excluyeron.

Estas mismas actitudes muchas veces se encuentran en la vida de nuestras iglesias. Excluimos, discriminamos, seleccionamos. Y no obstante esto, Jesús continúa invitándonos a la fiesta de bodas de su hijo. Y nos pide que organicemos la mesa con todas y todos. Esa es la tarea, ese es el desafío. Amén.

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Rev. Roberto Pineda
rpineda@saltel.net
robertoarmando@navegante.com.sv
San Salvador, 13 de octubre de 2002

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